Un drama social sin solución

Santa Fe suma unos 320 ranchos por año y no quedan terrenos para edificar

Las cifras se desprenden del relevamiento constante que realiza el Movimiento Los Sin Techo. Ellos tienen una capacidad de construcción de 80 viviendas por año para marginados. Se necesitan alternativas para construir por la falta de tierra disponible.

Santa Fe suma unos 320 ranchos por  año y no quedan terrenos para edificar

Al margen. La familia Sosa vive en el margen oeste de la ciudad, contra el reservorio, en barrio Villa Oculta. Como otras muchas de la ciudad, habitan una precaria casilla de material, con piso de tierra y techo de chapas viejas sostenidas por neumáticos. Foto: Mauricio Garín.

 

Nicolás Loyarte

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Marcelo y Leonela tienen nada. Se tienen a ellos y a sus dos hijas, Marianela y Nayla, de 4 y 2 años. Después, nada; apenas una casilla precaria de material con piso de tierra y unas chapas viejas en el techo, sostenidas por neumáticos para que no se las lleve el viento, a la que se accede al correr una cortina que hace las veces de puerta de calle. Adentro tienen dos camas “pegadas” junto a un televisor que les muestra cómo vive el resto del mundo, un anafe con garrafa, otra cortina esconde un inodoro apoyado en la tierra, en medio de un basural. Así es el hogar de una de las familias que pertenece al 10 por ciento de la población considerado marginado de la ciudad, sin una vivienda digna, de acuerdo a las cifras con las que planifica sus obras de asistencia el Movimiento Los Sin Techo.

Los nombres de los cuatro integrantes de la familia Sosa están grafiteados en una chapa como conjuro de amor, y en la puerta levantaron un santuario pagano del “Gauchito Gil”. Viven en la desesperanza misma que tiene su dirección en calle Liberación, casa “I-11”. Esto es el margen de la ciudad, contra el reservorio, en Villa Oculta, “por donde parece que Dios no ha pasado”, dice el “Colo” José Luis Zalazar, de Los Sin Techo, que cumple una vital labor social en el barrio. Pese a todo, la sonrisa no se borra del rostro de Leonela cada vez que el reportero gráfico le toma una fotografía.

La desesperanza es aún mayor si se tiene en cuenta que Los Sin Techo tiene en la actualidad la capacidad de construir unas 80 casas por año, mientras que el número de ranchos que se levantan en el mismo período en los márgenes de la ciudad es de aproximadamente 400. En consecuencia, cada año Santa Fe tiene unos 320 nuevos ranchos. Además hay otro inconveniente: en la ciudad ya no quedan terrenos disponibles para la construcción de nuevos barrios.

Para llegar a la casa de los Sosa, que tienen ambos 21 años de edad y hace 5 que están juntos, hay que cruzar la vía del Puente Negro, por Lamadrid, y aparecen las casitas de Los Sin Techo. Se camina un par de cuadras y más atrás se ven los ranchos. Conviene no llegar de imprevisto. Por ello el vecino Juan de los Santos Casco, “El Negro”, fue la llave de acceso, acompañado por su amigo, Zalazar. “Cuando en el año 2000 erradicamos los ranchos, ‘El Negro’ trabajó en la construcción, y quiso que el último rancho que se quemara fuera el suyo”, cuenta el dirigente social. Casco agrega con vergüenza: “Si no, ¿qué iban a decir los vecinos?”.

El sueño del padre Atilio Rosso, líder -ya fallecido- del Movimiento Los Sin Techo, era ver una Santa Fe sin ranchos.

Ese fue el objetivo que se trazó para el comienzo del nuevo siglo y lo pudo ver cumplido. Pero los ranchos volvieron a Villa Oculta, como volvieron a todos los barrios marginados de la ciudad, donde nacen entre 2.800 y 3 mil bebés por año.

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Paisaje desolador. Entre los ranchos, abunda la basura y el barro, junto a chanchos, carros y caballos.

Foto: Mauricio Garín.

Marginados

Los números siguen dejando al margen a Marcelo y Leonela. Ellos no tuvieron la posibilidad de superarse. Su pequeña Marianela (4 años) debió mudarse por unos días a lo de su abuela, que “vive en una casa un poco mejor, en Villa del Parque, porque está enferma” -cuenta su madre- y su vida corre peligro debido a la mugre y el polvo que los rodea. Su padre, Marcelo, se cayó de una moto y tiene un brazo roto. “Me duele mucho y no puedo mover dos dedos, tengo que ir al hospital”, reconoce. Entonces no puede salir a cirujear. Así, esta familia subsiste con la Asignación Universal por Hijo, las nenas se alimentan en la copa de leche y en el comedor comunitario. Ellos tienen un anafe con una garrafa para cocinar a la luz del único farol que cuelga “gratis” desde el techo de chapa (por encima de la casilla pasan los cables de media tensión) y al agua potable la buscan de una canilla que nace de un caño negro que pasa frente a su casilla, a la intemperie, entre la basura descartada y el barro, que es lo que abunda en el paisaje, junto a chanchos, carros y caballos.

En las mismas condiciones que la familia Sosa sobrevive en la ciudad el 10 por ciento de la población, considerados excluidos. Son apenas habitantes a los que “no los alcanza la categoría de ciudadanos”, describe Zalazar, porque no tienen un trabajo estable ni vivienda y, en consecuencia, no acceden al crédito (lejos del Procrear); son jornaleros o subsisten de la basura. Lo único que tienen asegurado es la alimentación gracias a Los Sin Techo, el Estado y la Asignación Universal por Hijo. “Por eso digo que la Asignación (Universal por Hijo) favoreció a los pobres para darles dignidad”, sostiene el representante de Los Sin Techo. “Antes los pobres eran empleadas domésticas o albañiles. Hoy fueron reemplazados por mano de obra calificada. Nadie va a elegir a una mujer que vive en un rancho; no sabe manejar el lavarropas y le crea desconfianza; optan por una estudiante universitaria o un pobre, pero no un marginado. Y los albañiles fueron reemplazados por quienes tienen título técnico, algunos marginados sólo hacen changas como pintores”.

El problema de la tierra

La joven pareja es oriunda del barrio vecino, Villa del Parque, y levantó su casilla donde encontró un terreno disponible. Los Sin Techo explican así cómo se propagan los ranchos y, en consecuencia, la marginalidad en Santa Fe (Ver Vivienda y pobreza). “Primero construyen un rancho en el fondo de la casa de sus padres y si no tienen lugar ocupan lo que llamamos ‘ranchos virtuales’, una piecita adentro de la casa de sus padres, y no se ven”, cuenta Zalazar. Son unos pocos afortunados los que tienen la posibilidad de encontrar un terreno disponible para levantar su rancho porque “ya no queda tierra libre en la ciudad”, cuenta Zalazar.

En todo Santa Fe no hay terrenos disponibles para la construcción de viviendas sociales. Además, unas 10 mil familias construyeron en terrenos privados y no son propietarios de la tierra, según datos suministrados por Los Sin Techo. El ejemplo más elocuente de ello es todo Alto Verde, donde los vecinos todavía esperan poder escriturar. En Villa Oculta la realidad es más precaria. Los vecinos sólo tienen un Derecho de Ocupación. “Corral lleva entregadas 4 mil escrituras en todos los barrios pobres. Este es un sueño cumplido para el padre Atilio Rosso, era algo impensado y hoy es una realidad”, admite Zalazar. En adelante se deberá pensar en otras soluciones al problema de la vivienda social. “Yo veo carros, ranchos y sufrimiento todos los días -continúa Zalazar-. Ayer a la tarde estábamos terminando un plan de viviendas al fondo de Barranquitas Sur, en el margen de la ciudad. Miré los ranchos, los chiquitos congelados de frío en el barro, y como dijo Jorge Cafrune (el payador), pensé: ‘Vi tanta pobreza que yo pensé con tristeza, Dios por acá no pasó’. Subí al auto y llegué a mi casa en 10 minutos, convencido de que estamos viviendo en una sociedad enferma”.

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Subsistencia. Hace un tiempo, Marcelo Sosa se cayó de una moto y se lastimó un brazo pero todavía no fue al hospital. Como no puede salir a cirujear, la familia subsiste con la Asignación Universal por Hijo y las nenas se alimentan en la copa de leche y en el comedor comunitario. Foto: Mauricio Garín

 

Vivienda y pobreza

  • 391.231 habitantes tiene la ciudad de Santa Fe (Censo 2010)
  • 10 mil habitantes no son propietarios de la tierra
  • 15 por ciento son pobres
  • 10 por ciento son marginados
  • Entre 2.800 y 3 mil bebés nacen por año en la marginalidad, en la ciudad
  • 400 ranchos se instalan por año en la ciudad
  • 80 viviendas construyen Los Sin Techo por año

Fuente: Los Sin Techo

 

análisis

por José Luis Zalazar (Movimiento Los Sin Techo)

“El rancho es una tumba”

  • En Santa Fe tenemos al 15 por ciento de la ciudadanía en la pobreza, de los cuales el 10 por ciento son marginados, excluidos. Son los que no ven el partido que vemos todos desde la popular, deambulan por afuera del estadio. En la popular están los pobres, que son a los que la sociedad y la democracia les da herramientas para defenderse.

¿Hasta dónde están los pobres? Hasta calle Lamadrid, San José, Chile, Sáenz Peña, y más allá están los pibes que “no entran a la cancha”, que no entran en ningún proyecto político, social, económico, religioso o deportivo; los que no juegan el partido. Sin embargo Los Sin Techo llegan a todos. Tenemos 25 comedores, 20 jardines maternales, 11 centros de salud, 15 cursos de oficios.

Ese 10 por ciento de marginados de la sociedad vive en unos 3.000 ranchos. Filosóficamente o teológicamente no tiene explicación, porque en democracia se debe integrar a los ciudadanos, y que no sean meros habitantes, y para ello tenemos que darles todos sus derechos. Si no los integramos son números, un habitante más. Pareciera que la pobreza existe porque tiene que estar, es lo normal: existen porque están, estuvieron, algunos se lo merecen...

En la Argentina, en el campo del hábitat, hemos violado todos los tratados internacionales. Si violaste todos los tratados internacionales y me dejaste sin derechos en un rancho, ¿querés que sea un ángel? No nacen ángeles en los ranchos. Nace un tipo especial, con muchos problemas de educación, salud y vivienda. El rancho trae desesperanza, desánimo, el rancho es una tumba. Entonces de allí salen personas violentas. No debemos condenar al tipo que delinque. Tenemos que condenar a la miseria que genera ese tipo de personas violentas. Sufren sin explicación.

La herencia de los ricos es alegría y satisfacción; la herencia de la pobreza es dolor y sufrimiento. Nadie les explica por qué sufren. ¿Por qué violaste todos los tratados y me dejaste tirado en el basural y en un rancho? ¿Quién me explica por qué tengo que estar acá, en un rancho? ¿Quién me explica por qué tengo que humillarme e ir a Cáritas o al comedor de Los Sin Techo?

Nosotros cuando sufrimos lo hacemos con una explicación filosófica, teológica, cultural y económica; ellos sufren sin explicación. Es una violación a los derechos humanos. Somos una sociedad enferma que se ha conmovido con el consumo y el bienestar y se olvidó de la justicia, porque vos no podés convivir con el 15 por ciento de miseria en tu ciudad, a 10 minutos de tu casa.

Hay que conocer esta realidad. Decía el maestro Atilio Rosso que desde la ideología se puede ir a trabajar con los pobres, pero la ideología tiene su límite. Falta la conjunción espiritual, la convicción de pensar: yo lo voy a salvar porque creo que ese tipo es mi hermano. Si me convenzo de que ese chiquito que veo puede ser mi hijo, y hoy la vida me regaló de casualidad que esté acá, voy a resolver el problema.

Hablan de la inseguridad, pero hasta que no se revierta la exclusión y la inequidad, será imposible erradicar la violencia. Muchas veces se acusa de violentos a los pobres, pero sin igualdad de oportunidades es un caldo de cultivo que tarde o temprano explota. Atilio decía en el año 2000: “Si no resuelven el problema de la pobreza en Santa Fe no va a haber reja que aguante”. Quiero reivindicar al cura, mi maestro. Él decía: “Hay que arrimar a los marginados a la orilla de la pobreza. A nadie le gusta vivir de la basura, ni a los de derecha ni a los de izquierda; démosle la dignidad de pobres y después discutamos de ideología”. Su pensamiento estaba diez años adelantado.