editorial

  • Nuevos episodios violentos se produjeron en el hospital Cullen, donde las medidas adoptadas hasta ahora no dieron resultados.

Violencia en hospitales

El hospital Cullen -como suele suceder con el resto de los grandes hospitales de la provincia- se convirtió desde hace tiempo en caja de resonancia de la violencia y la criminalidad que asuelan las principales ciudades.

Durante el pasado fin de semana, familiares de personas internadas mantuvieron una pelea dentro del nosocomio, provocaron destrozos y patearon las puertas de la Sala de Guardia, donde los médicos realizan ingentes esfuerzos por salvar las vidas de sus pacientes. Lo más sorprendente, quizá, es que la policía no logró detener ni siquiera a uno de los violentos. Pero eso no fue todo. Además, una mujer asaltó al sacerdote encargado de la capilla del hospital.

La situación de descontrol derivó en una restricción temporaria de la atención en determinadas áreas del nosocomio. Es que, frente a esta coyuntura, tanto los empleados del hospital, los pacientes y toda persona que circulaba por los pasillos del nosocomio, estaban en riesgo.

El problema no es nuevo. Tanto es así que, en reiteradas oportunidades durante los últimos años, los empleados hicieron escuchar sus voces de advertencia.

En abril pasado, se produjo un feroz enfrentamiento entre alrededor de diez personas en la Sala 6. Los hechos se generaron cuando un muchacho que se recuperaba de dos heridas de armas de fuego, detectó que su atacante también se encontraba en el lugar.

Hubo golpes, un detenido, tres “demorados”. Todo sucedió en pleno horario de visita, cuando no sólo médicos y enfermeros se encontraban en las salas, sino también familiares de otras personas internadas. Tan grave fue la situación, que el detenido quedó a disposición de la Justicia por “homicidio en grado de tentativa”.

Ante cada episodio violento, se anunciaron diversas medidas tendientes a mejorar los niveles de seguridad. En muchos casos, los cambios y el refuerzo de la custodia no perduraron en el tiempo.

Los últimos incidentes se produjeron poco después de que se realizaran distintas reuniones entre los sectores involucrados. Entre otros puntos, se tomó la decisión de instalar un destacamento policial permanente dentro del edificio del hospital. Sin embargo, las autoridades no llegaron a tiempo como para evitar los disturbios del pasado fin de semana.

Además, se resolvió continuar con la colocación de cámaras de seguridad -especialmente en las áreas más conflictivas- y se dispuso que el sector de ingreso de ambulancias deberá permanecer cerrado y sólo será abierto por algún efectivo policial o personal de seguridad civil designado por la Dirección del establecimiento.

Controlar un edificio de las dimensiones y características del Cullen no es tarea sencilla. Mucho menos, si se tiene en cuenta que se trata de un hospital, donde se debe actuar con la cautela necesaria para no afectar a los enfermos.

Sin embargo, la experiencia refleja que tanto las autoridades del Ministerio de Salud, como los responsables del Ministerio de Seguridad, no actuaron hasta el momento con la firmeza que la situación amerita.

Lamentablemente el Cullen -como el resto de los hospitales- no son ajenos a la violencia que conmueve a la ciudad. Y frente a esta realidad, más allá de respetables posiciones teóricas sobre hospitales de puertas abiertas, la realidad impone condiciones que deben atenderse porque, en definitiva, un hospital es un lugar para tratar enfermedades y salvar vidas, no para exponerlas a riesgos injustificados en nombre de filosofías propias de sociedades más evolucionadas.

La situación de descontrol derivó en una restricción temporaria de la atención en determinadas áreas del nosocomio.