Cargadores

Cargadores

La casa se llenó de cables cargadores. Así nomás se los digo, sin dar tantas vueltas. Exactamente lo contrario de lo que ocurre con los malditos, múltiples y enroscados cables cargadores que parece que te cargan cuando vos buscás el adecuado y justo ese no aparece. Ya arranqué enredado en este tema.

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Es que en un puñado pequeño de años, duplicamos, triplicamos y otros amos la cantidad de cables en la casa en general y de cables cargadores de celulares y tablets en particular. No es ninguna novedad: Argentina está entre los veinticinco países que más celulares usan (allí sí, en medio de las potencias) y es seguramente el que tiene el mayor índice de aparatos por habitante. Hay más de sesenta millones de líneas, aunque se estima que poco menos de cuarenta millones realmente activas. Un montón, igual, en un país con poco más de cuarenta millones de habitantes...

Vean si no en su propia casa: desde los ocho o diez años de edad en adelante, todos tienen al menos un aparato (en toda familia hay al menos uno que es aparato, pero ese es otro tema). Y ese celular tiene una vida útil, en algunos casos, de unos pocos meses. Cada vez que compramos un celular, vienen con él unos cablecitos (auricular, USB y cargador) que nosotros usamos o guardamos o ambos.

Y el celular se pierde o se rompe o te lo roban (a un promedio muy argentino también de 290 celulares por hora) y los cables te quedan. Y vas por otro celular que viene con nuevos cables para sumar a los que ya tenías y que no tirás porque no tirás, porque quizás (pensás) te van a servir para otro, o más adelante o por las dudas... Resultado no final (siempre llegarán nuevos cables): en cinco años entraron en tu casa diez o más celulares y aunque muchos de ellos no están, sí permanecen los cables.

Las casas actuales no sólo deben tener más enchufes para cargar todo el tiempo todos los aparatos que tenemos sino también al menos un cajón donde vayas tirando (porque no vas a decirme que vos, justo vos, los acomodás uno por uno...) los cables sobrevivientes. Todo eso parece un puñado infame de lombrices.

Sucede también que esos cargadores ya no ajustan bien o se te pierden en un viaje y entonces recurrís al puñado de lombrices, para ver si entresacás una que te sirva para cargar el aparato.

También, soberbias, las marcas creen ser únicas, mejores, dominantes, y entonces te hacen cargadores exclusivos que sólo funcionan con ese aparato. Además de no saber nada de historia, pronto esa marca ganadora es superada por otra igual o más ganadora y esa a su vez por otra y todas postulando su tecnología y su cargador...

En el medio, o en los alrededores está el ancho y ajeno y propio mundo: uno viaja y hay que convivir con enchufes de diferente voltaje y así pronto sabemos que en Estados Unidos o en India, se necesitan determinados adaptadores así o asá y seguimos sumando al ya desbordado cajón de lombrices tecnológicas... Por otro lado, o por el mismo lado, también varían los amperes de los cargadores. No es nomás enchufar (sin connotaciones), parece que aunque parezcan iguales, los cargadores no lo son.

Bueno, ya entendieron: en el cajón o en el lugar de los cables hay diez o veinte cargadores diferentes, parecidos o iguales; un puñado de cables cortos que no se enchufan en la red electrónica sino en computadoras, otro puñado de cablecitos más finos con auriculares y de ellos algunos son para escuchar música y otros son del tipo sin manos (lo que faltaba, que tengan manos...); y allí mismo, como están más o menos en el rubro, ponemos triples, adaptadores universales, otros enchufes de diferentes espigas. Un kilombo. La próxima vez yo enchufo nomás con connotaciones y listo. Y si carga, carga. Y me fui, totalmente enroscado.