De “Lo gris en el canto de las hojas”

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Beatriz Vignoli

(2000).

Foto: Enrique Butti

 

Por Beatriz Vignoli

Estación

Es como haber vivido entre cadáveres.

Sin vos soy un mero animal que come lo que encuentra.

Me duermo en el asiento y te imagino

como un quicio en torno al cual el mundo suavemente gira

sin que importe tu silencio y suficiente sea con tu presencia.

Suena una triste canción de amor en la estación desierta,

y ahora estás tú sin mí, la tararean todos los niños huérfanos.

Difícil va a ser verte con las córneas ardidas por la espera

pero no te abandono. Quedate como puedas.

Comparto lo que hay.

Lo gris en el canto de las hojas

¿Qué es un muerto?

Es un montón de ropa vacía.

Vacía pero con el olor de un cuerpo

que ya no dice nada. No es la sangre

de los muertos el problema. El problema es

la grasa,

la grasa de los muertos que queda en las cosas que tocaron:

las asas de madera, lo gris en el canto de las hojas

del libro de cabecera o la guía de transporte urbano.

Todo eso huele y duele: el rastro del sudor y de

las manos

de quien ya no se queda pensando bajo el agua,

el silencio

de quien ya no tiene planes. Antes de matar,

tengan piedad

de quien sea que vaya a abrir ese ropero

la mañana después;

piedad por quien halle la estela funeraria

de inservibles corbatas,

algunas con bordes grasientos y raídos

allí donde antes rozaban la nuca como

una caricia.