De domingo a domingo

El debate y los miedos

por Hugo Grimaldi

DyN

Si se ponen sobre la mesa temas bien urticantes quizás se desnuden los verdaderos temperamentos de los candidatos y hasta la sangre fría que tiene cada uno para conducir el barco.

A la luz de los resultados, el modelo económico vigente, que continuó aquel de Néstor Kirchner destinado a asegurar la inclusión social, resultó ser un grotesco conceptual que, durante los últimos meses, ha tenido un sesgo bien maquiavélico en su ejecución, propio de la matriz de los regímenes populistas: “cuanto peor, mejor” y “después de mí, el diluvio”. Hacer “la plancha” en materia cambiaria, dejar atrasar cada vez más el tipo de cambio frente a la inflación, perder reservas a diario desangrando el Banco Central, mantener una presión impositiva récord, incluido el impuesto al salario, gastar sin medida y además emitir “a lo pavote”, tal la receta que se viene ejecutando con notable desparpajo, es definitivamente un cóctel condicionante capaz de desacomodar al más pintado.

Así, el resultado del empeño de estos últimos meses fue engordar al paciente con la complicidad de un Estado que se cree omnipotente, aunque finalmente se evidenció bobo, para que Mauricio Macri o Daniel Scioli sean quienes le tengan que imponer un régimen de comidas y para que además carguen con esa incómoda decisión.

Este será el resultado más palpable de la “herencia recibida”, el primer desaguisado que el próximo gobierno deberá arreglar, antes de acometer el más crítico: las consecuencias sociales de tanta chapucería. Y aunque los dos candidatos tienen en claro la malicia a la que los está sometiendo el fin de ciclo K y saben que se trata de una maniobra de pinzas para comenzar a conspirar desde el minuto uno contra cualquiera de ellos, cada cual con su estilo y en función de su propia conveniencia electoral, ha prometido que todo volverá a ser normal y señalan con mayor o menor precisión que, ante la obesidad galopante, el “ajuste” (maldita e inevitable palabra) del cinturón se hará de cualquier forma.

En campaña

Para sumar votos, Scioli tomó algunos elementos de la campaña de Sergio Massa que en octubre no acompañaba y ahora también se mimetizó con Macri, dejó la continuidad y parece ser también candidato del eslogan Cambiemos. Entre ambos, sólo está en discusión hoy el “tempo” del régimen dietario que llevará al ajuste de peso y esto no es menor, ya que si hay un shock que provoque la inmediata abstinencia de alimentos es probable que se le generen al paciente cimbronazos de angustia, aunque los resultados se verán más rápido (Macri), mientras que un mayor gradualismo en la ingesta de comidas podría alterarlo menos, pero hacer que se prolongue demasiado la situación (Scioli).

El gobernador bonaerense se siente más cómodo porque lo suyo se propone como de más largo aliento, mientras que los aumentos preventivos de precios de hoy (cereales, carnes, medicamentos, etc.) le impactan de lleno a su rival. Él mismo ha puesto el acento electoral en personalizar la situación en la maldad intrínseca que le atribuye a Macri por querer liberar rápidamente el mercado de cambios.

Esta parte de la “campaña del miedo” que habla de la suba de precios ya no es la cantinela que “si gana Macri se perderá” tal o cual cosa (planes sociales, empleos públicos, cupos universitarios, prebendas sectoriales, etc.), algo que en verdad juega más en contra de quienes difunden esas calamidades por interés que contra el postulante original de Cambiemos, sino que está basada en elementos más concretos, como es por ejemplo la natural propensión que tienen los agentes económicos de adelantarse interesadamente a las decisiones de los gobiernos. Si Scioli es presidente y sigue su librito, tampoco se va a salvar de soportar el mismo problema durante todo el tiempo que vaya corriendo a las expectativas desde atrás.

Sin entrar en tópicos institucionales básicos que hacen al mantenimiento de los valores de la Constitución en vigencia o en cuestiones de mayor diálogo y consenso en los que ambos postulantes, con sus matices, podrían llegar a coincidir, pese a que Scioli resulta ser el más perjudicado porque quedó demasiado adherido en estos años a las poco republicanas formas K, una de las claves de la elección del domingo 22 está justamente en saber qué harán quienes deciden prioritariamente el voto en función de cuestiones económicas. Y a la luz de esas dos posturas sobre la salida del modelo, habrá que determinar si estos ciudadanos, un grupo bien mayoritario de votantes, están dispuestos a ratificar un cambio veloz que implique una vuelta de página del régimen Estado-intensivo de los últimos años hacia formas de capitalismo no salvaje (Macri) o se muestran más conservadores y se deciden por un esquema que sea una salida más prolija de la heterodoxia kirchnerista (Scioli).

Por encima del hombro

Más allá de lo económico, cómo querer salir y defender en simultáneo el modelo, otra debilidad objetiva que tiene el candidato oficialista frente al jefe del PRO es que el kirchnerismo más duro no lo quiere y que a cada rato tiene que estar mirando por arriba de su hombro para ver desde donde le va a llegar el próximo mandoble, desórdenes que día a día le han complicado la campaña.

Su hermano Pepe tuvo que salir a despegarse de los exabruptos de Hebe de Bonafini y José Pablo Feinmann, a quienes dejó del lado de la vereda de los no peronistas: “A Daniel lo conocen de toda la vida. Saben que corrige lo que hay que corregir. Lleva con orgullo la bandera del peronismo”, dijo.

Sin embargo, nada de eso le alcanza a Scioli para darle la tranquilidad que necesita para que no se lo identifique con las diferentes formas de fascismo que suelen adoptar algunos que le están embarrando la campaña, cuesta que luego se le hace difícil remontar. Por suerte para él, parece que logró correr de la escena a la presidente Cristina Fernández, quien se cansó de ningunearlo en las cadenas nacionales.

Surfeando en la ola

Hoy, Macri tiene bien acomodado en sus alforjas el mismo favor que tenía Scioli a una semana de la primera vuelta, cuando se suponía que iba a estar arriba de 40 por ciento y que los más de diez puntos de ventaja lo iban a llevar a la Casa Rosada. Sin embargo, sin que se manifestara de modo evidente nada que torciera la cosa, la ola popular de la última semana a favor de Cambiemos dejó a Scioli sólo tres puntos arriba y sin la provincia de Buenos Aires, el distrito que gobernó durante ocho años. El voto castigo de los bonaerenses a su gestión, ensombrecida también por los palos en la rueda que le puso la Nación, que lo obligó a sucesivos impuestazos, a endeudarse y a postergar obras, es algo que hasta ahora no ha salido al ruedo en la campaña. Quizás ésta sea la carta que tiene Macri para poner arriba de la mesa en el tan esperado debate de este domingo, pero ya se verá si quiere tensar la cuerda o presentarse como una víctima de la famosa “campaña sucia”, con ondas de paz y amor. No sea cosa, que un paso en falso cambie el sentido del voto durante la última semana y que la ola amarilla torne a naranja, puede llegar a temer el opositor basado en la experiencia de octubre.

Igualmente, es más que probable que ambos postulantes tengan preparados sendos paraguas para guarecerse de las definiciones tajantes y hasta dónde ese tipo de cruces sirve para mostrar de modo espontáneo la realidad puede llegar a ser algo aleatorio, ya que los asesores suelen tomar recaudos, desde la oportunidad de plantear temas y el ensayo de las frases a decir o cuáles usar como respuesta, hasta el color de la vestimenta, el modo de saludar al oponente, las miradas o los gestos.

Es verdad que en una discusión en vivo nadie está a salvo de errores no forzados, ya que si se ponen sobre la mesa temas bien urticantes quizás se desnuden los verdaderos temperamentos de los candidatos y hasta la sangre fría que tiene cada uno para conducir el barco, pero lo más probable es que, por estudiadas, entre exposiciones y preguntas haya pocas chances de calibrar como definitivas las respuestas de ambos en cada uno de los temas. Probablemente, señalan los expertos, el debate sirva más para imaginar rumbos futuros que para que los votantes tomen su decisión final.

Es más que probable que ambos postulantes tengan preparados sendos paraguas para guarecerse de las definiciones tajantes.

Scioli y cómo cambiar el modelo sin que se note. Macri busca no pisar en falso.