Espacio para el psicoanálisis

La sociedad del cansancio

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“Las tres sombras”, de Auguste Rodin.

 

Por Luciano Lutereau (*)

En el libro La sociedad del cansancio (2012), Byung-Chul Han expone algunas coordenadas de la sociedad de nuestro tiempo. En nuestros días, el primer encuentro entre dos personas, la conversación anónima que, por cortesía, instala la pregunta: ¿cómo estás?, redunda en una respuesta unívoca: “Cansado”.

Si en tiempos de Freud el síntoma era una respuesta a un conflicto, éste tenía una textura particular: el carácter problemático de la asunción sexual, la dificultad para encontrar la determinación de un ser-para-el-sexo en una sociedad fundada en ideales definidos. La sociedad decimonónica tenía entonces un presupuesto específico, la distinción entre lo público y lo privado, y el síntoma descubierto por Freud era un modo de tratar esta división.

No obstante, en nuestra época, ¿hasta qué punto esa distinción sigue vigente? Acaso, ¿la exhibición de la intimidad no se ha convertido en una frontera móvil? Y algo semejante ocurre en el campo del trabajo; la flexibilización laboral no sólo incumbe a la precarización creciente y la falta de estabilidad (en un mundo cada vez más desigualitario), sino que incluso quienes trabajan lo hacen ya de forma inespecífica. De acuerdo con R. Sennett, las condiciones laborales contemporáneas no pueden reconducirse al modelo clásico de la burocracia administrativa weberiana. Es excepcional que alguien ingrese a un trabajo hasta su jubilación; incluso quienes hoy se jubilan lo hacen para seguir trabajando...

Los efectos de estas modificaciones son notables y no necesariamente negativos. En principio, respecto de la condición biológica de la existencia, si en otra época una persona de 65 años era considerada “vieja” (un “abuelo”) sólo era por su retiro del ámbito productivo. La situación actual inaugura un margen mayor de libertad y proyección. No obstante, esta maximización del ser-para-producir lleva también en los últimos años a un imperativo que retorna como mensaje invertido: la producción constante, que indetermina la perentoriedad que en otro tiempo tenía la posición sexuada. ¿Qué no puede postergarse o diferirse en nuestros días en pos de un crecimiento laboral o profesional? Instituciones como el matrimonio y la paternidad demuestran una insoportable levedad eventual en nuestros días.

Ahora bien, la otra cara de la sociedad del cansancio es la extinción creciente de la experiencia. En otro tiempo, por ejemplo, las vacaciones eran un momento privilegiado en que “pasaban cosas”; no sólo se acostumbraba tener una mayor predisposición a la aventura, a volver transformado (por un “amor de verano”, “nuevos amigos”, etc.); incluso se ha modificado el tiempo dedicado a vacacionar (no sólo por su duración, cada vez menor, sino por el hecho de que la tecnología posibilita que podamos irnos y seguir presentes en nuestros lugares habituales), al punto de que las de hoy quizá ya no sean vacaciones sino para usar un término corriente “escapadas”. Vivimos escapando, en busca de un lugar al que queremos ir para de acuerdo con otra expresión común “no hacer nada”. Se busca salir del agotamiento por la vía de la inacción, como si no hubiera algo más cansador que descansar. Lo demuestran nuestros deprimidos, medicados y abúlicos, que duermen y no sueñan, que pueden pasarse el día en una cama.

Nuestra sociedad de los deprimidos no es la de los neuróticos freudianos. Stress, Burn out, el capitalismo actual escrito en clave norteamericana desde Imperio (2000) de M. Hardt y T. Negri nos ofrece diferentes términos con los que nombrar ese imperativo que una publicidad local expone con el slogan: “El dolor para, vos no”.

(*) Doctor en Filosofía y magíster en Psicoanálisis por la UBA, donde trabaja. Autor de varios libros, entre ellos: “Los usos del juego” y “La verdad del amo”.