Artes Visuales
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El XCII Salón de Mayo

Carlos Walter Battauz, primer premio Sección Escultura por “Serie II Entidad E4”, talla en madera y chapa.
Foto: Archivo El Litoral
Por Domingo Sahda
Lentamente, acompañado por sentimientos de desencanto me fui alejando del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, otrora epicentro del arte mayor consolidado por gestiones y acciones incuestionables que dejaron, para las generaciones siguientes, un tesoro de imágenes, tanto del plano como del espacio que documentan el arte argentino del siglo XX y XXI. Repetí para mí mismo: “Indudablemente todo tiempo pasado fue mejor” al constatar la pobreza, la mezquindad artística tanto en calidad de envíos expuestos como en la cantidad de participantes. El rótulo que le cabe a este Salón es de “Un ominoso fracaso”, un borrón para la historia de la entidad convocante de la cual son directos responsables sus autoridades, en primer lugar, seguidas en este caso por los jurados actuantes.
La responsabilidad le cabe tanto al jurado de selección como al jurado de premiación cuyos méritos supuestos para ejercer tales funciones, brillan por su ausencia. Y quien o quienes lo designaron son quienes deben dar razones. Es mucho el dinero destinado a este evento, que convertido en premios recuerda la idea de “premios consuelo”. El supuesto catálogo, que es apenas un impreso no da cuenta completa de las acciones llevadas adelante en todos sus pasos, como fue y es de rigor en todos los actos públicos. La salvedad supuesta de consultar, por vía electrónica, las actas es a todas luces un retaceo de información directa “urbi et orbi”. Seguramente este error conceptual se evitaría si, entre tanto papel destinado a la trivialidad ocasional hubiera documentos públicos, las actas del jurado completas que obligan a “dar la cara” y “saber de qué se trata”.
La calidad artístico-técnica de los envíos expuestos evidencia que la pobreza, la insustancialidad plástica creativa y técnica se han adueñado del arte visual. Algún argumento debieran dar los talleres y escuelas de arte, que naufragan en el vacío de sentido esencial, haciendo del Lenguaje Visual, del Arte Plástico o como quiera que las modas lo titulen una “manualidad presuntuosa”.
El Salón de Mayo ocupa una parte del Museo, otrora repleto de obras firmadas por autores de referencia nacional e internacional. En esta instancia que nos ocupa se apeló al patrimonio a modo de evidente “relleno”.
Tres son los “invitados de honor” -Juan Arancio, Iris Pantanali, Héctor Welschen- que exhiben sus respectivas obras a modo documental. Resulta evidente que el concepto “invitado de honor” hace referencia aquí a cuestiones ajenas al Arte Visual que en el espacio que nos ocupa remite a la idea de excelencia, de maestría en el mundo del arte. Los homenajeados en tal carácter son bellas personas absolutamente respetables en sí mismas. Pero no podemos hablar aquí de “maestría”, “de excelencia modélica”. Debe hacerse la salvedad de que en el tópico “escultura”, Héctor Welschen, también invitado de honor exhibe obras de su producción en cantidad excesiva, y de modo tal, que sólo puede verse el conjunto antes que estudiar cada pieza como entidad expresiva.

José Mizdraji, primer premio Sección Grabado por su obra “Sin título III”.
Foto: Archivo El Litoral
En cuanto a las secciones concursadas, a saber Escultura, Grabado y Dibujo podemos afirmar que ninguna de las secciones expuestas alcanza niveles de calidad y excelencia. Sólo son productos circunstanciales, algunos con más empeño que otros. Sólo ocasional esfuerzo que redunda en calidad artística de significación. El Primer Premio en el apartado Escultura le fue adjudicado a Carlos Walter Battauz por su construcción (talla en madera) “Entidad: E 4”, suerte de maniquí de resonancia zoológica, muy lejos del concepto esencial de la Escultura, quizás un prolijo ornamento cuyo mayor mérito evidente es la realización técnico-mecánica externamente prolija. Los restantes premios de la sección sólo alcanzan el nivel de decorosa manualidad, suerte de empeñoso trabajo para la ocupación del tiempo libre, muy distantes del arte de la escultura como tal. No son desafiantes, son sólo trivialidades de ocasión de consuno con el resto de las otras, pocas, piezas en exhibición.
El Primer Premio de la Sección Grabado le fue adjudicado a José Mizdraji por su Monotipia titulada “Sin título III”, suerte de retazo experimental o parcialidad expresiva de algo que se supone significativo y que remite al arte del Grabado que en Santa Fe tuvo un espacio de relevancia nacional. Flaco favor en este caso.
El Primer Premio en la Sección Dibujo le fue otorgado a Virginia María Martí por “Políptico” (Fragmento) de la serie: “¿Te acordás de alguna vez en que los manteles no fueron amarillos? (Collage). A todas luces el título adjudicado resulta de mayor interés que la obra expuesta, pequeña e irrelevante en el área concursada, que tiene algunos buenos trabajos que hubieran merecido mayor atención por su calidad manifiesta.
Dadas así las cosas, corresponde a los responsables del evento “poner las barbas en remojo” y remontar la cuesta, de modo de no transformar aquello que fue de referencia modélica en un contoneo irrelevante y olvidable, como esta edición del “Salón de Mayo”.

Virginia María Martí, primer premio Sección Dibujo por “Políptico” (fragmento) de la serie: “¿Te acordás de alguna vez en que los manteles no fueron amarillos?”. Foto: Archivo El Litoral