José de Moldes

Un inesperado duelo

Por Zunilda Ceresole de Espinaco

Hijo de don Juan Antonio Moldes y de doña María Antonia Fernández, nació en Salta, José de Moldes, el 1º de enero de 1785. Su padre, junto a su socio y amigo don Pedro Antonio Gurruchaga, fue uno los dueños de las casas comerciales más importantes de América del Sur, por lo que se crió en un hogar con mucha holgura económica. En esa época, los cargos nobiliarios eran ocupados por españoles que llegaban desde las cortes, en tanto los cargos administrativos en España eran ejercidos por jóvenes y adinerados americanos.

Como tantos otros hijos de América, José de Moldes partió en compañía de dos de sus hermanos hacia España en 1797; lo hizo por razones de estudio, mas también para que familiarmente establecieran nuevos nexos comerciales.

Un año antes de la Revolución de Mayo, es decir en 1809, José estaba en Madrid gestionando su ingreso a las reales “guardias de corps” que se encargaban de la custodia y defensa del monarca; por sus óptimas condiciones en el manejo de armas y su esmerada educación, el joven salteño confiaba en ser alistado.

En esa instancia fue entonces que llegó a España en cumplimiento de una misión especial ordenada por el emperador Napoleón I y el general Requiers, reconocido por su ilustre prosapia y probada valentía. El ministro de Estado ofreció en su honor un banquete al que asistieron numerosos invitados entre los cuales, estaba Moldes. Transcurría la conversación en la fiesta de manera amena, cuando dando muestras de una desmesurada petulancia y de una ausencia total de tacto, el agasajado expresó que en el mundo nada ni nadie podía oponerse a la omnipotente voluntad del emperador, cuyos ejércitos dominadores de Europa, sojuzgarían a España y a sus colonias en un instante si aquél se los ordenaba. De inmediato, Moldes, sintiéndose hondamente afectado, le replicó que lo creía difícil, porque los ingleses habían tratado dos veces de apoderarse de Buenos Aires y sólo les quedaron malos recuerdos en ambos intentos.

La respuesta del francés fue que poco valían los ingleses, pero que no obstante, él nunca pudo comprender cómo pudieron ser vencidos por una plebe amodorrada e inculta. Sacudido por la ira, Moldes en tono áspero y altivo le aclaró que esa plebe tenía un pecho más noble y fuerte que el de todos los serviles esclavos del tirano de Europa y se lo iba a probar a él. E inmediatamente, el joven salteño asestó un tremendo puñetazo al imprudente embajador haciéndolo caer.

Semejante suceso derivó en la concertación de un duelo que se llevó a cabo en la alborada del día posterior al hecho.

El avezado esgrimista francés ostentó en su pecho dos heridas de sable que le ocasionaron la muerte; fue la sangre del general Requiers la primera en ser vertida en defensa de su patria por José de Moldes, quien se convirtió más tarde en guerrero de la independencia de su tierra natal, destacándose por su fervor, audacia y accionar aguerrido.