Otro argentino que revoluciona Cuba

Argentinos en Cuba. El jefe de la iglesia llega a la Plaza de la Revolución en La Habana, con la imponente imagen del “Che” Guevara de fondo. Religión y política, servicio e ideología, mezclados. Foto: Agencia Efe.

Otro argentino que revoluciona Cuba

La visita del papa argentino a Cuba -y luego a Estados Unidos, para reclamar la completa normalización de relaciones entre ambos países- generó efervescencia en la tranquila vida de los isleños. La visita, con eje pastoral pero con inevitables lecturas políticas -tantas como quieran hacerse-, apunta directamente a lograr cambios y aperturas hasta hace poco impensados.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. ([email protected]).

 

- ¡Tú sigues pintando, no te paras si pasa gente!, le escuché gritar a una especie de capataz que, desde el piso, increpaba a un muchacho mal acomodado en un mal acomodado andamio cercano a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola, en La Habana, sitio por el que pasaría el Papa Francisco unas horas después, en su histórica visita a Cuba. El andamio en cuestión no resistiría ninguna mirada de nuestra UOCRA y ni siquiera lo aceptaría el más desprejuiciado de nuestros encargados de obras. Mientras, caían al mismo tiempo restos de mezcla y de pintura azul al paso de los transeúntes, que debían dar un rodeo por las estrechas y bellas calles de La Habana vieja.

Como en casi todos los países caribeños, uno no ve furia laboral (ni ninguna otra) en ningún lado: los cubanos son tranquilos y se mueven sólo si suena un poco de música o un tambor, por lo que los esfuerzos del que daba órdenes eran visibles. A los cubanos les gusta charlar, argumentar (he observado aquí una larga discusión -que me antecedió . que seguía luego de irme- entre dos personas sobre la ubicación correcta o no de un bolso de mano...) y este capataz en particular estaba urgido por los tiempos y quería transmitir eso mismo a los inconmovibles obreros.

Ocasionalmente por esas horas en Cuba, pude apreciar los febriles trabajos de acondicionamiento de la gigantesca Plaza de la Revolución y de todos los sitios por los que pasaría el Papa Francisco.

TODO ES HISTORIA

Es una visita histórica, qué duda cabe. En radio Rebelde y en la particular radio Reloj (donde se escucha de fondo todo el tiempo el ruido de un segundero), hay en las horas previas mensajes constantes señalando la visita del Papa Francisco, que tendría (él, el Papa) la oportunidad de ver y sentir el aprecio de los cubanos y de advertir el profundo contenido humanista de la revolución. Y, bajada de línea clara, directa y probablemente innecesaria, los propios cubanos tratarán con respeto y afecto al ilustre visitante.

En esas horas previas a la llegada del papa, los cubanos ya están debidamente anoticiados. Saben también que es la tercera visita de un papa a la isla: los dos antecesores de Francisco también vinieron; Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012. Y saben por supuesto que este papa es especial, es argentino, tanto como el Che.

No se nombra aquí en ningún momento que en realidad la visita incluye una posterior a Estados Unidos, para despejar dudas respecto del carácter simbólico y político de la gira, que apunta a machacar sobre estos primeros (pero importantes) palotes en la reanudación de relaciones entre la isla y la potencia.

Son horas especiales en Cuba: uno puede ver flamear la bandera estadounidense en la recién reabierta Embajada, en el Malecón. Más la visita del Papa, a quien se le atribuye un rol esencial en el incipiente restablecimiento de relaciones bilaterales.

Son también momentos históricos para los visitantes: muchos de ellos han llegado para ver “por última vez” la Cuba comunista, la de Fidel, la de su hermano Raúl, la del Che Guevara, la de Cienfuegos, justo antes que la eventual apertura al mundo (y viceversa) la transforme en otro destino turístico más de la aldea global.

Pero, para los optimistas o los desprevenidos, las cosas no son inmediatas ni hay cambio alguno aún para el cubano. Siguen siendo ese pueblo amable, instruido y sufrido de siempre; siguen escaseando un montón de cosas; comunes insumos elementales son artículos de lujo para el habitante de la isla, a partir de la dureza del bloqueo comercial impuesto por Estados Unidos. Quizás con el tiempo esas cosas cambien, y en esa dirección debe leerse la arenga papal.

Y la apertura ya se da en otros “inefables”: la juventud escucha cada vez que puede las radios estadounidenses. Las FM de Miami se escuchan bastante claramente: están a sólo un puñado de kilómetros, mar mediante de la costa norte de la isla. Key West está a escasas 90 millas náuticas, poco más de ciento cincuenta kilómetros, la distancia entre Santa Fe y Rosario, por ejemplo...

Uno puede adquirir una Coca Cola -mexicana, eso sí-, en La Habana, sin problemas.

Con respeto, sin acoso y sin asfixia, todos “trabajan” para recibir de los visitantes algún CUC, las monedas convertibles exclusivas de los turistas que se igualan más o menos con el dólar y con el euro y que, cambiadas al peso cubano cotidiano, representan un plus valioso en los salarios estatales que rondan los ¡veinte dólares! por mes...

La visita del Papa, la gira completa, aporta a la necesaria apertura “de Cuba al mundo y del mundo a Cuba”; nadie espera en la isla cambios milagrosos e inmediatos, acaso porque no han visto hasta ahora ningún impacto en la vida cotidiana. Pero es evidente que hay una mirada expectante hacia un futuro no muy lejano.

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Antes y después. La Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada, en La Habana Vieja, acondicionada para la visita del Papa. Hubo un intenso y masivo trabajo hasta último momento para “llegar” a tiempo. Fotos: Néstor Fenoglio y Agencia Efe.

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En esas horas previas a la llegada del papa, los cubanos ya están debidamente anoticiados. Saben también que es la tercera visita de un papa a la isla: los dos antecesores de Franscisco también vinieron; Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012. Y saben por supuesto que este papa es especial, es argentino, tanto como el Che.

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El cubano “de a pie” no advierte aún ningún cambio importante en la incipiente apertura de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Foto: Néstor Fenoglio.

EN LA PLAZA

La Plaza de la Revolución es una de las más grandes del mundo: un enorme espacio abierto cocido al implacable sol del Caribe. Una enorme estatua de José Martí, sentado y en pose de pensar domina el sitio y debajo está una especie de púlpito desde el cual Fidel Castro “dormía” a los devotos con sus discursos.

Enfrente, en el otro extremo se ven las enormes imágenes del Che Guevara y de Cienfuegos. El escenario desde el cual el papa Francisco dio su multitudinaria misa, fue erigido “neutral” y especialmente en un lateral de la plaza.

Son también momentos históricos para los visitantes: muchos de ellos han llegado para ver “por última vez” la Cuba comunista, la de Fidel, la de su hermano Raúl, la del Che Guevara, la de Cienfuegos, justo antes de que la eventual apertura al mundo (y viceversa) la transforme en otro destino turístico más de la aldea global.