“Es más rica que la carne de cerdo”

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La abogada del acusado -que considera inimputable- por el parricidio en el que una pareja habría sido asesinada a tiros, descuartizada y sus restos calcinados, aseguró que éste le dijo que “probó un pedacito” de la carne humana y que se sintió “aliviado” tras los crímenes.

Télam

“No lo veo bien. Yo creo que si se prueba la autoría, este muchacho quizás no pudo comprender la criminalidad de sus actos. Este chico es inimputable”, dijo hoy a Télam Mónica Chirivin, abogada de Leandro Yamil Acosta (25).

La letrada contó a Télam que el diálogo que tuvo con Acosta en los calabozos de la comisaría “fue tan distendido que en un momento se acercó a las rejas para que nadie escuchara y me dijo algo increíble. Me dice: ‘Me comí un pedacito’ ”, en referencia a que había probado un trozo de carne humana.

“Le seguí la conversación. Le pregunté qué gusto tenía y me contestó: ‘Es más rica que la carne de cerdo’, y me mostró que el pedacito que probó era del torso, por debajo del pecho”, relató Chirivín.

“No siente culpa, sino más bien que se siente aliviado por una carga que tenía desde niño. Para él fue como orgásmico. Su psiquis está alterada y eso lo veremos en las pericias”, agregó la defensora.

Chirivin dijo que Acosta “es un joven que sufrió mucho en su vida, ya que además de tener que usar de por vida una bolsa de colostomía, padeció todo tipo de abusos por parte de sus padrastros cuando era chico”.

Restos calcinados

En tanto, un grupo interdisciplinario conformado por médicos, antropólogos y odontólogos forenses analizó durante seis horas el contenido de las 16 bolsas con restos de desechos calcinados y lo podrían ser fragmentos de huesos humanos.

Las bolsas fueron halladas en un descampado ubicado a ocho cuadras de la casa donde se cometieron los homicidios de Ricardo Ignacio Klein (54) y su concubina Miryam Esther Kowalczuk (52), ya que hasta allí fueron trasladadas por un cartonero que declaró haber sido contratado por el imputado Acosta.

Los expertos volcaron el contenido de cada bolsa sobre bastidores tamizados y lograron separar una serie de restos óseos que parecen ser humanos.

Ahora esos fragmento de huesos serán analizados en los laboratorios de la ciudad de La Plata para determinar científicamente si son humanos y si hay alguna forma de lograr su identificación a través de un examen de ADN u odontológico, si se llega a encontrar alguna pieza dental.

Huesos de mujer

Además, hay una pelvis y un trozo de los que sería una columna vertebral femeninas que fueron encontradas parcialmente calcinadas en un tacho de pintura en la terraza de la casa, que también serán analizados a fondo por los expertos para ver si son de Kowalczuk como se presume.

El fiscal general adjunto de San Isidro, a cargo de la causa, Marcelo Vaiani, ya tiene acreditado por el trabajo de la Policía Científica que hay rastros de sangre y evidencias balísticas en la casa de la calle Sarratea 2726 de Manuel Alberti.

Según la versión que la otra imputada de la causa, Karen Daniela Klein (22), mencionó ante el fiscal cuando declaró en indagatoria, el autor de los homicidio fue su hermanastro y pareja y ella colaboró con la limpieza y no lo denunció porque estaba amenazada.

Siempre según esa declaración, el crimen ocurrió alrededor de las 8.30 del 2 de septiembre, cuando los mellizos de 11 años hijos de las víctimas y hermanastros de los imputados no estaban en la casa porque Kowalczuk los había llevado al colegio.

La joven le contó a Vaiani que se despertó con un estruendo, que luego se dio cuenta fue el balazo con el que Acosta ejecutó a Klein mientras dormía, y cuando fue a ver lo que sucedía vio que su madrastra llegaba a la casa y que su pareja le disparaba en la cabeza, para luego rematarla con otros dos tiros en el piso.

La chica declaró que sólo vio los cuerpos el día del crimen, que en los días sucesivos Acosta hizo varias fogatas y que a ella le dijo que si contaba algo, también la iba a asesinar.

También relató que por orden de su pareja, a sus hermanos les dijeron que sus padres se habían a jugar al bingo a Uruguay y los habían abandonado.

Por último, contó que después del crimen Leandro le decía que veía gente muerta, que tenía alucinaciones.