Uniformes II

Uniformes II

No contentos con la descripción general del aterrizaje forzoso -literalmente- de uniformes en el laburo, algunos y algunas quieren sangre: pretenden detalles, características. Ansían, pérfidos, que profundice justo en una columna que se caracteriza exactamente por lo contrario. Aquí, una superficial respuesta a esos (uniformes) clamores.

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Lo primero que tienen que recordar chiquitos y chiquitas, ustedes que se muestran tan espantados por la espinosa llegada de uniformes de trabajo al uniforme trabajo que tienen, es que toda la vida tuvieron uniformes: en el jardín de infantes (de paso: el jueves fue su día) te enchufaban esos simpáticos pintorcitos de cuadritos rosados o celestes (mirá qué bien que te uniforman de entrada, los que te educan) con corbatines al tono; en la primaria pública el guardapolvo blanco y en las privadas, el que fuera, pero uniforme al fin. Equipos de fútbol, scouts, clubes de toda calaña, religiones: uniformes, uniformes, uniformes.

Incluso tu canchero, elegante y (vos creés que...) exclusivo modo de vestirte, si bien es “diferente” al de otros, responde a patrones genéricos que asemejan tanto tu estilo al de otros y otras que, lo siento, también son uniformes.

Así que no hay por qué asombrarse si un día te encorsetan en un traje en la oficina. Hasta las supuestas personalizaciones que pretendés hacer y que hacés con el uniforme que te dan (por ejemplo, la Moni anticipó que usará medias negras, disculpen la infidencia), ya son uniformemente imprevistas previstas. Pero (concedo), contribuiré a la uniformación general con esta somera clasificación.

- La “hot”: se las arregla para transformar su recatado uniforme en un provocativo modelo, ajustado y a punto de estallar. Necesita para ello de entalles y pinzados varios, reposicionamiento del ruedo, un par de botones más o menos (des) abrochados que el promedio y un tonito general que puede sintetizarse con el rebelde mensaje. ¿qué? ¿es o no es el uniforme que me dieron?

- La recatada: en el otro extremo, tenés la que se siente ofendida por el tajito modesto y el largo (para ella, el corto) que la pollera ya trae de origen. por ende, tenderá a tapar, a coser, a abrochar, a esconderse detrás o debajo del uniforme.

- La modificadora: no es ni hot ni recatada. Se presume original, personal. Y por ello le agrega o quita cosas al uniforme base, que sigue siendo uniforme pero al uso nostro: un par de medias jugadas, una corbata multicolor de seda, un pañuelito multicolor, un floripondón de aplique, un prendedor. Algo que interrumpa la uniforme superficie del uniforme, carajo.

- El rebelde: está a los gritos y visiblemente disconforme con el uniforme que le dieron. Acarrea un trauma de infancia con el pintorcito del jardín de infantes y quiere saldarlo cuarenta años después. Trae la cáscara del uniforme, pero le manda una camisa estampada, que él no es ningún colectivero ni botones de hotel.

- El pretensioso: como el anterior está disconforme con el uniforme, pero no tanto conceptualmente sino por su materialización. No discute el qué sino el cómo. No le gusta ni el modelo, ni la tela, ni el color ni nada de ese uniforme grasa que le dieron. Y quiere y postula una diferenciación cualitativa: viene con unos tamangos de cinco lucas, un cinto de marca, corbata italiana. Y ella, si es una ella, trae por las dudas una luigüitón relativamente auténtica adquirida en la mismísima París, para que las otras mersas sepan lo que es nivel y calidá, mierda carajo, de nuevo.

Hay otras muchas categorías y subcategorías pero a mí se me terminó el uniformado espacio asignado. Espero que esto no modifique en nada lo que piensan de este espacio. y si no, lo personalizamos un poquito y el damos para adelante.