DIGO YO

La cocina estaba azul *

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“Retoñarán aladas de savia sin otoño reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida”.

“Para la libertad”, Miguel Hernández

 

Natalia Pandolfo

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“La diabetes es una enfermedad crónica, progresiva y lábil”, dijo el médico, y garabateó un cuadrito sinóptico en su anotador.

Elena miraba por encima, como flotando. Se acordó de cuando la señorita Mirta les explicó qué era un cuadro sinóptico y para qué servía. Recordó el brazo grueso trazando rayas en el pizarrón verde. Trajo a su cabeza las carnes flojas, temblando como un flan bajo la casaca azul de mangas cortas. Sintió el ruido de las pulseras tintineando. Escuchó las risas de las chicas, ese bullicio de la previa del recreo que nunca llega. Regresó.

“Esto es como aprender a andar en bicicleta. Parece difícil, hasta que lo domines. Es agregar algo más a tu rutina: te levantás, te lavás la cara, te cepillás los dientes, te peinás. Ahora también te ponés insulina”, le dijo. Le dio la mano y la despidió: “Te quiero ver en una semana”.

Fue entonces cuando los edificios de la ciudad se le cayeron encima. Fue entonces la penumbra a las cuatro de la tarde. Fue la vista nublada y el aire que no alcanzaba. Fue desplomarse en el escalón de la clínica y quedarse mirando la calle como un extranjero, los contornos de los autos distorsionados, fuera de foco; los sonidos como un eco ininteligible. Fue sentir que respiraba debajo del agua.

Esos minutos que pasan sin asomarse al horizonte de lo palpable, que vuelan caóticamente, que desaparecen sin más, que divagan por el cosmos en orden aleatorio. Un muro se había interpuesto entre ella y su vida. Su cabeza golpeó con tal violencia que todo lo que había visto, lo que había vivido y lo que había imaginado desapareció.

Su marido la esperaba en el auto.

—¿Qué te pasa?

La pregunta pastosa de siempre. Acaso alguien tuviera la respuesta al gran acertijo universal.

—Tengo diabetes. Me voy a tener que inyectar insulina. Tres veces por día, más cuatro pinchazos diarios en el dedo, para control.

Él intentó lo que cualquiera hubiera hecho: esas cosas que se dicen sabiendo que no hacen falta, y sin embargo. Registró lo inútil de sus gestiones, desesperado; arrancó el motor e inició el recorrido de siempre. Ella lo vio todo distinto. Las casas, los carteles de las calles, las motos apuradas, la gente comprando cosas: todo se le antojó absurdo.

Llegaron a casa. El sol atravesaba los ambientes; pero para ella la oscuridad lo teñía todo. Miró la cocina; tiempo después la recordaría azul: esos caprichos de la memoria.

Como un fantasma caminó hasta el dormitorio, se sentó en el extremo de la cama matrimonial y lloró. Lloró violentamente, desde las entrañas, con la cabeza entre las manos. Lloró por la libertad hecha añicos; lloró porque Dios o quien fuera le mandaba castigo semejante. Lloró porque le encantaban los helados y las facturas y los dulces. Lloró a cántaros, con esas ganas de morirse que pocas veces experimenta uno.

—Vamos Elena, vas a estar bien. No es grave. Te vamos a ayudar. Vos vas a poder, sos fuerte. Lo decían su compañero, su mamá, su hermana. Desfilaban por su cama como en una procesión, ofrendando cariño. Las lágrimas desbordaban como cera de una vela que crepita. Las palabras se le hacían llagas en la boca. Diabetes. Inyectar. Glucosa. Crónica. Lábil. Progresiva.

Como si la hubieran desprendido de su cuerpo, se miró y experimentó el peor de los sentimientos: la autocompasión. Siguió llorando, cerró los ojos, se desmayó. Al despertar, supo que el ser que alguna vez había sido estaba muerto. Apoyó los pies en el piso frío, se calzó y ensayó un par de pasos.

* Ayer fue el Día Mundial de la Diabetes. Según la Organización Mundial de la Salud, se trata de una epidemia que afecta a 347 millones de personas en el mundo. Se calcula que las muertes por diabetes aumentarán más de un 50 por ciento en los próximos diez años. En Argentina, una de cada diez personas tiene la enfermedad, y la mitad no lo sabe. Pese al dramatismo de las cifras, los estudios han demostrado que muchas de las complicaciones de la enfermedad pueden prevenirse o retrasarse mediante alimentación saludable y actividad física.