OCIO TRABAJADO

Un Saer para los no-saerianos

SAER-DIA09710.jpg

El 11 de junio se cumplieron diez años de la muerte de Juan José Saer.

foto: ARCHIVO

 

Estanislao Giménez Corte

[email protected]

http://blogs.ellitoral.com/ocio_ trabajado

“(...) lo he intentado, sin presumir de haberlo logrado, introduciendo la poesía en mi prosa” JJ Saer, “Diálogo Piglia-Saer”, 1990

“Mi propio sistema tiende a constituirse en una serie indefinida de fragmentos que se modifican y se interrelacionan mutuamente (...)” JJ Saer, “Diálogo Piglia-Saer”, 1990

“Si para los demás hombres la construcción de la existencia reside en rellenar esa ausencia de contenido con diversas imágenes sociales, para el escritor todo el asunto consiste en preservarla” JJ Saer, “La perspectiva exterior (...)” en “El concepto de ficción”, 1997

I. Confesión de parte

Permítaseme decir, primero, que no soy un buen lector de Saer. He leído y disfrutado mucho de unos pocos libros suyos. He abandonado otros. Espero leer, más temprano que tarde, otros. Permítaseme, pese a esta falta, decir unas poquísimas cosas en ocasión de la fecha, desde este lugar: el del lector inconstante que interrumpe sus propias elecciones; el del periodista en deuda. Muchos bellos y talentosos amigos han tratado de que yo ingresara, al fin, en el universo saeriano. Espero hacerlo. Pero me hallo y me siento, todavía, extramuros. Me asumo ante todos, a diferencia de la norma de la crítica y del periodismo, como un niño que se asoma a una gran obra, en gran parte no conocida. La costumbre, el hábito de los últimos años de la cultura-bien-pensante indica que todo el mundo se declare ostentosamente enamorado y fanático de la obra de Saer. No es mi caso. No quiero ni pretendo fingir eso.

II. Un ritmo

Dice la leyenda no escrita que, cuando un nombre se transforma en un adjetivo, esa nueva calificación (que proviene de la idea sobre cómo alguien hizo algo) alude especialmente a una suerte de deseo de realización. Así, por caso, algo es freudiano, o sartreano, o rocambolesco (si pensáramos en un personaje). Pero esa adjetivación es oscilante y puede ser tramposa: depende en boca de quién esté para poder ser interpretada. Quiere decir a la vez todo lo bueno y todo lo malo. Un elogio o una crítica. Podemos decir “gramsciano” o “(demasiado) gramsciano” (una como reafirmación; otra como crisis del sujeto a considerar). Lo saeriano será, en este caso, una forma de concebir la literatura, los lugares, las cosas, las personas. Una atmósfera. Una aspiración de los que ven en eso un espejo. Pero, sobre todo, puede pensarse como un ritmo de lectura y de escritura; como un modo de puntuación y de construcción que caracteriza notablemente un estilo. Estas y otras tantas características le han ganado a Saer muchos e importantes admiradores -que lo han consagrado como al mismo canon- y algunos detractores, que tratan infructuosamente de leer sus textos y se preguntan, y preguntan, cuánto hay de exageración en esa admiración de su obra.

Para los amantes de Saer, éste simplemente- está a la altura de Borges; y de hecho, dicen, su nombre se acomoda junto a otros (Fogwill, Aira, Piglia) como la representación más acabada de una literatura que ha sabido erigirse y decirse sin verse enmudecida por la sombra borgeana. Ese ritmo o cadencia, esa cuasi desaparición de la acción (por momentos), esas descripciones como miniaturas esculpidas (sobre lo mínimo, sobre lo marginal), que se observan como una influencia de Faulkner y de Onetti (en ese orden), suponen recursos y mecanismos que Saer trabaja, usa, replica, reproduce, lo han colocado en el sitial de preferencia y de gran fama que tiene ahora. El mismo Saer lo dice: “La invención de un territorio propio para implantar en él sus ficciones”. En este caso será Santa Fe y zona. Él mismo lo señala con otros: por ejemplo, la idea de Borges que Saer toma en uno de sus ensayos: “En sus novelas (las de Faulkner) no sabemos qué pasa, pero sabemos que lo que pasa es terrible”.

III. Demolición de la forma

En términos muy generales, cuando se comenta críticamente la obra de Saer suele aludirse a ciertos conceptos clave (amistad, zona, lugar, río, llanura, etc). En mi caso quisiera rescatar, apenas, dos pasajes. El primero de ellos, de un cuento de “Lugar” -“Bien común”-: “(...) podemos descubrir que un desconocido, admirable, repelente o curioso -para el caso es lo mismo- ha usurpado el lugar del que creíamos ser”. El otro, de la novela “La ocasión”: “En mi provincia -dice Garay López- los pasos de un hombre siempre lo llevan instintivamente hacia el río”. Quisiera subrayar, además, algunas ideas que provienen de diversos prólogos y estudios a la obra de Saer que se encuentran compendiados en el muy interesante volumen de Paulo Ricci “Zona de prólogos”: allí se propone pensar su obra como la de “un narrador que escribe desde la poesía” (Premat), como una “poética del fragmento” (Mondragón), como una obra que es a la vez “poema en prosa, ensayo breve y apunte para una novela futura” (Prieto), con cuentos que “funcionarían como un laboratorio” (Gramuglio). Una idea elemental que se posa sobre las otras, empero, está en un texto del propio Saer en “El concepto...”: (la idea de pensar la obra como una) “demolición de la forma”.

IV. Un tempo

Esa demora, esa dilatación, esa expansión en la sintaxis; esa postergación de la acción, esa profusión de incisos explicativos, esa pausa a la que sigue otra pausa; ese detalle que ilumina, esa descripción que vuelve sobre el detalle, son el éxtasis de unos y la desesperación de otros. ¿Qué es lo saeriano? Un ritmo, un tempo, unas cavilaciones, unas ideas como del que va caminando, que encuentra su sentido en ese propio movimiento o, mejor dicho, en el monólogo interior o en el diálogo con el otro que la misma caminata propone. Ya voy llegando hasta la obra. Ya me asomo a la obra inmensa. Ya tengo en los puños algunas ideas sobre el hombre en proceso de sacralización. Me acompañan a los lados muchos y buenos interesados a priori, que piensan, igual que yo ¿podré? ¿sabré? ¿será para mí como es para otros?