EL INCIDENTE LITERARIO
EL INCIDENTE LITERARIO
Tragedia griega (I): Edipo Rey y Edipo en el exilio

Obra de Marcel Baschet: Edipo maldice a Polinices, en presencia de Antígona e Ismene.
Foto: Archivo El Litoral
Santiago De Luca
Si queremos leer algo actual, contemporáneo, hay que volver a leer las tragedias griegas. Si nos abrieran con un cuchillo, despojados de nuestras vestimentas y nuestra tecnología, encontrarían lo mismo que se encuentra en Edipo Rey, Antígona o Medea. Estas obras, como la rueda y el tenedor, fueron creadas para siempre.
En las tragedias griegas, tenemos dinastías que van expiando culpas y excesos. El presente tiene un espesor que se sustrae a la vista inmediata de los acontecimientos, pero explica el conflicto inevitable que se está desarrollando. La tragedia Edipo Rey es considerada como una de las más perfectas porque Edipo, a medida que intenta alejarse, se acerca a su destino. Quiere esconderse y evitar la profecía que lo condena al irse de la ciudad que cree su ciudad natal y no lo es. Todas sus acciones construyen la verificación de la profecía y su destrucción. Edipo nace huérfano, llega a ser rey de Tebas y termina en el destierro en Colono. La biografía de casi todos los humanos. Pero hay una manera griega de afrontar el destino. Cuando después de verificar la verdad y comprender los hechos, asume su destino y esto lo eleva a héroe trágico. A pesar de ser el blanco de fuerzas que lo superan y de acciones que no fueron voluntarias, no se declara inocente. Tampoco esgrime como argumento la ignorancia. Sófocles construye personajes con quienes no es complaciente. Edipo indaga hasta el final para provocar un conocimiento que no sólo no lo salva, sino que lo hunde en la oscuridad y el destierro. Incluso se hace decir la verdad cuando él ya ha comprendido lo terrible que ésta será para él y lo que hay detrás de las palabras. Obliga al servidor a decírsela: “Servidor: —¡Ay de mí! Estoy ante lo verdaderamente terrible de decir./ Edipo: —Y yo de escuchar, pero, sin embargo, hay que oírlo”.
En este ejercicio de la tragedia griega de ver los abismos, Nietzsche veía un exceso de fortaleza que sólo se pudo permitir el pueblo griego del siglo V. Tal vez por eso haya sido alguien alegre, amigo de Pericles y reconocido por su ciudad como Sófocles, quien haya podido indagar en el destino trágico a través de sus personajes. Estos héroes, que no se declaran inocentes ni alegan, pudiendo hacerlo, ignorancia, caminan con certeza a su destino. Y decir destino en la tragedia griega es decir la posibilidad de elegir entre caminos que llevan a la destrucción. ¿Y qué puede hacer el hombre? Nada, sino merecer esa destrucción. Tener ojos para ver eso es un exceso de alegría.
Edipo Rey ha sido una obra con gran influjo en la historia cultural de Occidente. En su mito, Freud creyó encontrar la estructura fundamental de la humanidad. Sin embargo, filósofos como Michel Foucault señalaron la lucha por el poder que subyace en la trama de esta tragedia. Foucault recuerda que el título de la obra no es Edipo el que mató a su padre sino Edipo Rey, porque se trataría del poder e interpreta que esta tragedia opone una verdad sin poder a un poder sin verdad. El valor del incidente literario es que en literatura no es necesario aceptar una sola lectura.
La otra tragedia de Sófocles, dentro del ciclo tebano, dedicada a Edipo es Edipo en Colono. Edipo está ciego porque se arrancó los ojos, desterrado en Colono, cerca de Grecia, y anciano (igual que Sófocles que en el momento de escribirla tiene 90 años) está en posesión del sentido de su destino. Incluso en su vejez, el eco de la alegría de Sófocles se percibe en el elogio a Atenas, su ciudad, a su democracia, a sus instituciones, a su hospitalidad que hay en esta obra. Después de conocer todos los horrores, Edipo encontrará su muerte en Colono acompañado de sus hijas. En la descripción que hace Polinices, el hijo de Edipo al ir a verlo para pedirle su bendición para ir a la guerra y que no será otorgada, tenemos el cuadro de la transformación del antiguo Rey, “En su cabeza sin ojos, el viento agita la despeinada cabellera, y parejo a esto, a lo que parece, son los alimentos de su mísero cuerpo”.
La visión ciega
Edipo se arranca los ojos cuando logra obtener la verdad que no veía cuando sus ojos estaban abiertos. A pesar del primer impulso de contrariedad, fue el sabio Tiresias quien le hizo saber la imperfección de su visión cuando se encontraba todavía en el centro de su poder: “Y puesto que me has echado en cara que soy ciego, te digo: aunque tú tienes vista, no ves en qué grado de desgracia te encuentras ni dónde habitas ni con quiénes transcurre tu vida”.
Pero con la revelación de la verdad y del conocimiento, que no lo salvarán, Edipo obtiene una visión que ya no necesita de los ojos. Edipo renuncia a una visión que no le sirvió para ver y al producir con sus propias manos la ceguera se transforma en un sabio. Pero esto no sólo se paga con la ceguera, sino con la renuncia al poder. En Colono, con sus dos hijas como bastones, dice que ve con la voz. Le pide ayuda a un extranjero para llamar al rey Teseo y pedir su protección. Al principio desconfían de él y le preguntan qué utilidad puede venir de un hombre que no ve. Pero Edipo ya es consciente de su nueva visión porque responde, “Todo cuanto diga lo diré porque lo veo claramente”. Edipo, que adivinó el enigma de la Esfinge y provocó la destrucción del monstruo, ignoraba que con los años se transformaría él mismo en otra esfinge.