Un viaje por el pensamiento
Por Roberto D. Malatesta
“Geografías”, de Giovanni Catelli. Editorial Brujas. Colección Fénix. Córdoba, 2014.
En un clima de ensoñación, Catelli poetiza en prosa sus “geografías”, lo hace sin mapas o su versión moderna, GPS. El paisaje interior es el que toma el rumbo en sus soliloquios, un viaje en el pensamiento nos dice el prologuista, un viaje sin punto de partida ni de arribo.
“Ya no puedes dejar esta ciudad”, y esa ciudad, por momentos rememorándonos a Cavafis, en cuanto a que todo lo que puedas vivir en ella vivirás a donde te mudes, y trayéndonos, asimismo, la voz de un Pavese, en cuanto a soltura narrativa y lírica a la vez, y así la voz que comienza a poblar las páginas con sólo retazos, nunca descripciones completas, por lo tanto mucho más cerca del poema que del relato. Torres, trenes, agujas de iglesia aparecen en la necesidad de Catelli de narrar, no obstante, una voz que mantiene la tensión, que no tiene quiebres, pues nunca la descripción pura le gana a la densidad.
Cuántas carreteras nos llevan por el sito de estas “geografías”, más allá de algunos nombres franceses y checos. Lo demás no se diferencia de lo que cualquier viajero ha atravesado: “Seguiríamos por largos trechos, a la par de la ruta nacional, esa fatiga inquieta, la animación perenne, los carteles unánimes de ferias, congresos, espectáculos, circos, las catedrales del mueble del calzado, de la vestimenta, con avisos luminosos... los paraísos nocturnos de la gasolina, los bares con billar, las despojadas iglesias de la posguerra, sus explanadas claras y los matorrales de siempre verde, esos galpones grises de carnicería, las gomerías, los talleres...”, pero el viajero se puebla más de extrañamientos que de hallazgos, más extravíos que rutas seguras, como un viaje por la vida, esa “tardanza en el destino” pues el clima de Geografías no es el de un libro de viaje, sino el de la duda y el remordimiento.
Y no todo es movimiento, pues ese viaje del pensamiento también en la quietud avanza. Como en el título “Nada”, lo más cercano al relato, quizás junto a “Continuidad”, la amarga conclusión del antes citado “pero nosotros no somos nada”, nos remarca que este viaje tampoco es complaciente, mucho menos un viaje de placer, y casi al modo de Eugenio Montale, nos dice Catelli, en “Carne”: “Nosotros no sabemos decir de otra vida más que esta materia opaca, sorda, resistente a los escombros del orgullo, nos derramamos sólo en su desesperada elasticidad, nos destilamos en sudor...”.