Tañer en las cuerdas de la lengua

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“Poem”, de Gaston de Magalhañes.

 

Por Roberto D. Malatesta

“Lo gris en el canto de las hojas”, de Beatriz Vignoli. Baltasara Editora. Rosario, 2014.

Desde el “explicativo” proemio, Beatriz Vignoli nos dice que su poesía transita la fina línea entre las dos corrientes más vastas de las últimas tres décadas. Se refiere a la poesía en nuestro país, es decir: objetivismo y nueva lírica. Permítaseme ser desconsiderado con la autora. Ya en la primera parte del libro “Albada”, Vignoli pone en funcionamiento ese canto para despertar a los segadores, “No te pierdas de vos. Tu razón es esta música”.

Lo gris del objetivismo, en cuanto a palabra disecada y distante, es sólo ese canto de las hojas, hermosísimo poema, donde nos despierta a una palabra olvidada, canto como el opuesto al lomo de un libro, allí donde la pátina del uso se acumula y los ausentes, y bien amados, lectores se niegan a partir, bienvenido sea. En tanto la nueva lírica es palpable, nunca etérea, de esta forma estalla en un “Es como haber vivido entre cadáveres / sin vos soy un mero animal que come lo que encuentra”, un giro casi carveriano, hombre, me estoy refiriendo a Raymond Carver, destacado por dejar el “yo” en el mismo cuerpo del poema -motivación no muy objetivista-, quitarlo en los relatos.

Y así la primera parte, una poesía que más que reclamar ausencias expone siempre, desde el tenso hilo verbal del canto, la intemperie de una mujer sedienta. Espejos lacanianos, dureza donde se constata haber vivido.

Refinería, segunda parte, trae una añoranza, un sabor a Almagro, el primer libro de B.V., y trae la luz sobre las cosas; pero la foto en blanco y negro, lenguaje elemental que cede los colores al lector, y, ciertamente, a quien se le han muerto muchos, es “muchos”. En esta sección el poema refinería, uno de los mejores, se pregunta lo imposible en el terreno de lo posible, bolsas de basura y meadas en el piso les sirven a su poesía. Nada se mezquina.

En la tercera sección, “Jironada”, está el espléndido poema “Morir, soñar, morir de algo que nombra” dedicado al malogrado Omar Emir Amor, ni falta que hace el verdadero apellido, que ella recita tan bien, de memoria, ah olvidada costumbre, y poemas que nos vuelven a la idea, casi cinematográfica, de que los perdedores, me refiero a “telegrama”, son los verdaderos interesantes de la historia. En fin, donde un objetivista diría: “el futuro clausurado” B.V. entrega un hermoso endecasílabo, todavía se disfrutan: “tampoco ha de llegar lo que no espero”.

Bien, qué bueno que los más jóvenes inviten a los festivales a Beatriz Vignoli, quizás sólo faltaría que la lean.