En plena campaña electoral

Mesa de café

Remo Erdosain

—Lilita Carrió lo trató a Scioli de imbécil... esa Gorda está más loca que una cabra -comenta José apenas llega a la mesa.

—¿Vos estás tan seguro de que está equivocada? -pregunta Marcial, mientras me guiña un ojo.

—Como dijo Aníbal Fernández: a nadie se le niega un vaso de agua y una puteada de Carrió.

—¿No tenés una referencia moral más elevada para citar? -pregunto.

—Reíte de él -acota Abel- y cuando menos te des cuenta es gobernador de la provincia de Buenos Aires.

—¿Será ése el futuro que le aguarda a esa desdichada provincia? -comento.

—Vos decís que ella es loca y nadie te dice nada. Lo mismo dice Aníbal Fernández que nunca se priva de nada. Sin ir más lejos, el otro día se la agarró con Mirtha Legrand y la acusó de no controlar sus frenos inhibitorios, justamente él, la persona menos indicada para hablar de frenos inhibitorios.

—Lo único que falta es que ahora la defiendan a Mirtha Legrand, una tilinga, una señora gorda, una cómplice de la dictadura... -acusa José.

—Lo que digo -explico- es que Mirtha Legrand tiene derecho a dar su opinión. ¿Que es de derecha? ¿Y si lo fuera qué tiene de malo? ¿O acaso está prohibido en democracia ser de derecha?

—A mí lo que me resulta patético -exclama Abel- es que los señores K se molestan porque lo trataron de imbécil a Scioli, mientras que en su momento a un fiscal asesinado lo acusaron de homosexual, drogadicto, lujurioso, farsante; y el señor Fernández no vaciló, con la sutileza que lo distingue, de acusarlo de turro.

—Supongamos -reflexiona José- que tengan razón, que los kirchneristas somos agresivos, violentos, injuriosos, supongamos eso y mucho más, pero entonces, ¿no les corresponde a ustedes trabajar y expresarse con miras más elevadas? ¿O lo que quieren es hacer lo mismo que nosotros pero con un signo gorila?

—Ser lo mismo que ustedes es algo que nunca vamos a lograr, ni aunque estudiemos años para eso. A ustedes, en lo suyo, no los supera nadie -observa Marcial.

—Lo que digo, para ponerle punto final al tema -replica José- es que no me parece de buen gusto ni compatible con una ética republicana insultar a nuestros candidatos, insultarlos como lo hizo Carrió una vez más diciendo que Flores perdió la mano trabajando mientras que Scioli la perdió jugando con su lancha.

—¿Y acaso no es cierto?

—No viene al caso si es cierto o no; se trata de una imputación de mala fe o de una humorada macabra.

—Ponele que en su carácter de opositora, a Carrió se le haya ido la mano, ponele eso y todo lo que quieras, pero te recuerdo que los primeros que empezaron a burlarse del brazo de Scioli fueron su compañero Randazzo y la alegre claque de Carta Abierta. Lo que pasa es que a ustedes por ahora no les conviene que les recuerden que alguna vez dijeron que Scioli era de derecha, gorila y no sé cuántas bellezas por el estilo.

¿Y qué me cuentan de las gambetas ideológicas de Macri? -pregunta José, deseoso de cambiar de tema.

—Lo que te puedo decir -subraya Marcial- es que el hombre ganó en la ciudad de Buenos Aires de punta a punta y les ganó a todos juntos, incluso dando la ventaja de llevar un candidato con menos carisma que un corcho.

—Pero no es de eso de lo que yo estoy hablando; de lo que estoy hablando es de su defensa de Aerolíneas Argentinas, su apoyo a la Asignación Universal por Hijo y su imprevista simpatía por los jubilados e YPF.

—Macri aclaró sus palabras -explica Abel- y las aclaró bien. Además, hoy Aerolíneas Argentinas debe seguir en manos del Estado sí o sí, porque en las condiciones que la va a dejar el compañero Recalde no la van a querer comprar ni para jugar a los avioncitos en Disneylandia. O sea que sí o sí Aerolíneas debería seguir en manos del Estado hasta que sea posible sanearla un poco y llegado el caso venderla en condiciones favorables para la Argentina.

—Macri alguna vez dijo que estaba de acuerdo con privatizar.

—Como ustedes alguna vez privatizaron a YPF y después la estatizaron, pagando un ojo de la cara y tal vez en algún momento la vuelvan a privatizar.

—No sé quién decía que cuando Máximo era niño podía jactarse de ser el hijo del privatizador de YPF; años después podía jactarse de ser el hijo adolescente del estatista de YPF y si lo apuran en la primera de cambio vuelven a plantear la privatización.

—¿Y ahora en qué anda Máximo? -pregunta Abel.

—Está jugando a ser candidato a diputado nacional -responde Marcial.

—No juega, milita a favor de esa candidatura -responde José-, Máximo va a ser diputado y no te extrañe que sea el presidente del bloque.

—En la Argentina que vivimos desde que ustedes son gobierno, no hay nada que extrañe, que sorprenda, que llame la atención.

—Yo creo que como van las cosas, estos muchachos K -augura Abel- no llegan a fin de año.

—Ustedes, desde que asumió Néstor hace doce años, vienen diciendo que la economía revienta el mes que viene y acá los únicos que revientan de rabia y envidia son los gorilas, a los que muy a su pesar no les queda otra alternativa que admitir que en la Argentina se está viviendo mejor.

—Con más de once millones de pobres -resalta Abel.

—Esa es una cifra manipulada para desprestigiarnos.

—Si alguien manipula esas cifras, ese alguien es el Papa Francisco, algo que yo no creo. Aunque ustedes con el Papa admitan que han tenido una relación complicada: primero era el líder de la oposición, y ahora resulta que es un compañero de la causa nacional y popular.

—Creo -reacciona José- que sobre estos temas se pueden decir muchas cosas, pero nunca está de más desear que los que menos tienen vivan mejor y que si bien jamás vamos a tener una sociedad perfecta, podemos aspirar con justa razón a vivir en una sociedad un poco más solidaria, más justa, menos violenta.

—Yo creo que con el peronismo gobernando ninguno de estos objetivos son posibles. Y a las pruebas me remito.

—¡Y después se enoja cuando le digo gorila! -exclama José.

—No me enojo, pero me parece que estos temas que nos enfrentan a nosotros ya están agotados y los únicos que nos ocupamos de ellos somos los veteranos de más de sesenta años, porque los pibes jóvenes están en otra y no sé si no hacen bien en estarlo.

—Me parece -digo- que mal podemos hablar de las posibilidades de la juventud en un país donde hay alrededor de dos millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan ni tienen ganas de hacerlo.

—Ése es legado que nos deja la Señora -comenta Marcial.

—No comparto -expresa José.

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