Las despedidas de ellas y de ellos

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Ya hablamos del comienzo temprano de las despedidas de año. El año ya estaba perdido en enero; ¡imagínense en noviembre! Ahora, no es lo mismo si la despedida es organizada por ellas o por ellos. En este artículo estoy, literalmente, degenerado.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]).

 

DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Porque sucede que ellas tienen una reconocida, concienzuda y minuciosa capacidad de organización, que no deja detalle librado al azar. Excepto ellos, nosotros, que somos realmente un detalle librado al azar. Porque ellas organizan como organizan (ya sabemos), pero después vienen los organizadores natos de la joda, unas pocas horas antes, a darle contenido y piripipí a la despedida que hasta acá era sólo correcta o impecable. ¡Nadie quiere una despedida así!

Antes de avanzar dos líneas más sobre este tema, quiero hacer la culposa aclaración formal que aquí hacemos pincelada gruesa, tocamos medio al bulto (y nos vamos, qué duda cabe) y generalizamos, porque también hay mujeres muy prácticas y que la tienen clarísima a la hora de organizar una fiesta de lo que sea; y hay tipos, varones, rolleros e irresolutos hasta para ir al quiosco a media cuadra.

Ya está hecha la aclaración, pero si me detengo ahí no avanzamos nada y no tengo Toco y me voy y se desata “una serie de eventos desafortunados”, por usar una frase hecha y una hermosa película...

Ellas, por ejemplo, un mes y medio antes, van tirando ideas sobre la mesa: fecha y lugares tentativos, categoría general, sentido, pertenencia y oportunidad de la convocatoria, su importancia en el devenir de la humanidad, la comunidad, la institución y la familia. Para decirlo de alguna manera no ofensiva: las chicas van armando masa crítica, algo que es indispensable para imponer cualquier acto humano, así se trate de la revolución francesa o de una choripaneada con las de hockey, del colegio o de danza. No hay que respetarle importancia a este momento, digamos formativo, de la joda en ciernes.

Se aventuran luego otros detalles, algunos muy precisos, otros vagos (hablando de los vagos, a todo esto, nosotros, brillamos por nuestra ausencia y sonoro silencio); algunos determinados y determinantes y otros a discutir, una ondina digamos, una idea que arranca con el estaría bueno que...

Conforme avanzan los días, ellas perfeccionan la maquinaria organizativa. Son como hormigas: todo lo prevén, todo lo estudian, todo lo analizan. Ya tienen menú. Y menúes. y están contempladas las cosas más nimias e impensadas por ellos, o sea, nosotros. Unos pocos días antes ya hay comida para celíacos prevista. No hay ningún celíaco, ni grande, ni chico, ni ella, ni ellos. Pero por las dudas, hay comida para ellos porque por ahí uno se puede declarar celíaco repentinamente y no es cuestión de no estar a la altura. Hay repelente para insectos (uno de los nuestros, jamás pensaría en eso) y antídoto contra serpientes de cascabel. Acá no tenemos serpientes de cascabel, pero el clima está tan loco, la globalización, el Niño, qué sé yo, ellas llevan por las dudas.

Faltando unas pocas horas, uno de los vagos se despierta y pregunta, casualmente: che, el sábado o el domingo parece que nos reunimos. Sí, contesta otro con igual indolencia. Parece que las chicas están organizando...

Ahí, en ese preciso instante, salta la brutal máquina organizajoda, que es de exclusiva propiedad intelectual masculina. En cuestión de segundos, reorganizamos el menú y lo direccionamos hacia donde debe verdaderamente ir -sitio del cual nunca debió apartarse por otro lado, qué vegano, ni macro o micro bioalgo.

Ya hay un costillar pedido; o un chivito, ya hay carbón y chimi y ya hay barril. Y del otro lado, ellas, las chicas, deben reorganizar sobre la desorganización organizada de ellos. Está bien: un vago puede olvidarse la lechuga o la mayonesa; pero que vamos a los bifes, vamos a los bifes. O a las achuras. Es indiscutible. Y que resolvemos, al menos en ese rubro, también. No hay vacío organizativo, porque hasta vacío llevamos para el que quiera. Y nos vamos yendo. No sé si les dije que, literalmente, estamos de despedida.