Elecciones 2015

La hora de las urnas

Más de 32 millones de argentinos votarán mañana presidente y vice, legisladores nacionales y miembros del Parlasur. Acallados los discursos de campaña, un perfil de los tres candidatos mejor posicionados, para conocer algo más al futuro presidente de la Nación.

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De la redacción de El Litoral

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El oficialismo con Daniel Scioli (FPV) como candidato presidencial buscará mañana garantizar la continuidad del proyecto kirchnerista iniciado en 2003, mientras que la oposición, con Mauricio Macri (Cambiemos) y Sergio Massa (UNA) como principales aspirantes, tratará de forzar el balotaje para posibilitar la alternancia política.

Scioli, que en las horas previas al cierre expresó su confianza en un triunfo en primera vuelta, lleva como compañero de fórmula al secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, en la boleta por el Frente para la Victoria (FPV). En tanto, Macri, candidato por el frente Cambiemos, eligió a la senadora Gabriela Michetti para completar el binomio, mientras que Massa, postulante por la coalición UNA, optó por el intendente electo de Salta, Gustavo Sáenz, para que lo acompañe.

Los más de 32 millones de electores de todo el país deberán elegir entre seis ofertas, ya que a estas tres alianzas se agregan el frente Progresistas, que postula la fórmula Margarita Stolbizer-Miguel Ángel Olaviaga, mientras que Compromiso Federal, impulsa al binomio de los puntanos Adolfo Rodríguez Saá y Liliana Negre de Alonso, y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) lleva como candidatos presidenciales a Nicolás del Caño y Myriam Bregman.

Además de presidente y vice, mañana se elegirán 24 senadores nacionales -entre ellos los 3 de Santa Fe-, 130 diputados nacionales y 19 parlamentarios del Mercosur por el distrito nacional en todo el país. En tanto, once provincias elegirán sus gobernadores para los próximos cuatro años: Buenos Aires, Catamarca, Chubut, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Pampa, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz. En tanto, está previsto que el 22 de noviembre se realice el eventual balotaje, en caso de que ninguno de los candidatos presidenciales logre un triunfo en primera vuelta.

Mauricio Macri: de empresario a jefe político

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Patricio Tesei

DyN

Mauricio Macri ya no salta baches como en el 2007, cuando era presidente de Boca Juniors y aspiraba a manejar la ciudad, y ya no inaugura playas secas vestido en bermudas, gorro amarillo patito y mocasines marrones ni ensaya un panzazo en un tobogán acuático de Núñez.

A casi diez años de aquella campaña que lo catapultó como actor político (aunque su iniciación fue en 2003, cuando perdió la elección contra Aníbal Ibarra en un balotaje luego de ganar en primera vuelta), Macri “evolucionó” y comprendió que eso no alcanza si quiere sentarse en el sillón de Casa Rosada.

Hizo enroque: cambió una política lúdica y marketinera por abrazos con “compañeros” peronistas como Hugo Moyano y Gerónimo “Momo” Venegas, y se recibió de “jefe” político cuando, contra todos los pronósticos, impuso como su heredero en la Ciudad a Horacio Rodríguez Larreta, y sancionó la rebeldía de Gabriela Michetti -mejor rankeada en las encuestas- cuando desoyó su pedido de no jugar en la interna porteña.

Hizo enroque: moderó su discurso, aceptó las estatizaciones en YPF y Aerolíneas Argentinas, sumó a Elisa Carrió como fuerza de choque, y forzó a un partido centenario como la UCR a realizar casi con exclusividad un acuerdo electoral, que derivó con la inclusión de Ernesto Sanz en su gabinete como eventual ministro de Justicia.

Atrás, quedó un paso como diputado nacional, en 2005, cargo que detestó porque lo aburría: sentía que después de dirigir la automotriz Sevel a los 31 años, empresas familiares del grupo Socma o de presidir Boca Juniors y posicionarlo en la elite del fútbol mundial, un trabajo que no se define por la lógica orden/resultado/plazos lo ponía de mal humor. Lo aburren, también, las reuniones que no tengan algo dulce para comer: cualquier funcionario que se quiera ganar su atención debe llegar con habanos de chocolate y el “macrimóvil” con el que recorre el país cuenta con un importante stock de dulces.

En las entrevistas periodísticas abandona el manual de respuestas PRO sólo cuando le preguntan de fútbol o de tenis, los deportes que le gusta practicar además del golf.

Se mueve en grupo; un séquito de mujaidines personales se encarga de cada detalle a su paso, como logística, comunicación y, sobre todo, seguridad, como consecuencia del secuestro que sufrió en 1991 cuando estuvo cautivo 14 días.

Ingeniero Civil, Macri tiene 4 hijos y, hasta que conoció a su actual mujer, la empresaria textil Juliana Awada, le reconocían fama de mujeriego. Ahora, cada vez que puede dice que ser padre después de los 50, ser “papá abuelo”, es una “experiencia maravillosa” porque “rejuvenece” y da “una capacidad de observación diferente”.

Quienes lo conocen dicen que le teme a las víboras y a la traición, que odia que le fumen cerca y que casi no toma alcohol, salvo alguna copa de vino en ocasiones especiales. Que se cuida con las comidas, que cuando toma helado pide pistacho, que en el playlist de una fiesta no pueden faltar Queen y Génesis, y que por lo menos una vez por año se toma tiempo para viajar a Roma y a Villa La Angostura. En una reciente entrevista radial, confesó que utiliza los servicios de una armonizadora budista.

 

Sergio Massa: gran asador y arquero

 

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Marina Devita

DyN

Hincha de Tigre, gran asador y arquero por elección, Sergio Massa encaró su primera campaña presidencial, con sus 43 años, trabajando “las 24 horas del día” pero buscando momentos de calma junto a su familia y amigos.

Massa es el único de los seis candidatos presidenciales por la oposición al gobierno nacional con pasado kirchnerista: fue titular de la Anses, jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Fernández durante un año (asumió en julio de 2008, tras la crisis con el campo) y luego fue candidato testimonial del Frente para la Victoria en las elecciones legislativas de 2009 en la provincia de Buenos Aires, donde fue vencido por el frente compuesto por Mauricio Macri-Felipe Solá-Francisco de Narváez.

Como jefe, “exige metas y resultados” ya que es “bastante planificador y exigente”, y al trabajar “las 24 horas del día, pretende lo mismo del resto”, comentan sus allegados. De igual manera, sus colaboradores lo definen como un “obsesivo del trabajo” y aseguran que “traslada” las preocupaciones a su casa, a pesar de que “puertas adentro manda (su esposa) Malena (Galmarini) y puertas para afuera manda él”.

El declarado “hincha” de Tigre participa del Torneo de Fútbol que organiza el colegio augustiniano y, aunque dice jugar de arquero porque le “gusta tener el panorama de toda la cancha”, sus allegados bromean con que ocupa esa posición porque “es de madera”.

Hijo de inmigrantes italianos, Alfonso y Lucy, Sergio Tomás Massa cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Agustiniano de San Martín, localidad bonaerense en la que nació el 28 de abril de 1972. Sus amigos lo sindican como “un gran asador” y el encargado de realizar “el asado del domingo” para su familia y amigos, estos últimos en su mayoría, ex compañeros del colegio san agustiniano. Ése es “el único momento en el que se despega de su celular”, cuentan.

Cuando la campaña se lo permite, Massa suele correr 40 minutos en el Camino de Los Remeros, en Rincón de Milberg, sin la compañía de un entrenador personal ni gente de seguridad, ya que “no le gusta estar con custodia”.

A los 43 años, Massa lanzó en mayo de 2015 su primer libro titulado “El cambio justo”, de formato digital, en el que según explicó están expresadas las “ideas” y el “proyecto de país” del Frente Renovador.

El candidato presidencial por el frente Unidos por una Nueva Alternativa (UNA) es padre de dos niños, Tomás (9) y Milagros (13), fruto de la relación que mantiene con Malena Galmarini, a quien conoció en una peña folclórica y se casó en 2001. Massa se encontraba hablando sobre política con Fernando “Pato” Galmarini, padre de su esposa, cuando ella se sumó a la conversación y ambos terminaron discutiendo, lo que terminó atrayéndolos.

De “carácter fuerte”, descripto como “calentón” y “soberbio” aunque “con el tiempo más reflexivo”, el candidato tiene como su mano derecha a su secretario privado Ezequiel Melaraña, ex compañero de colegio. Tras ser “muy buen alumno en el colegio”, se recibió de abogado en la Universidad de Belgrano, y a los 27 años fue electo diputado provincial por Buenos Aires y en 2005 diputado nacional.

 

Daniel Scioli: ajedrecista componedor

 

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Nicolas Poggi

DyN

Del Papa Francisco a Pimpinela, de Nacha Guevara a Alberto Samid, de Ricardo Montaner a “Pacho” O’Donnell y de Mirtha Legrand a Charly Alberti, Daniel Scioli responde como pocos al pragmatismo peronista que condensa un colectivo heterogéneo detrás de la figura del conductor.

Por eso, se propone cerrar la “grieta” en caso de ser electo presidente. Nunca lo dirá en público, pero su estilo no es el del kirchnerismo, aunque en el último tiempo haya profundizado su alineamiento con los inquilinos de la Casa Rosada. Su impronta es la de integrar posiciones distantes y “llevar la discusión a todos lados”, como admitió durante su significativa incursión al programa “6,7,8”, donde antes lo habían tratado nada menos que de “candidato de los fondos buitre”.

Dialoguista, componedor, deportista, cultor del ajedrez, amigo de sus amigos pero también de sus enemigos y atento a los reflejos del mundo del espectáculo, Scioli aplica el manual peronista con más rigor que el selecto grupo que lo designó como único candidato del oficialismo, en el broche de oro de una convivencia tirante que hoy encontró su remanso.

Flamante licenciado en Comercialización en la Uade -una deuda que tenía pendiente desde hace cuatro décadas con su fallecido padre, José Osvaldo Scioli, cuando abandonó sus estudios-, lleva “las tres P” como filosofía de vida: paciencia, prudencia y perseverancia.

Con una disciplina rígida de entrenamiento -hace aeróbico todas las mañanas- y alimentación -es su obsesión-, que extendió a su conducta política, el ex motonauta se encuentra a sus 58 años ante el desafío de subsanar, desde el kirchnerismo, la división de la sociedad que la oposición le atribuye al gobierno por su estilo confrontativo. No era el candidato esperado por la ortodoxia oficial, pero fue el candidato posible.

Cultor de la imagen, Scioli se ocupa personalmente de todas las fotos que distribuye su equipo de comunicación, y nunca sacrifica la infusión de sopa que antecede a cada almuerzo o la pastafrola de la merienda.

Sus primeros movimientos de campaña evidenciaron el copamiento de su estilo abierto y conciliador sobre las filas del kirchnerismo, cuyos referentes asisten impávidos a la convivencia “forzosa” con las figuras de la farándula que apuestan por su victoria.

Garantizada la candidatura presidencial en solitario en el Frente para la Victoria, ya no disimuló su intento de trazar una línea de continuidad entre el punto de inicio de su carrera política, en 1997, y este presente que lo encuentra como el bendecido de la presidenta Cristina Fernández.

Mal que le pese al comando K, sus gestos apuntan a unificar posturas irreconciliables: el reconocimiento a Carlos Menem; la promesa de concretar la “autonomía” porteña retaceada al macrismo; la búsqueda de contención a la tropa de gobernadores; el variopinto elenco de invitados a las cenas con Carlos Zannini y el camporismo son apenas muestras de la etapa política que pretende comandar.

Para Scioli nunca hubo sobresaltos, y así lo admitió en el recinto hostil de “6,7,8”: “Los que cambiaron fueron los otros”.