LA SINFÓNICA CON CAROLINA MAZALESKY

Del violín al corazón

El concierto será mañana a las 21 en el Centro Cultural Provincial. El repertorio consta de obras de Johannes Brahms y Antonín Dvorak. La violinista argentina radicada en Viena tendrá su primera experiencia junto a los músicos del organismo santafesino.

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Nacida en 1989, Carolina Mazalesky es una de las violinistas argentinas más reconocidas en los escenarios europeos. Foto: Gentileza producción

 

Juan Ignacio Novak

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Bajo la dirección de la maestra Alejandra Urrutia, la Orquesta Sinfónica Provincial ofrecerá un nuevo concierto de temporada. Será mañana a las 21 en el Centro Cultural Provincial (Junín 2457), con entrada libre y gratuita. Como solista invitada, participará la violinista Carolina Mazalesky. El programa previsto estará conformado por el “Concierto para violín en re mayor Op. 77” de Johannes Brahms y la “Sinfonía Nº 8 en sol mayor Op. 88”, de Antonín Dvorak. Por primera vez, esta violinista argentina radicada en Viena compartirá el escenario con el ensamble musical santafesino. “Toco el violín porque él me tocó a primero a mí en el corazón”, aseguró Mazalesky a El Litoral en una entrevista vía mail.

—En el concierto junto a la Orquesta, interpretará el “Concierto para violín en re mayor Op. 77” de Brahms ¿Qué significa para usted interpretar esta obra? ¿Figura Brahms entre los autores sobre los que profundizó?

—La obra de Brahms desde el punto de vista solístico siempre será algo muy complejo, más que nada porque no se trata de un rol al que normalmente un violinista está acostumbrado. Muchos sostienen que Brahms no ha escrito conciertos sino symphonias con instrumento solista. La también llamada sinfonía concertante no es lo mismo que Brahms propone, es un entendimiento mucho más profundo del instrumento solista como instrumento orquestal y viceversa. El solista debe tener la sensibilidad instintiva de saber cuándo debe dominar y cuándo debe subordinar. A esto se suma el virtuosismo extremo que la obra presenta: el sentido de la sensibilidad estilística austríaca y alemana hacen de esta pieza una de las más temidas, sin lugar a dudas.

—¿Qué cualidades valora en la Orquesta de Santa Fe?

—Es mi primer concierto con esta agrupación, tengo muchas expectativas. Estoy al tanto de que la maestra Urrutia también es violinista y estoy segura de que esto puede servir de conexión al momento de abordar una obra de semejante arquitectura musical, cuya interpretación siempre será un gran desafío.

—¿Qué mirada tiene sobre la actualidad de la música académica argentina, en relación con otros países del mundo donde se ha presentado y realizado estudios?

—Hace más de seis años que vivo en Europa y no creo que pueda tener una opinión objetiva sobre la situación actual. Por mi parte, estoy dando todo de mí con un gran proyecto que sería el Festival Internacional de Música de Cámara Vienas Aires, un puente cultural entre estas dos ciudades. Es un proyecto muy ambicioso pero soñar siempre fue mi destino.

—¿Qué le recomendaría al público santafesino para que pueda apreciar en todas sus aristas el concierto?

—Creo que muchas veces la gente se confunde, el concierto clásico es un acontecimiento muy diferente de otras exposiciones artísticas. La música es la más inmaterial de las artes, un lenguaje no verbal e iconográfico. El concierto clásico es una experiencia muy espiritual. En muchas culturas, la música es el medio que Dios utiliza para comunicarse con el hombre. Yo creo que el verdadero significado del concierto clásico es una revelación trascendente de aquello que no puede ser expresado con palabras. Hay que dejarse educar el alma.

Las obras

  • En el repertorio confluirán obras de dos compositores europeos del posromanticismo. El “Concierto para violín en re mayor, Op. 77”, de Johannes Brahms fue escrito en 1878, dedicado por el autor a su amigo Joseph Joachim. Este último lo estrenó el primer día de 1879, con el compositor en la conducción de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig.

En tanto, la “Sinfonía Nº 8 en sol mayor, opus 88”, de Antonín Dvorak, data de 1889 y está integrada por cuatro movimientos. El estreno se realizó en Praga e n febrero de 1890, bajo la dirección del propio Dvorak y se volvió a interpretar en Londres un año más tarde.