La culpa

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Mempo Giardinelli en la Feria del Libro de Fráncfort, 2010.

Foto: Archivo El Litoral

 

Por María Luisa Miretti

“La última felicidad de Bruno Fólner”, de Mempo Giardinelli. Edhasa. Buenos Aires, 2015.

“Hay que tener no sé si sangre fría, pero sí huevos, para liquidar a la mujer que amaste durante tantos años”.

Novela breve, dinámica, cuyo protagonista Bruno Fólner (en alusión a Faulkner) cautiva desde el comienzo, por una acción premeditada de la que no se arrepiente pero que no lo deja en paz. En su derrotero arrastra al lector, al que cautiva y quien por momentos se compadece de su calvario, deseándole mejor suerte.

Si bien los diálogos explicitan un barrido de culpa, con exámenes de conciencia, a través de una alternancia de voces en soliloquios magistrales, intentando erradicar cualquier vestigio de error o de pecado, para demostrar que lo que había hecho era por amor, subyace en lo más profundo el dolor de la pérdida del ser amado (más que el arrepentimiento por lo realizado).

La maestría en el manejo de las voces “Bruno recordó ese instante... se le apareció otra foto que alguien les tomó en una esquina del downtown de San Francisco”, para decir acto seguido en la misma secuencia “ésta era de un beso cinematográfico que nos dimos junto a un policía...”, para luego seguir en enunciados neutros, despojados y sin afectación, revelando certera precisión en el manejo del lenguaje o por lo menos sabiendo los efectos que deseaba provocar en los lectores, ya que esas alternancias producen una coloratura especial en el ritmo y las variaciones del tono del relato.

Aunque los recuerdos amenazan con perturbar su nueva identidad, no se arrepiente de lo realizado y a cada momento se regodea con los mejores acontecimientos del pasado, a pesar del presente amenazante, sólo para revivir el amor que lo llevó a tomar la decisión y con eso lograr la felicidad de ambos.

Las permanentes alusiones literarias son certeras, ya que muchos de los escritores aludidos reflexionan a través de la voz del autor, aunque en alguna ocasión se deslizan ciertos sesgos autobiográficos, especialmente en referencia a Filloy, Blaisten y su caprichosa manera de escribir.

De este oficio (de escritor), no escapan ciertos detalles claves, a los que remite en forma reiterada: la Mac, la famosa libreta “Moleskine” roja, la estilográfica y su postura frente a ese nuevo mundo que había elegido para describir y escribir.

La historia se va desgranando por boca del mismo Fólner y de a poco se van conociendo los motivos de su nueva vida y de la elección de ese territorio: Brasil.

Comparten la vida real una sumatoria de fantasías y pasajes oníricos reveladores, con los que lucha y mantiene estrechas relaciones, especialmente con la mujer vestida de blanco, etérea y abismal, hecha de mar, con quien tiene una intensa relación.

La visita reiterada de los fantasmas, Pessoa y sus angustias, las fronteras imposibles de eludir: “No somos libres, le dice al espejo. Nunca. Y menos con la perrera detrás”.

Final sorprendente, aunque esperado, el de este personaje audaz que había apostado a la vida, aun sabiendo su estrecha relación con la muerte.