al margen de la crónica

Leyenda

Para ser una leyenda hay que morir joven. Ese fue el caso de James Dean. Hoy se cumplen 60 años de su muerte, que podría haber salido de un guión cinematográfico.

El joven, hijo de un granjero, siempre quiso ser actor. Pero gran parte de su vida como artista no fue una estrella sino un figurante. Pasó por westerns y películas bélicas, ni siquiera salía en los créditos.

Todo cambió con “Al Este del Edén” (1955), donde interpretó a un joven confundido, que desde el punto de vista material tenía todo lo que se puede desear, pero no era feliz. Así logró reflejar el sentir de esa generación de jóvenes tras la 2GM.

La vida de Dean tuvo continuos altibajos. A los éxitos se sucedieron las derrotas, tras los excesos, depresiones y a los arrebatos de amistad, las peleas. Era alguien que estaba fuera de los cánones.

El mundo del motor era su pasión. Cuando Dean cumplió 16 años recibió una moto de regalo. Participó en carreras de coches y no dejó de comprar un deportivo tras otro. Cuando se compró el Porsche 550 Spyder, al que a los tres días le pintó en la parte de atrás “Little Bastard”, se lo mostró al actor Alec Guinness y éste le dijo: “No lo conduzca. Si lo hace, morirá en una semana”.

Siete días después Dean conducía junto a un mecánico por una carretera. Acababa de recibir una multa por exceso de velocidad, pero eso no frenó al joven de 24 años. Cuando un Ford pasó a su lado a gran velocidad no pudo evitarlo al ir casi 140 kilómetros por hora y acabó estrellándose contra el otro coche.

A su compañero mecánico lo sacaron herido grave del coche y Dean todavía respiraba tras el impacto, pero al llegar al hospital declararon su defunción.

Dos de las tres películas en las que da vida al protagonista se estrenaron tras su muerte y dos semanas antes del fatal accidente grabó un anuncio en el que alentaba a conducir con precaución. “La vida que salva podría ser la mía”, decía Dean en el anuncio. Pero finalmente no fue así y nació una leyenda.