Las memorias de dos “tipazos” que hace rato peinan canas...

Para ellos, Colón y Unión son su vida

Pablo Gigliotti, acérrimo sabalero, lleva bien puestos sus 87 años. Juan Bertolino, fanático tatengue, es la persona que más ha conocido cada rincón del club. El Litoral los juntó y por un buen rato regresaron a aquellos tiempos que atesoran en el mejor lugar de sus recuerdos.

Para ellos, Colón y Unión son su vida
 

El abrazo de dos “rivales”

Corazón tatengue el de Juan y sabalero el de Pablo, pero son los primeros que entienden que la rivalidad es sólo durante 90 minutos y adentro de la cancha.

Foto: Guillermo Di Salvatore

Enrique Cruz (h)

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No se conocían, pero a los diez minutos parecían amigos de toda la vida. Empezaron a surgir nombres en común, hechos, anécdotas, vivencias propias de dos hombres que peinan canas desde hace rato. Pablo Gigliotti tiene 87 años muy bien llevados, con una memoria privilegiada que se remonta a aquellos tiempos en los que Colón mezclaba alegrías y penurias en las décadas del 50 y los 60. Juan Bertolino arrancó en Unión en 1963 y tuvo una carrera ininterrumpida de 29 años como dirigente y de 16 como gerente: 45 años conociendo cada personaje y cada rincón del club. Como nadie antes ni después.

Pablo hizo una carrera acelerada de dirigente en los tiempos de Italo Giménez. Juan Bertolino fue secretario, vicepresidente, síndico, vocal y gerente e integró subcomisiones, tanto en el club como en La Tatenguita. Una trayectoria inigualable.

—¿Se acuerdan de la primera vez que fueron a la cancha?

Bertolino: —A mí me llevó un tío, Miguel Borgarello. Recuerdo que era chiquito, fue en la década del 50 o antes también. Él iba a la platea techada. Estaba el viejo sector de los pinos en Cándido Pujato, que no era tribuna sino cuatro escalones con sillas.

Gigliotti: —Me acuerdo en la cancha de ustedes con esa tribuna alta de madera en Cándido Pujato, donde iban los visitantes, y luego la redonda, que era un drama porque cuando había avalanchas, alguno se lastimaba con esos escalones altos. En la cancha de Colón, mi primer recuerdo fue cuando se inauguró con Boca en 1946. Tenía un tapial perimetral de casi dos metros de altura. Había dos tribunas de madera en las cabeceras y una de cemento en la oeste, nada más. De la anterior, de Moreno y Zavalla, sólo recuerdo haber visto desde afuera las chapas de zinc.

—¿Cómo llega a la dirigencia de Unión, Juan?

Bertolino: —El club estaba bastante politizado, con algunas divisiones, y surgió un grupo de jóvenes donde estaba Raúl D’Alessandro, Mario Almeida y Mario Zabaleta, entre otros. Todos bajo la tutela del doctor Marcelo Casabianca. Ganamos las elecciones y fui el único del grupo que no integró la primera comisión directiva, porque quería conocer en profundidad el club. Entré en la subcomisión de fiestas, por un pedido de Raúl Camussi. Eran los tiempos de los famosos bailes en el Colmao y en el patio. En el 67 arranqué como secretario de actas y al año siguiente ascendimos otra vez. Eran muy importantes Casabianca y el doctor Aquiles Piga, un ex presidente que era el representante en Afa.

—Y usted, Pablo, siempre ligado al “gimenismo”...

Gigliotti: —Colón tenía 3.500 socios cuando empecé, era ínfimo. Ascendimos a primera y empezaron a llegar los clubes grandes. Con un grupo de amigos, entre ellos Beltramini y Gamboa, decidimos conformar una subcomisión de socios, elevamos el tema a la comisión directiva y dijeron que sí. En el término de seis meses, llegamos a los 10.000 socios, con filiales en Laguna Paiva, Paraná, San Carlos Centro. En ese momento llegaban Fioravanti y José María Muñoz a transmitir los partidos de primera y fue así que formamos una comisión de relaciones públicas. Recuerdo que en una oportunidad lo fuimos a visitar a Alberto J. Armando y detrás de él, en su escritorio, estaba la plaqueta que le había regalado Colón a Boca cuando vino por primera vez. Después, Italo me ofreció la tesorería. Por un lado, fue un orgullo y por el otro, un dolor de cabeza...

—¿Era duro ser el tesorero de Italo?

Gigliotti: —Había que tener cuatro pulmones para seguirlo, porque con dos no alcanzaba. Le gustaba relacionarse con todo el mundo, con Perette, con Trimarco... Se estaba construyendo el túnel subfluvial en el 68, el presidente de la Nación era Onganía y a Italo se le ocurrió hacer una convocatoria en la Boca del Tigre. Se llenó de gente, e Italo, con audacia, lo habló a un tal Puggioni, el director de ceremonial de la provincia, que era gobernada por Eladio Vázquez, e hizo parar el auto de Onganía y le regaló una hermosa llave con los escudos de Colón, de la Argentina y de Santa Fe. Los autos de la custodia siguieron de largo. Cosas de Italo.

—Juan, ¿se puede decir que usted fue el que más conoció a cada persona y a cada rincón de Unión?

Bertolino: —Es mucho, pero llegué a conocer todo. Pasé por todas las actividades en el club y confraternizaba con todos por igual. Unión siempre tuvo muchos deportes y mucha gente.

—¿Alguna vez le ofrecieron ser presidente?

Bertolino: —Sí. La persona que me lo ofreció fue Cacho Bree, que económicamente estaba muy bien. Para mí era imposible, porque no tenía respaldo económico, pero me dijo que por el conocimiento que tenía, podía ser presidente y él me iba a ayudar. Le dije que no.

—¿Cómo hizo para convivir con la división dirigencial de Unión?

Bertolino: —Nunca hice diferencias con nadie y si me llamaban, colaboraba con todos. Arranqué siendo “Juancito” y terminé siendo “Don Juan”. Era el comodín, nunca tuve problemas y don Angel Malvicino me dio la oportunidad de ser personal rentado del club con el tiempo. Nunca lo pensé, porque siempre dije que lo del dirigente era puro lirismo. Pero llegué a ser personal administrativo del club.

—¿Cómo eran los clásicos de antes, Pablo?

Gigliotti: —Siempre hubo rivalidad, lo que pasa es que no había violencia. Una vez en el diario El Litoral se tituló que el clásico no se podía jugar más en Santa Fe, se había pasado de un extremo al otro, parecíamos enemigos. Para mí, Colón es una pasión pero no veo un enemigo en el hincha de Unión. Nunca me peleé con nadie por ser de Colón.

—Juan, ¿cuál fue el mejor dirigente con el que trabajó?

Bertolino: —Me impactó Super Manuel Corral, era distinto. También lo fueron Marcelo Casabianca, don Angel Malvicino, Juan Vega... Corral era fútbol, pero no descuidaba las actividades. Él siempre dijo que Unión era un club con fútbol y no un club de fútbol. Malvicino era emprendedor, visionario... Y por supuesto que hubo otros, no quiero nombrar más porque me puedo olvidar. Vega hubiese llegado lejos pero no pudo con su enfermedad. ¿Técnico?, el que me impactó fue Juan Carlos Lorenzo, cambió el aspecto deportivo y modernizó el fútbol de Unión. Yo era secretario general, estaba siempre con él y quería que integrara la subcomisión de fútbol. Nos reuníamos en el hotel de don Julio Baldi, otro dirigente de fuste.

—¿Estaba en el club cuando se decide la desafiliación para ir a jugar el Regional?

Bertolino: —Sí claro, era secretario de actas. Veníamos con problemas económicos y con ascensos y descensos. El Regional te permitía ascender por otra vía. Pero jugar en el interior no fue tan sencillo como se pensaba. Quizás no fue tan acertada la decisión.

—Pablo, ¿alguna vez lloró por Colón?

Gigliotti: —De alegría, cuando ascendimos en 1965. Me acuerdo que Italo decía que éramos un club de secos y que no íbamos a llegar a ninguna parte. Y hace poco, en un partido con Argentinos Juniors, creo, le dieron un penal al rival sobre la hora, íbamos ganando y lo erraron. Me largué a llorar ese día también.

—¿Y usted Juan?

Bertolino: —También lloré de alegría, cuando ascendimos en 1968, porque era un grupito de jovencitos con Casabianca en la presidencia. Después de la euforia del 66 vino el descenso del 67 y muchos se fueron del club. Ahí aparecimos ese grupito de jóvenes. Y después, recuerdo aquella decisión de ceder la condición de local e ir a jugar a la cancha de Vélez contra River.

—¿Qué opinan del partido?

Gigliotti: —Hay tres resultados posibles, Colón saldrá mentalizado a ganar, tiene que recuperarse porque el año que viene será una “guerra” para mantenerse. La dirigencia tendrá que ponerse las pilas para que el club siga en Primera. Pienso verlo en mi casa, con mi familia, seguramente tomando unos mates con una nieta que es colonista al mango.

Bertolino: —Como todos los clásicos, es importante ganar y máxime jugando como local. Soy optimista, Unión llega con una cierta ventaja, es más regular que Colón, sólo espero que salga todo bien y seguramente iré a la cancha y lo veré desde mi palco junto a mi hija, que es muy tatengue y me acompaña siempre desde hace varios años.

Se estrecharon con fuerza las manos, acto sencillo y valioso de dos hombres que no comparten el mismo sentimiento futbolero, pero que se respetan. La charla fue larga y podría haberse extendido mucho más. Anécdotas y recuerdos les sobran, de los buenos y de los malos. Esas canas que ambos peinan, son fiel testimonio del paso del tiempo, pero, a la vez, simbolizan el conocimiento de esos tiempos distintos que fueron el trampolín para el engrandecimiento de los dos clubes. Pablo fue “local” esta vez, pero Juan se comprometió a devolver la gentileza para la próxima. No faltará la ocasión.

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¿Se acuerda, Pablo?

Pose inconfundible de Italo Giménez en los 60. A la derecha del ex presidente, Pablo Gigliotti; a la izquierda, Rafael González Bertero, quien luego fue intendente de la ciudad.

Foto: Archivo El Litoral

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¿Se acuerda, Juan?

Bertolino, segundo empezando desde la izquierda, toma nota durante una asamblea en los tiempos de Corral como presidente. A la izquierda de Súper, los recordados Gerónimo Veglia y Chiche Crocce.

Foto: Archivo El Litoral

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Dos “biblias” vivientes

Pablo Gigliotti y Juan Bertolino conocen vida, obra e historia de los clubes de sus amores. Pablo ha guardado sigilosa y silenciosamente durante años, fotos, recuerdos, escritos, artículos periodísticos y símbolos de una historia que, en su caso, se remonta a casi 50 años y se mantuvo incólume a pesar de algunas desventuras económicas propias de la vida misma.

Por su parte, Juan Bertolino se dio el lujo, en 45 años, de ser dirigente del doctor Marcelo Casabianca, de Julio Baldi, de Súper Manuel Corral en todos sus ciclos en el club, de Armando Capello, del escribano Rubén Neme, de Ricardo Tenerello, de Néstor Julio Rodríguez y de Angel Malvicino. Luego, como gerente, lo hizo con otros dirigentes como Juan Vega y René Citroni, pero ya en su rol de personal administrativo.

Hace poco, los dirigentes de Colón se llevaron una gran cantidad de recortes que serán material riquísimo del futuro museo, que llevará el nombre de Pablo Gigliotti. En Unión, sin lugar a dudas, la historia le tendrá guardado a Juan Bertolino un lugar especialísimo a ese hombre de voz tranquila que caminó todos los días durante décadas cada rincón de su querido club.

Pablo podrá contar hasta el último de sus días, aquella epopeya de 1965 y el valor de ese hombre clave para el fútbol de Colón, como fue Italo Giménez. Juan tiene en su cabeza y en su corazón, todos los sentimientos de alegrías y tristezas por los ascensos y descensos que jalonaron la historia de Unión, y que él vivió desde adentro, gozando y sufriendo más que ninguno.