Un problema en común
Este año se celebraron los 40 años de la creación del primer grupo de Alcohólicos Anónimos en Santa Fe. En la actualidad funcionan tres, con la participación de voluntarios recuperados que ayudan a quienes se acercan para dejar esta adicción.

“Alcohólicos Anónimos (AA) es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo. El único requisito para ser miembro es el deseo de dejar la bebida”. Así reza el Preámbulo de esta comunidad que lleva 40 años de servicio en nuestra ciudad (aunque está en Argentina desde 1952), a través de diferentes grupos, aunque sólo tres funcionan en la ciudad y otro en Santo Tomé.
“No está afiliada a ninguna secta religiosa, partido político, organización o institución, y nuestro objetivo fundamental es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad”, explicaron Marta y Eloy, alcohólicos en recuperación, quienes desde hace varios años vienen prestando un servicio en AA en el Grupo Amistad de Santa Fe y en uno similar de Paraná, respectivamente.
“Nadie es demasiado joven o viejo para tener problemas con la bebida. El alcoholismo es una enfermedad que puede darle a cualquiera. No importa cuánto tiempo lleva bebiendo o lo que haya bebido, sino que lo que cuenta es cómo le afecta”, plantearon. A los grupos concurren voluntariamente personas desde los 16 años hasta los 70 o más, quienes “llegan muy destrozadas por el alcohol, muy lastimadas, heridas, y cuyas familias también están muy dañadas”.
“El encuentro con otros alcohólicos en recuperación es lo que nos beneficia a cambiar nuestra vida, nos sirve para no depender más del alcohol. Es una reunión donde nos ayudamos mutuamente, con nuestras propias experiencias. No tenemos profesionales, sólo contamos nuestro sufrimiento y después compartimos lo que vamos viviendo por medio de doce pasos o tradiciones, como los llamamos, que son los que nos van dando el cambio para una nueva vida. Yo lo estoy experimentando y ya hace muchos años que estoy en esto. No tengo más alcohol en mi cuerpo y como ser humano puedo tener cuestiones emocionales, espirituales, mentales o físicas pero no más alcohol. Lo decidí yo”, testimonió Marta.
Y agregó: “En cada reunión aprendo algo y estoy devolviendo en servicio lo que recibí. Gano en gratitud, en respeto, en confianza conmigo misma y hacia los demás. Es una nueva vida que me entusiasmó desde el comienzo, a pesar de las cosas fuertes y sufrimientos que me sucedieron. Por ejemplo, a los cuatro meses de mi recuperación se suicidó mi marido alcohólico, y en 2003 me sacaron con la inundación del techo de mi casa, en la zona oeste de la ciudad, junto con mis tres hijas. Perdí todo y no tomé. No soluciono nada volviendo a tomar. No me siento canchera, simplemente reconocí, acepté que soy una enferma, y voy tratando día a día de corregirme”.
UNA ENFERMEDAD
Eloy contó que “tengo 12 años de sobriedad pero si tomo algo se prende de nuevo la mecha. En mi estado de alcohólico hacía muchas locuras: además de ser egoístas, con él destruimos todo lo que nos rodea. Hay tres caminos con el alcohol: el hospital, el loquero o la cárcel (a veces se llega a matar sin saber, porque no estás consciente de lo que hacés) y el cementerio (el alchólico deja de sufrir y también todo su entorno). Nos recuperamos de la obsesión que tenemos por beber pero no estamos curados de nuestra enfermedad”.
También explicó que “llegas a AA voluntariamente; es todo si vos querés. Estamos para ayudar a la persona que ya está con el problema y también contamos con programas paralelos para familiares y amigos (Al-Anon)”.
Y agregó: “El alcoholismo tiene tres etapas: la del mono (cuando sos joven todo es diversión, sos el payaso de la fiesta, tomás un traguito y te creés que te divertís y hacés divertir a los demás); la del león o el tigre (nos levantamos chinchudos, malhumorados, todo nos afecta y molesta) y la etapa del chancho (cuando nos abandonamos, como vemos a muchas personas en la calle, sucias). Yo vivía en Capital y dormía en la calle por soberbia, en avenida 9 de Julio y Belgrano. Tenía la ayuda de toda mi familia pero no me dejaba ayudar. Por eso, siempre digo que el alcoholismo es una enfermedad muy ladrona: me roba la dignidad de ser hombre, el cariño y el afecto de mi familia, el trabajo, todo. Entonces, llegás a un estado en que te aislás”.
El alcoholismo es una enfermedad, según lo estableció la Organización Mundial de la Salud. El 10 de junio pasado se cumplieron 80 años de la fundación de AA a nivel mundial. Cuenta con grupos en más de 150 países y, gracias a sus programas, más de 2,5 millones de personas alcohólicas pudieron recuperarse.




