Editorial

  • A esta altura de las circunstancias, cualquiera sea el veredicto de la Justicia, resultará poco creíble para gran parte de la sociedad.

A seis meses de la muerte de Nisman

Seis meses después de una de las muertes de mayor impacto institucional en la historia argentina, el país continúa su marcha como si nada hubiera pasado. Mientras la causa judicial sobre el caso Nisman ni siquiera muestra atisbos de haber alcanzado algún grado de certeza, sólo queda en pie una generalizada sensación de impunidad. A esta altura de las circunstancias, cualquiera sea el veredicto de la Justicia, resultará poco creíble para gran parte de la sociedad.

Iara Nisman tiene apenas 15 años y es la hija del fiscal fallecido. Durante el reciente acto en el que se recordó a las víctimas del atentado a la Amia -ocurrido el 18 de julio de 1994- ella hizo escuchar su voz: “Les pedimos que nos acompañen y ayuden a encontrar la verdad de lo que pasó con mi papá”. Iara se encontraba rodeada por muchos de los familiares y amigos de las 85 víctimas de aquella explosión que se convirtió en el peor golpe terrorista en suelo argentino.

A todos los une un mismo reclamo. Sin embargo, la ineficacia de la Justicia y las viles intromisiones del poder político, se conjugan para que cualquier ilusión de llegar a la verdad se termine diluyendo en la más dolorosa desesperanza. Así, las heridas continúan inexorablemente abiertas y los responsables de tanto dolor siguen impunes.

La muerte de Nisman no fue una muerte cualquiera. Ocurrió apenas cuatro días después de que denunciara públicamente una supuesta trama de encubrimiento organizada desde el gobierno nacional para proteger a los posibles asesinos de la Amia y, de esta manera, lograr un acercamiento con Irán en materia económica y energética. Sucedió, además, un día antes de que el fiscal se dirigiera al Congreso de la Nación para compartir lo que sabía con legisladores de distintos partidos.

Pocas horas después de su muerte, la presidente Cristina Fernández dijo que se había tratado de un suicidio. Sin embargo, pronto cambió su lectura y afirmó que a Nisman lo mataron. Esto es lo que piensa la mayoría de los argentinos y muchos de los expertos: el perfil de Alberto Nisman y sus movimientos previos al deceso, no se condicen con los de un suicida.

Seis meses después de aquellos sucesos que sacudieron al país, la jueza a cargo de la causa, Fabiana Palmaghini, continúa esperando el dictamen de la fiscal Viviana Fein.

Según una reciente publicación del diario oficialista Tiempo Argentino, la fiscal está convencida de que se trató de un suicidio. Y para explicarlo, analizaría tres escenarios:

1- Que Nisman haya sido utilizado políticamente por sectores interesados en perjudicar al gobierno, pero que finalmente no le entregaron las pruebas necesarias para sostener la denuncia.

2- Que recibió un “carpetazo” con datos oscuros de su vida laboral o privada y que esto lo indujo a pegarse un tiro.

3- Que abrió la puerta de su departamento a alguien de confianza y esa persona fue el mensajero que lo presionó moralmente y lo convenció de que lo mejor era matarse.

A esta hora todo huele a podrido. Nadie puede saber con certeza en qué información confiar. Especialmente, desde que el núcleo político del kirchnerismo se hizo cargo del manejo de la nueva Agencia Federal de Inteligencia (ex Side).

La ineficacia de la Justicia y las viles intromisiones del poder político, se conjugan para que cualquier ilusión de llegar a la verdad se termine diluyendo.