Entrevista a Juan Manuel Candal

“El siglo XXI pertenece a la mujer”

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JUAN MANUEL CANDAL.

 

Por Augusto Munaro

Con Prisma (Llanto de Mudo Ediciones), el joven escritor y editor Juan Manuel Candal entrega un libro con relatos ingeniosos (e indiscretos), cuyo hilo conductor atraviesa el amor y la voluptuosidad. Una lúcida indagación sobre lo erótico, con un estilo que va del humor amable a la ironía más acerba. El placer visto como la relación entre víctimas y victimarios. Y ese objeto del deseo fantástico, claro, real y mítico que es, y que siempre será: la mujer.

—“Prisma” también fue el nombre de una de las primeras revistas dirigidas por Borges en los años veinte del siglo XX. Según la Drae, significa “triangular de cristal, que se usa para producir la reflexión, la refracción y la descomposición de la luz”. ¿En qué consiste tu “Prisma”?

—El título no es casual y surgió en el cruce de dos conceptos. Por un lado, la idea de una luz temática (la construcción de la identidad a partir de la sexualidad) descompuesta en varias voces y experiencias diferentes. Por el otro, está la idea de que una identidad (ya no sólo en el plano sexual) puede descomponerse en matices que, aunque complementarios, son también contradictorios. Los colores no tienen verosímil: el rojo es complementario del verde, pero ambos son también la cancelación del otro. Los discursos posibles sobre lo que conforma nuestra identidad son múltiples, y todo discurso tiene siempre una pretensión unívoca.

—Leemos en una nota, a modo de epílogo, que algunos de estos relatos fueron escritos en tiempos y circunstancias distintas. ¿Cuáles fueron las ideas que dieron vida a “Prisma”?

—Empecemos en el año 2011. Tenía un vecino, en una de las tantas casas en las que viví en los últimos años, que se la pasaba mirando porno a todo volumen. A la vez, mi situación íntima de pareja se había vuelto casi monástica, y ese contraste -escuchar los gemidos de los parlantes del tipo que vivía arriba- mientras en casa practicábamos ese celibato involuntario, prácticamente dictó uno de los cuentos del libro, pero también, en los meses posteriores a la separación inevitable, tuve mucho tiempo para pensar las abundantes aristas del comportamiento sexual. En todo aquello que hacemos y no hacemos. Yo no creo que seamos algo, creo que hacemos cosas. No me interesa la figura del fetichista, no me interesa clasificarlo, catalogarlo, me interesa el tipo obsesionado con las fotos y las telas, tratar de ver, por un rato, el mundo a través de sus ojos. Cuando noté que tenía, allá por el 2013, varios cuentos con el eje planteado en esta búsqueda, los separé del resto y ahí empezó a armarse Prisma.

—Pasan muchas mujeres, a través de las páginas de estos cuentos. ¿Existen límites para narrar los misterios femeninos?

—Pero fijate que nunca intento narrar desde ellas, excepto el primer cuento, “Réquiem para un caleidoscopio”, y confieso que ese cuento es casi una colaboración, porque hubo una escritora amiga que ayudó mucho a construir la voz de la mujer. Personalmente, no me gusta mucho cuando los hombres intentan recrear supuestos patrones de pensamiento femenino, creo que suelen caer en artificios vacíos. Una cosa que me gusta de este libro es que creo que, sideralmente, logra retratar otro tema que me interesa: la idea de la mujer como una amenaza. Y eso no es casual. El siglo XXI pertenece a la mujer, que se encuentra en un plano renovado y en toda renovación hay una energía más pura e incandescente que en el orden previo. En realidad, creo que la mujer ha sido siempre más fuerte y tiene más resiliencia que el hombre, pero antes el patriarcado funcionaba como una defensa, un escudo para las inseguridades y temores del género masculino. Ahora que esta armadura se termina de abollar, el hombre no sabe bien de dónde agarrarse, ni siquiera cuál es su naturaleza: ya no es necesario como proveedor ni como continuador de la especie. Creo que todos los hombres, lo reconozcamos o no, en cierta medida, les tenemos miedo a esta situación, y por ende, a las mujeres. Y eso era algo que sí quería retratar en el libro.