En el centro de Asunción

Paraguay y su tesoro cultural de barro

El Museo del Barro o Centro de Artes Visuales de Asunción, que sobrevivió a desastres políticos como la dictadura militar, y naturales, como un tornado que lo afectó, es el único espacio que resume la esencia del arte cultural paraguayo contemporáneo y antiguo.

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Numerosas salas con variados objetos que fueron pacientemente custodiados por sus mentores. Foto: Agencia EFE

 

Santi Carneri

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EFE

Tras su fachada de ladrillo visto se despliega un itinerario por el presente y el pasado artístico de Paraguay. Las colecciones de miles de piezas de cerámica que dieron nombre al museo y del tradicional encaje de ñandutí se intercalan con las de arte ceremonial indígena y campesino, actual y precolonial.

Estas conviven con vitrinas de obras de arte sacro, fruto del sincretismo de la mano de obra indígena y la visión icónica barroca de los misioneros jesuitas y franciscanos del Paraguay colonial.

Para rematar el viaje histórico y multicultural que ofrece el acervo de casi 9.000 piezas, el museo reúne las principales obras de los artistas contemporáneos paraguayos más emblemáticos como Osvaldo Salerno, Carlos Colombino, Núñez Soler, y Carlos Federico Reyes (“Mita’i Churi”), entre otros.

Este centro cultural es un superviviente de varios desastres según explica a Efe la directora de la colección de arte indígena, Lia Colombino, hija del fallecido artista y coleccionista que junto a Olga Blinder inició en 1972 la “Colección Ciculante”, el primer conjunto de grabados y dibujos que impulsó la idea del museo.

Nacimiento

El Museo del Barro nació siete años más tarde y abrió su primer local en San Lorenzo (Gran Asunción) bajo la iniciativa de Ysanne Gayet, Carlos Colombino y Osvaldo Salerno.

Contaba, al abrir sus puertas, con unas 800 piezas de cerámica popular de Ita y Tobatí, confeccionadas en los últimos 40 años, así como una colección de cerámica arqueológica de la cultura guaraní.

No eran tiempos fáciles para la cultura en Paraguay. La dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989) perseguía y castigaba la disidencia política y muchas manifestaciones populares indígenas hasta con la muerte.

Pese al nulo apoyo estatal, en 1983 el museo abría sus puertas en su sede actual, en el barrio de Isla de Francia de la capital.

“Era un contexto represivo, ultraconservador, que siempre tenía a los artistas, como también hoy, como personas un poco locas y a veces un poco peligrosas porque decían y mostraban lo que pensaban”, destaca Colombino mientras recorre la sala con “La próxima cena”, un mural hecho por su padre en 1990, tras la caída del régimen.

Superada la crisis política, cuando ya el museo se dedicaba a expandir sus colecciones y salas, fue un desastre natural el que alteró los planes de la organización.

Un tornado azotó en 1993 el Centro de Artes Visuales arrancando un tejado, lo que lo mantuvo cerrado dos años.

“Lo bueno -dijo Colombino- fue que la ciudadanía se movió y hubo algunas acciones para juntar plata, porque la plata para hacer la parte indígena vino de España, cuando Augusto Roa Bastos gana el premio Cervantes”.

La importancia del ecléctico acervo del Museo del Barro es enorme pues el resto de centros de Paraguay se dedican a cuestiones más particulares como el Museo Nacional de Bellas Artes o el Museo Etnográfico Andrés Barbero, resaltó.