En Mosul

Un Radamán asfixiante en Mosul

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Miembros de Estado Islámico destruyen imágenes y esculturas del Museo de la Civilización de Mosul en marzo de este año. También Radamán, el mes sagrado, es aprovechado como ocasión para los atropellos del grupo terrorista. Foto: Archivo El Litoral

 

La prohibición de salir a las mujeres, el veto a los juegos y el cierre de los restaurantes son algunas de las medidas impuestas en Ramadán en la ciudad iraquí de Mosul por los yihadistas, que castigan a los infractores con latigazos y la amputación de miembros.

La celebración del mes sagrado musulmán bajo el dominio del grupo terrorista Estado Islámico (EI), cuya policía religiosa hesba patrulla las calles para asegurar el cumplimiento de las normas, dista mucho este año de los festejos del pasado.

Desde cuarenta latigazos a la amputación de la mano, el EI extiende su política de terror en el mes de Ramadán, período en el que aprovecha además para impartir clases obligatorias de su visión extremista del islam en las mezquitas y reclutar nuevos yihadistas.

“Este Ramadán difiere mucho de los anteriores porque ya no están con nosotros personas queridas y las familias están separadas”, se lamenta Um Moauiya, de 29 años, quien añade que algunos de sus parientes han sido asesinados por los terroristas y otros han huido de Mosul.

Con nostalgia, Moauiya recuerda cómo antes compartía con los vecinos, amigos y familiares las noches de Ramadán y frecuentaba las antiguas mezquitas de Mosul con motivo del rezo nocturno Al Tarauih, propio de este mes. “En cambio, el (Ramadán) de este año no tiene ningún sabor. (Los yihadistas) han destruido las mezquitas de nuestra ciudad y nos prohíben a las mujeres salir a la calle, salvo en caso de extrema necesidad”, denuncia.

Sobre los templos, un clérigo de Mosul, que se identifica como jeque Abu Ali, señala que el EI demolió con explosivos las mezquitas y mausoleos de santos patronos donde los fieles de la ciudad practicaban su culto durante Ramadán. “Ahora, en este mes de ayuno, los yihadistas han obligado a la población a acudir a clases de religión en las mezquitas impartidas por imanes fieles a la organización”, explicó Abu Ali.

Además de continuar con su política de lavado de cerebro, el EI intensifica estos días sus esfuerzos para captar nuevos miembros, ya que el Ramadán es para este grupo un mes de yihad o guerra santa. El jefe del Comité de Seguridad de la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul, Mohamed al Bayati, dice que el mes de ayuno es “una buena época para reclutar nuevos suicidas”, por lo que las fuerzas de seguridad permanecen en estado de alerta en previsión de atentados.

La ciudad se mantiene además desierta durante el día. Los yihadistas prohíben la apertura de los restaurantes, tiendas de zumos y cafeterías antes del ocaso.

A estas restricciones se suma la carestía de alimentos y el alza de los precios, debido al cerco impuesto por las fuerzas de seguridad iraquíes, las tropas kurdas peshmergas y los ataques de la coalición internacional a esta urbe.

El EI ha fijado los precios de algunos alimentos para evitar que se disparen y ha amenazado con aplicar severos castigos como la amputación de manos y latigazos a los comerciantes que infrinjan esta norma.

La escasez y el alto precio de algunos ingredientes han impedido a la población preparar muchas de las comidas y postres típicos de Ramadán, como los dulces zulabia y baqlaua.

Basema Aziz Um Jaldun, una mujer de 35 años, reconoce echar de menos “las apetitosas y ricas comidas” que cocinaba antaño. Ahora, se tiene que conformar con “platos simples”, propios de tiempos de guerra.

Por Yaser Yunes

(EFE)