De domingo a domingo

Novedades en el escenario del duelo electoral en la Nación

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A pesar de la veda informativa que imponen los protocolos, es posible adivinar que, en su encuentro con la presidente, el Sumo Pontífice tocó tres temas relativos al país: lo político-institucional, el narcotráfico y la pobreza. Foto: DyN

 

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

En medio del notorio estancamiento productivo que vive la Argentina desde hace meses -mayor endeudamiento, déficits crecientes, inflación, paritarias condicionadas y pobres que se cuentan de a millones, todo un descalabro disimulado con una mayúscula inyección gubernamental de plata para estimular bolsillos que luego votan- un poderoso triángulo ávido de poder domina hoy de modo casi exclusivo la escena político-electoral: Cristina Fernández, Mauricio Macri y Daniel Scioli.

Con mayor o menor intensidad, todas las luces se mantendrán seguramente sobre el trío protagónico de aquí hasta octubre, aun mediando resultados electorales en las provincias que los pueden poner más o menos eufóricos, ya desde este mismo fin de semana en Santa Fe y en Río Negro o mensajes hacia todos ellos bajo la forma de huelgas, como la del martes pasado, de parte del poder sindical.

Lo notable es que, a su zaga, se ha vuelto a colar inesperadamente en la marquesina “la participación especial” de Sergio Massa. Pese al mal momento que el aún precandidato vivió durante los últimos días cuando, después de la fuga de muchos dirigentes de su espacio, hizo una fuerte autocrítica, aunque se mantuvo en carrera, el jefe de los renovadores encuentra ahora un nuevo minuto de gloria, ya que sabe que se ha convertido, por obra y gracia de la porción algo minoritaria, pero todavía relevante que le acuerdan las encuestas, en la niña mimada de los tres grandes del momento.

Los tironeos en torno de Massa

Justamente, el hecho no debe extrañar, ya que los que antes se llamaban dirigentes, desde hace tiempo se han convertido en esclavos de los relevamientos de opinión. Como para reafirmar los consejos que le dio a Macri en el caso Massa, el asesor estrella del jefe de gobierno de la Caba, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, acaba de dar por clausurada la etapa de los aparatos que llevan a la gente de las narices a votar y a recomendar públicamente a los candidatos hacer seguidismo: “Los dirigentes actuales son dirigidos por la gente y si no lo entienden pierden su favor”, escribió este fin semana en Perfil.

La historia de Massa deberá definirse antes del fin de semana próximo y según los analistas de opinión pública, su decisión de permanecer o de salirse de la carrera presidencial le será funcional al oficialismo o a la oposición, según lo que él decida hacer. En este aspecto, hay notorias diferencias entre los propios gurúes, porque sigue habiendo un grupo que sostiene que si se aparta de la candidatura, ayudaría definitivamente a las chances de Macri y que, si se queda, dividiendo el voto opositor, sería funcional al gobierno.

Esta fue la tesis de muchos empresarios del llamado “círculo rojo”, quienes, creyendo que así se podría derrotar al kirchnerismo en las urnas, presionaron de modo hasta chabacano al gobernante porteño para que arregle con el ex intendente de Tigre y hace dos semanas hasta le empujaron, a modo de mensaje, una corriente de precios positivos en la Bolsa.

Pese a esa interpretación, bastante difundida, otros analistas explican ahora, con números en la mano, exactamente todo a la inversa y señalan que si Massa claudica, las chances que tiene el kirchnerismo de llegar a 45% y ganar en primera vuelta se acrecientan, debido al modo en que volcarían sus preferencias los potenciales votantes, mientras añaden que si finalmente decide disputar la presidencia, la dispersión en tres favorecería al macrismo que, entonces, podría llegar al balotaje con muchas más chances.

Cristina y los pobres en el país

Esta apreciación sería la que a Massa le permitió hablar de “la presión que instalaron algunos grupos de poder”, refiriéndose al gobierno, para que baje su candidatura, poniéndose en víctima ante eventuales zancadillas. Todas las alternativas, pero estas dos últimas sobre todo, le abrieron los ojos a sus asesores, porque vuelven a ubicar políticamente al diputado en el importante rol de fiel de la balanza electoral.

“Lamentablemente para él, como están dadas las cosas, haga lo que haga, compita o se baje, su decisión futura estará teñida de sospechas”, interpretó uno de los encuestadores del segundo grupo ante una pregunta concreta. En cuanto al triángulo principal, cada uno de los protagonistas llevó adelante su juego en los últimos días, con mayor o menor fortuna, para tratar de copar el escenario desde posiciones aparentemente irreductibles: la presidente visitando al Papa, minimizando luego la pobreza y colisionando con la Iglesia; el gobernador bonaerense aceptando todo lo que le soplan desde el oficialismo duro, Máximo Kirchner incluido, como una forma de mostrar fidelidad extrema y ser aceptado y Macri, justificando quizás hasta donde pueda el purismo de seguir solos, poniendo por delante una nueva forma de relación con los votantes.

Por su investidura e implicancias, hay que comentar en primer lugar los dichos de Cristina sobre la cantidad de pobres, sin olvidar que lo dijo ante la FAO en Roma, un día después de haber estado con Francisco en el Vaticano, lo que quizás podría explicar por qué se refirió al tema de la manera en que lo hizo, en medio de un reconocimiento sobre el hambre otorgado a varios países que fue promocionado por el gobierno como si fuese la obtención de un Oscar.

La Iglesia cuenta números distintos

Ha trascendido poco de aquella conversación de una hora y cuarenta y cinco minutos, tiempo exhibido como un triunfo por quienes acompañaron a la presidente con un “¿vieron, vieron?”, casi como una forma de exacerbar la repulsa de muchos antikirchneristas que se la agarraron con el Papa por haberla recibido en tiempos electorales.

A pesar de la veda informativa que imponen los protocolos, no se puede dejar de especular, al menos hasta que alguien lo clarifique, que en ese encuentro vaticano Jorge Bergoglio tocó tres temas relativos al país: lo político-institucional, el narcotráfico y la pobreza, todas preocupaciones recurrentes de la Iglesia argentina.

No es improbable tampoco que se hayan mencionado las estadísticas de la UCA y que quizás la presidente haya hecho algún comentario hacia el trabajo de la Universidad, cuyo rector es monseñor Víctor Manuel Fernández, uno de los teólogos de cabecera del Sumo Pontífice.

Al hablar de “un índice de pobreza por debajo del 5% y de indigencia del 1,27%, si mal no recuerdo, y convertirnos en uno de los países más igualitarios”, no sólo Cristina quedó al borde de un ridículo que ella misma podría comprobar si decidiera hacer una caminata anónima por cualquier lugar del país, sino que abrió un impensado conflicto con la Iglesia que escaló en los días subsiguientes.

Primero, la UCA dio a conocer un comunicado de tono casual para informar que en julio saldría un nuevo Índice, pero de paso para ratificar como válida la cifra de 27 por ciento obtenida por su observatorio, pobreza e indigencia que el gobierno no mide, pero niega.

Y al día siguiente, un par de obispos, el responsable de la colecta de Cáritas y el titular del Episcopado, monseñor José María Arancedo ratificaron varias veces el número: 11 millones y medio de personas están fuera de los mínimos de ingreso, aún con los planes de asistencia social que no se explica, entonces, por qué son tantos.

Para colmo, a Aníbal Fernández se le ocurrió decir, quizás para generar un poco de humo mediático que enmascare otras cuestiones que no convenía ventilar (el caso del Fútbol para Todos, por ejemplo), que se podía demostrar que Alemania tenía más pobres que la Argentina. El jefe de Gabinete no sólo banalizó la cuestión, luego viralizada a través de innumerables ironías por las redes sociales, sino que el gobierno volvió a quedar desairado.

Todas las luces se mantendrán seguramente sobre el trío protagónico de aquí hasta octubre, aun mediando resultados electorales en las provincias.

Al hablar de “un índice de pobreza por debajo del 5% y de indigencia del 1,27%”, no sólo Cristina quedó al borde del ridículo sino que abrió un impensado conflicto.