La vuelta al mundo

Leopoldo López, mártir de la democracia

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La injusta condena contra el opositor venezolano fue rechazada por dirigentes democráticos de todo el mundo (entre los vergonzosos silencios: el de Argentina). La esposa de López, Lilian, es quien encabeza hoy las movilizaciones reclamando la libertad de su marido. Foto:efe

 

Calificar a Leopoldo López como un mártir de la democracia puede que suene como una consigna algo emocional, pero palabras más palabras menos lo cierto es que uno de los principales dirigentes políticos de la oposición fue condenado en un juicio amañado y tramposo a catorce años de prisión. Mártir, víctima o rehén, lo seguro es que la situación de López es trágica y así la viven sus familiares, sus seguidores políticos y todas las personas que en América Latina y en el mundo están preocupados por la vigencia de las libertades públicas o rechazan las conductas despóticas de los gobernantes, en este caso, de la claque política venezolana cuyo perfil dictatorial parece ser cada vez más evidente como muy bien lo señalara en estos días el dirigente socialista Felipe González.

El pasado jueves a la noche, la jueza Susana Barreiros leyó la condena contra López y tres estudiantes. Barreiros es una jueza provisional de treinta y cuatro años que reemplaza a la jueza María Lourdes Afiuni, depuesta de su cargo en 2007 por decisión de Chávez, quien no sólo exigió que dejara de ser jueza sino que, además, se dio el lujo de proponer el tiempo de condena: treinta años de cárcel, dijo a los gritos. Y después los chavistas se enojan cuando los acusan de dictadores,

La doctora Afiuni fue a prisión y estuvo allí casi cinco años. El cáncer sensibilizó a los delicados carceleros chavistas, motivo por el cual en la actualidad “disfruta” de la detención domiciliaria, mientras la persona que la reemplaza es la señora Barreiros. Por supuesto que la mencionada profesional no lo hace con inocencia. La joven jueza ya demostró con creces su buena voluntad con el régimen y, por si alguna duda quedaba, su reciente fallo probó que la señora es una funcionaria leal al régimen, siempre dispuesta a hacer lo que le ordenan, algo así como una jueza militante. Son esos méritos, los que le han valido el “premio” de ser designada cónsul en Chile, designación que dirigentes socialistas, conservadores y democristianos chilenos han dicho que no van a avalar. En la misma línea, se han pronunciado personalmente los ex presidentes Eduardo Frei y Ricardo Lagos.

Barreiros es algo así como la versión femenina y en clave caribeña de Oyarbide en la Argentina, es decir, forma parte de la falange de jueces alcahuetes y serviles que los regímenes populistas saben forjar con tanto esmero. A favor de Barreiros, lo único que podría decirse en tono compasivo es que la presión política del chavismo sobre los jueces es tan grande que muchas alternativas no les quedan, salvo correr la suerte de la jueza Afiuni.

Poco antes de dictar su condena, López hizo uso de la palabra y esto fue lo que le dijo a Barreiros: “Si la sentencia es condenatoria usted tendrá más miedo de leerla que yo de escucharla, porque usted sabe que soy inocente”. En términos parecidos se expresó el abogado Álvaro Albornoz, profesor de la jueza: “Yo no te enseñé en la facultad de Derecho a violar las leyes”.

¿Es culpable Leopoldo López de los delitos que le imputan? Según el fallo de la benemérita Barreiros, el dirigente opositor es culpable de instigación pública, daño a la propiedad, incendio intencional y asociación para delinquir. La principal prueba en su contra han sido los grafitis pintados en las paredes convocando a derrocar al gobierno en esas jornadas de movilización popular y estudiantil contra el régimen que se prolongaron durante casi tres meses y que, además de los cuarenta tres muertos, sumó más de mil heridos y alrededor de cuatro mil detenidos.

Respecto de los grafitis, el abogado de la defensa se encargó muy bien en explicar que pueden haber sido pintados por los propios chavistas para montar su provocación. En cualquiera de los casos, no se puede hacer responsable a un dirigente nacional por pintadas que se hicieron al calor de una movilización donde predominan activistas juveniles cuya tendencia a radicalizar sus consignas es muy conocida.

Tan desopilante como el tema de los grafitis, es la imputación acerca del uso por parte de López de tuits con mensajes subliminales convocando a la violencia. La sensibilidad y la percepción de la justicia chavista en este punto llega a ser conmovedora y exquisita. El argumento de lo “subliminal” transformado en prueba condenatoria sienta un precedente nuevo en los anales del derecho que sólo el régimen chavista es capaz de promover.

A lo largo del juicio, la fiscalía presentó testigos destinados a justificar la condena. El problema es que a la defensa no le dejaron presentar los suyos o, para ser más precisos, le rechazaron cincuenta y ocho de los sesenta testigos, un verdadero récord en la materia. Para despejar cualquier duda al respecto, el juicio se realizó a puertas cerradas, sin la presencia de público y ni de periodistas.

Como se recordará, las movilizaciones iniciadas en febrero de 2014 se extendieron durante casi tres meses. La violencia callejera se cobró más de cuarenta muertos de un lado y del otro, pero lo interesante del caso es que para entonces López ya estaba detenido, detención que se produjo el 19 de febrero, momento en el cual decidió presentarse ante la Justicia para dar cuenta de sus actos.

¿Error o acierto? Muchas alternativas no le quedaban, salvo la de exiliarse, gesto que los chavistas hubieran aceptado encantados. Sin embargo, López no sólo se negó en aquel momento a abandonar el país, sino que ya en la cárcel rechazó los cantos de sirena de sus carceleros sugiriéndole que si se iba al extranjero se olvidaban de los supuestos agravios y se detenía el juicio.

Leopoldo López nació en Bogotá en abril de 1971. Perteneciente a lo que podría llamarse una familia patricia venezolana, una familia que se jacta de contar entre sus antepasados a Simón Bolívar. Hizo sus primeros estudios en Venezuela pero luego los completó, académicamente hablando, en Estados Unidos. A los veintinueve años de edad fue electo alcalde del municipio de Chacao, responsabilidad de gestión que ejerció durante dos períodos y que le valió ser reconocido por los organismos internacionales como el tercer alcalde del mundo.

López tuvo un elevado protagonismo en las refriegas de 2002, momento en el cual se distancia definitivamente de Chávez, quien lo acusó de cómplice de una intentona golpista. Lanzado de lleno a la política padeció persecuciones, proscripciones y hasta ataques mediáticos impiadosos. En esos años de lucha, se casó con Lilian Tintori, con quien tiene dos hijos. Su esposa Lilian es la que hoy encabeza las movilizaciones reclamando la libertad de su marido. En la actualidad, el partido que lidera López se llama Voluntad Popular y es una de las fuerzas integrantes de la coalición MUD, algunos de cuyos referentes destacados son Henrique Capriles, alcalde de Miranda; Corina Machado, inhabilitada para presentarse como candidata, y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, también censurado por el régimen.

A los problemas políticos internos de Venezuela, se suman las presiones externas. Si bien los presidentes de la región han hecho un prudente silencio, en algunos casos en nombre de los acuerdos diplomáticos y en otros porque sencillamente avalan las decisiones de Maduro, no se debe perder de vista que destacados dirigentes políticos han criticado la condena contra López.

Al respecto, corresponde señalar que hacía años que una condena contra un opositor no provocaba reacciones tan airadas a pesar, incluso, del silencio cómplice de algunos gobiernos, entre los que lamentablemente, debe destacarse el argentino, silencio en este caso acompañado por el mutismo de los organismos de derechos humanos locales, alineados al poder y, en algunos casos, escandalosamente corrompidos por el régimen kirchnerista.

López le ha dicho a su esposa y sus hijos pequeños que resistan con valor, que no falta mucho para que la libertad retorne a Venezuela. Su condena, más que una expresión de fortaleza del régimen es una manifestación de su debilidad. El chavismo que está transformando a Venezuela en una inmensa y patética villa miseria, presiente que sus horas políticas están contadas. Podrá corromper jueces, inhabilitar candidatos opositores, expulsar colombianos pobres y apalear disidentes, pero muy a pesar suyo la hora de la libertad se acerca.

por Rogelio Alaniz

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