El arte del encaje y el encaje en el arte

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Las tendencias para la primavera-verano 2015/16 nos traen una importante presencia de encajes en detalles y vestimenta tanto para el día como para la noche, razón por la cual, intentaremos aquí ahondar en este textil.

TEXTOS. ALICIA GARCÍA Y PATRICIA VASCONI.

El encaje es una pieza claramente decorativa que, a partir de la existencia y yuxtaposición de espacios abiertos y cerrados, genera un interjuego figura-fondo marcado por la ambigüedad. A diferencia del bordado no requiere de una tela de base ya que lo es por sí mismo.

Históricamente, se han desarrollado dos tipos de encajes: a bolillos y con agujas. El primero y más antiguo se trabaja con diferentes hilos enrollados en palitos de madera (bolillos) que se van entrelazando sobre una almohadilla y, de este modo, formando las figuras como se indica en un patrón; en el segundo, se avanza con un solo hilo que va recorriendo el dibujo, por medio de una aguja, de un punto a otro.

El encaje fue una labor absolutamente artesanal y muy costosa hasta el siglo XIX, en que apareció la máquina (1) apropiada para tejerlo. Por esta razón fue un inequívoco indicador de posición social. Sólo las clases nobles y, más adelante la burguesía, podían adquirirlo. La emergencia de la tecnología en el campo textil democratizó su uso aunque, y esto hasta el día de hoy, existen diversas calidades de encajes que siguen marcando status.

VESTIGIOS MÁS ANTIGUOS Y EVOLUCIÓN

Si nos preguntamos por su origen la respuesta más habitual que aparece es la que ubica su nacimiento en Venecia, a mediados del siglo XVI, de donde luego pasa a Flandes y al resto de Europa. La presencia de la labor del encaje, en esos primeros siglos, está registrada en el arte, siempre testigo de un contexto. Así observamos, por ejemplo, una obra de Johannes Vermeer (fig. 1), La encajera (1669-1670). Representa en una escena de interior a una joven inclinada sobre el almohadón del encaje de bolillos, con un cojín de costura y diversos hilos. En el rostro cae la luz dejando parte en un plano de sombras, focalización lumínica propia del estilo barroco. La pared lisa centra el interés en la encajera. La modelo está abstraída de la mirada del pintor y del observador, reforzando su concentración en la labor. El artista holandés capta la dedicación de la mujer como símbolo de la virtud doméstica de la laboriosidad.

El nacimiento del encaje al que aludíamos más arriba es una afirmación exacta si tomamos el inicio de la encajería como oficio organizado, demandado por el reciente surgimiento de la moda, como sistema de producción y comercialización. Pero una búsqueda más profunda nos informa de vestigios más antiguos que constituirían el historial de esa labor. El antecedente más lejano nos sitúa en el neolítico español desde 5500 a 4900 a C- en un enterramiento colectivo encontrado en la Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada). Allí se hallaron esqueletos con sus fardos funerarios -vasijas de cerámica, tejidos, adornos, etc.- en buen estado de conservación por las condiciones ambientales. En un particular grupo conformado por una mujer en el centro y otras doce rodeándola posiblemente sus servidoras- se observó que todas llevaban las cabezas cubiertas con tocados y el cuerpo con mantos realizados en esparto (2). Los tejidos dan cuenta del manejo de técnicas de proto-encajes consistentes en calados y rellenos dispuestos en hileras alternadas. Para confeccionarlas se usó el anudado de las fibras vegetales mencionadas.

También, en las tumbas egipcias se han encontrado momias con cofias y túnicas adornadas, con trabajos atribuidos a bolillos que fueron difundidos, cuando Egipto pasó a ser colonia romana, por todo el territorio que ocupó el Imperio. La momia (fig. II) pertenece a la esposa de un sacerdote de la XXV Dinastía, hacia el 700 a.C. Se observan las envolturas exteriores de la ropa de color rosa, con una red de cordón en azul y cuentas de fayenza (3), y adornada con el escarabajo alado y los cuatro hijos del dios Osiris. (Origen: Tebas, Deir el-Bahari, el templo de Hatshepsut).

El vestido de la fig. III data del 2649-2134 a. C, está realizado en cuentas sobre un patrón de rejilla con un diseño de retículas romboidales. Tradicionalmente se usaba sobre una funda de color blanco y es una obra maestra del diseño egipcio antiguo. Al lado del vestido, una figura femenina pintada sobre madera (fig. IV) demuestra la creatividad del diseño a la hora de vestir a sus dioses; la figura es la de la diosa Nut, 3000 a. C, con un vestido delicado, probablemente una réplica del de las cuentas.

Por su parte los asirios (1350 a 612 a.C.), en el norte de la Mesopotamia, usaron chales rectangulares tejidos en lana o lino terminados en los que fueron los primeros flecos de la historia, formados a partir del entrelazamiento de hilos que luego llegaron, por el comercio de los fenicios (4), a la zona del mediterráneo.

Volviendo al registro español (5) recogemos las esculturas que representan las damas oferentes -de Elche, de Baza y de la Cueva de los Santos- vestidas a la usanza ibérica de los pueblos del sureste de España. Las tres llevan tocados terminados en ondas, sugiriendo inequívocamente la presencia de encajes que, con el correr del tiempo, aparecerán en velos y mantillas. La dama oferente del Cerro de los Santos, una de la más destacadas, conocida como la “pequeña damita” (Fig. V), corresponde al Ibérico romano del siglo IV a. C. IV d. C, depositadas actualmente en el Museo de Albacete, España.

Otro hilo conductor de esta evolución es la palabra “macramé”, con que se designa al tejido hecho a mano con hilos o cuerdas gruesas que se entrelazan en forma similar al encaje de bolillos, proviene de la voz árabe migramah con la cual se designa al fleco ornamental de hebras anudadas. Esta técnica es introducida por los árabes en España durante su invasión a la península que duró desde el año 711 hasta 1492, momento en que el último rey Nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos. También llegó por la misma vía el encaje macuco, que significa gancho y deriva de las redes de pesca. De este modo el encaje comenzó a desarrollarse desde la pasamanería -galones, trencillas, cordones- que adornaban trajes y ajuares domésticos y litúrgicos pasando por las randas o bordes hasta llegar a otras formas más elaboradas. A partir del siglo XVI, con los metales preciosos provenientes de América, comenzaron a usarse hilos de seda bañados en oro y plata, sólo llevados por los Reyes y la nobleza cortesana.

Iniciado el siglo XVI, asume el gobierno español la dinastía de los Austria. Durante este período las gorgueras, los cuellos adornados con puntillas eran llevados por damas y caballeros de la corte. También se utilizaban los encajes en los elementos de culto y en la ropa de cama y mesa. Surgen los libros de patrones para dicha labor. En un primer momento estuvieron destinados a mujeres de la nobleza y la realeza pero, más adelante, pasaron a incluir instrucciones prácticas para un público más amplio. Los encajes de bolillos se extendieron rápidamente y su máximo esplendor estuvo en los fabulosos cuellos y puños. El óleo sobre lienzo El Cardenal-Infante Fernando de Austria, realizado por Anton Van Dyck, en 1634 (fig. VI), es un retrato de medio cuerpo del hermano menor de Felipe IV, quien viste un traje rojo bordado en oro, con cuello y puños de encaje blancos de Flandes, al estilo de los encajes de agujas llegados de Italia. La calidad de las telas y los detalles, el excelente dibujo de manos y rostro y la captación psicológica del modelo, demuestran el gran trabajo del artista que actualmente está en el Museo del Prado. Como se observa en el patrón original de la fig.VII, el encaje se dibujaba sobre papel oscuro y se cosía sobre una pieza de lino doble (base temporal del encaje, luego se elimina). El método se denominó reticella y el diseño respondió a esquemas geométricos. Este tipo de cuellos se puso de moda en el segundo trimestre del siglo XVII, el encaje se utiliza como terminación de cuellos y de puños y formaron parte fundamental del repertorio de la vestimenta de los hombres. Su lenta fabricación hizo que se convirtieran en símbolos de la clase alta de la época.

Con el arribo de la dinastía de los Borbones -siglo XVIII- llega la influencia francesa a la vestimenta española que se manifiesta en un marcado aumento del uso del encaje tanto en el vestido masculino -en la chorrera o volante de encaje que adornaba el cuello y puños- como en el femenino, con los vuelos de las camisas que asomaban por los cuellos y las mangas y los apliques en los vestidos. También en esa época hace su aparición la tendencia del “majismo”, que hace referencia al estilo de vestimenta de los majos, habitantes de los barrios populares de Madrid. El majismo conquista la corte española, como una resistencia al afrancesamiento, y de allí deriva la costumbre de cubrir cabezas femeninas con mantillas de encaje negro o blanco, como lo retrata Francisco de Goya en la pintura de la Duquesa de Alba de maja de 1797 (Fig. VIII). En la misma se observa la figura de cuerpo entero totalmente cubierta por prendas confeccionadas en el textil del que venimos hablando, exquisitamente representado por el artista.

DE ESPAÑA A AMÉRICA

De la cultura árabe a España y de España a América, vía conquista y colonización, el encaje llegó a nuestras tierras. Los españoles trajeron en sus vestimentas, sobre todo los cuellos y terminaciones de los puños, como podemos observar en las pinturas de los Ángeles Arcabuceros (fig. IX), pertenecientes a la escuela cuzqueña, desarrollada en el mundo andino colonial y, en nuestro territorio, presente en las iglesias de Casabindo y Uquía (Jujuy). Los seres alados, iconografía de la liturgia católica, están vestidos como soldados, con un arcabuz en la mano, y con camisas de encaje, fajas de mando y cintas de seda y brocados al mejor estilo de la aristocracia española del siglo XVII.

El encaje en América, al comienzo importado de Europa, fue enseñado sobre todo en el ámbito de las Misiones a las aborígenes. Es muy probable que la habilidad demostrada por ellas, de la cual existen crónicas admirativas que la informan, haya sido adquirida en las prácticas de realizar redes de pesca, bolsas de transporte y otros elementos que implicaron anudados y trenzados, desarrolladas con anterioridad a la presencia del español. El encaje se instala entre nosotros y aparece en prendas y mantillas. Así lo expresa Fernando García del Molino en el Retrato de Doña Agustina Mansilla de 1843 (fig. X), una miniatura en forma oval pintada a mano en la que el pintor cubre a la hermana menor de Rosas con una mantilla blanca. Aparece en otras prendas como los calzoncillos cribados del gaucho que llevaban encajes de los cuales salían los cribos o flecos que los adornaban.

EN LAS COLECCIONES DE ESTA TEMPORADA

A partir de estos comienzos el encaje en sus múltiples manifestaciones domésticas, litúrgicas, vestimentarias queda incorporado a nuestra cultura y en esta temporada 2015/6, como hemos dicho, lo vemos imponerse como tendencia en las propuestas argentinas entre las cuales destacamos, haciéndonos eco de los conceptos expresados en las notas de prensa de las marcas:

- Marcelo Giacobbe con su colección “rara avis” (fig. XI) de la que nos dice: “La experimentación en texturas es muchas veces el puntapié de las colecciones, en este caso construí prendas a través de cadenas tejidas, como si estas ‘jaulas doradas’ de formas simples dieran paso a una apertura, los tejidos se convierten en rayas, las jaulas en pajareras, dando paso a la liberación de un colibrí. Con la progresión de mi trabajo puedo darme cuenta de que el contraste entre liviandad y peso es algo que me apasiona, como los bordados se convierten en prenda (...)”.

- La diseñadora Cecilia Gadea presentó “Sirenas” (fig. XII) afirmando que “se basó en mitos sobre sirenas del Río de la Plata y orillas del Paraná. Cuentos de Mujica Lainez y María Elena Walsh, que hablan de esta versión de mujeres-pez de nuestro país. Historias que Cecilia suele contar a sus hijas antes de dormir y que inspiró los bordados y guipures sobre telas impermeables así como la superposición de calados de formas orgánicas que expresan las olas en sus movimientos”.

- Por su parte Roma Renom con su colección “Ángeles” (fig. XIII). Con una pasarela en un blanco neto, las modelos parecían flotar en esos vestidos y túnicas de gasa plisadas y organza de seda, algunos con encajes bordados con piedras y broderie. “Inspirada en la pureza, lo etéreo y lo sutil, buscamos resaltar la chispa divina del espíritu femenino. Una vez más, apostamos a encontrar la belleza en la sobriedad, despojada de adornos innecesarios, en donde la luminosidad de la piel tiene el protagonismo en los amplios escotes y las transparencias”, comunicó la marca en la nota de prensa.

Para finalizar este recorrido nos apropiamos de las palabras de Byung-Chul Han (2013) quien nos dice que: “La coacción de la transparencia destruye el aroma de las cosas, el aroma del tiempo. La transparencia no desprende aroma (...). Para Proust, el “disfrute inmediato” no es capaz de lo bello. La belleza de una cosa “sólo aparece mucho más tarde” a la luz de otra como reminiscencia” (6). Llevando la cita a nuestro tema entendemos que el encaje, con su juego esencial de mostrar y ocultar, niega la pretensión de transparencia absoluta y se convierte en metáfora de nuestra relación con lo real, tan bien sintetizada en el concepto de verdad griego entendida como aletheia develamiento-. Invita al recorrido, instala el enigma, motiva a la imaginación a completar lo cubierto y, si seguimos a Proust, conduce al disfrute mediato, que llega después del proceso de descubrir de qué se trata.


+datos

LAS AUTORAS

- Alicia Garcia es Prof. de la cátedra Historia Social del Arte y del Traje II, en la carrera: Técnico Superior en Diseño y Producción de Indumentaria del IES (Instituto de Estudios Superiores); de la cátedra Estética del Arte y del Diseño a fines del siglo XIX, de la carrera de Ciclo de Licenciatura en Diseño Textil e Indumentaria, e investigadora del “Observatorio de tendencias y centro de interpretación de la indumentaria santafesina” de la Universidad de Concepción del Uruguay, filial Santa Fe.

- Patricia Vasconi es Profesora de la cátedra Sociología de la Moda, de la carrera Ciclo de Licenciatura en Diseño Textil e Indumentaria, e investigadora del “Observatorio de tendencias y centro de interpretación de la indumentaria santafesina” de la Universidad de Concepción del Uruguay, filial Santa Fe.

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REFERENCIAS

(1) Con antecedentes a principios de siglo, la gran revolución de una máquina que realizaba dibujos sobre tul fue hecha por Pusher en 1812, y John Leavers en 1813.

(2) El esparto es una planta perenne que crece en la zona del mediterráneo occidental. Llega hasta 1m. de altura y forma conjuntos de hojas que van creciendo desde el centro. Su uso se aplica en cestería y diversos tejidos.

(3) Se denomina fayenza, en arqueología, a las piezas de material cerámico de acabado exterior vítreo, muy utilizado en el Antiguo Egipto.

(4) Los fenicios fueron una potencia comercial que entabló relaciones con los imperios de su época. Al respecto mencionamos la contratación por el rey persa Darío I a una de las compañías navieras fenicias, en el siglo V a. C.

(5) En adelante nos ceñiremos a la evolución española por ser la que llega a América más tempranamente por vía de la colonización.

(6) Byung-Chul Han (2013), La sociedad de la transparencia Herder, Barcelona, págs. 64/5.




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