Crisis humanitaria
Crisis humanitaria
Alemania recurre a polideportivos y barcos para acoger a los refugiados
Polideportivos, almacenes, terminales de aeropuerto, barcos, cuarteles y colegios se reconvierten a diario en Alemania en improvisados albergues para poder acoger al millón de refugiados que se prevé que llegue este año al país.

Una de las tantas manifestaciones contra la canciller Angela Merkel por su política de aceptación de los refugiados.
Foto: Agencia EFE
Juan Palop
EFE
La situación, que apenas ha variado en los últimos días a raíz de los atentados del 13 de noviembre en París, en los que murieron 130 personas, está poniendo contra las cuerdas a cientos de grandes ciudades y pequeños municipios de la mayor economía europea, empezando por Berlín, Múnich y Hamburgo.
“La situación es problemática y precaria. Tenemos que cerrar casi un polideportivo cada día para acoger refugiados. Hasta la última plaza está ocupada. Nos llegan unos 750 nuevos al día”, explica a Efe Silvia Kostner, portavoz de la Oficina de Sanidad y Asuntos Sociales (LaGeSo) de la ciudad-estado de Berlín.
Estas medidas excepcionales se producen de forma paralela a otros anuncios, sorpresivos por su urgencia y magnitud, como la reconversión en centros de acogida del anterior ayuntamiento del distrito de Friedenau, de parte del recinto ferial de Berlín y de dos terminales del antiguo aeropuerto de Tempelhof.
Además, se están reconvirtiendo a marchas forzadas otras instalaciones de gran tamaño, como el antiguo centro de congresos ICC -donde cabrán hasta 800 refugiados- y una tercera terminal de Tempelhof.
“Trabajamos con gran presión para crear nuevas plazas. Poner en marcha albergues cuesta semanas, meses. Hay que preocuparse del agua y la electricidad, cambiar el suelo, revisar las calefacciones y a veces las ventanas”, explica Kostner.
Respuesta urgente
Las autoridades berlinesas, prosigue, buscan “con toda urgencia” grandes locales vacíos como “fábricas, oficinas públicas y hospitales‘, pero ‘no hay muchas más disponibles”.
Según los últimos datos oficiales, del 18 de noviembre, Berlín ha acogido en lo que va de año a unas 62.000 peticionarios de asilo y la marea humana continúa.
La sensación de crisis en Berlín no es una excepción en Alemania, de hecho la capital, según la ‘fórmula de Königstein‘ -un método estandarizado de reparto de cargas entre “Länder”-, apenas debe acoger al 5 % de los refugiados, pero la cifra total se va a acercar al millón este año en el país.
Las autoridades locales han recurrido en los últimos meses a oficinas y centros comerciales abandonados, a decenas cuarteles infrautilizados por el ejército y hasta a barcos, como en el caso de Düsseldorf, que los deja anclados en las riveras de los ríos, transformados en albergues flotantes.
Según un estudio divulgado recientemente por la auditora Ernst&Young, Alemania necesita sólo para este año 370.000 camas para refugiados más de las 500.000 que tiene instaladas.
En lo que va de año han sido registrada ya la entrada en Alemania de más de 900.000 peticionarios de asilo, informó el estado federado de Baviera el pasado viernes.
Kostner reconoce que en Berlín se están agotando las literas de madera sencillas que estaban adquiriendo las autoridades y que en algunos lugares se están tirando colchones en el suelo por no disponer de nada mejor.
La situación, a juicio de los expertos, está relacionada con la dificultad para predecir los flujos de refugiados, la llegada del invierno (que impide el uso de tiendas de campañas) y la incapacidad empresarial para dar respuesta a la elevada demanda de distintas soluciones habitacionales, como contenedores de mercancías reconvertidos.
También se apunta a la falta de coordinación entre los distintos niveles de la administración alemana y los fallos de organización y anticipación de los municipios.
Hechos como el cierre de polideportivos, sin embargo, generan malestar entre la población alemana, algo que están aprovechando movimientos xenófobos como los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) o partidos ultraderechistas como Alternativa para Alemania (AfD).
Un reto para Angela
Alemania espera recibir a más de un millón de solicitantes de asilo este año y ella asume que se enfrenta a “una prueba de fuego histórica”, que marcará su mandato y al conjunto del país.
Por quinto año consecutivo en cabeza de la lista de Forbes de las cien mujeres más poderosas del mundo, Merkel ha fallado esta vez al intentar crear en la UE un mecanismos de reparto de refugiados y debe todavía espera frutos de la cooperación turca.
La incesante llegada de refugiados ha golpeado a un país que había disfrutado una década de cierta autocomplacencia mientras varios de sus socios europeos se ahogaban en la crisis, con Merkel al frente de un gobierno que exigía al resto la austeridad y las reformas que Alemania ya había aplicado.
La crisis puede empañar el balance de una líder que el 22 de noviembre de 2005 se convirtió en la primera mujer investida canciller del país tras ganar por la mínima a los socialdemócratas, con quienes formó su primer gobierno de gran coalición.
Con esa alianza afrontó la crisis financiera internacional, aprobó el mayor programa de rescate financiero desde la II Guerra Mundial para salvar a la banca nacional y dio luz verde a un plan de estímulos que reactivó la economía.
La Merkel austera renació en su segunda legislatura, tras arrollar en las elecciones de 2009 al Partido Socialdemócrata (SPD), que obtuvo el peor resultado de su historia, y recuperar con los liberales el esquema tradicional alemán de alianza entre socios naturales.
La canciller reactivó el eje franco-alemán en defensa de la ortodoxia económica y, con el presidente Nicolas Sarkozy como principal aliado, se convirtió en defensora acérrima del Pacto de Estabilidad, mientras impulsaba los mecanismos de estabilidad financiera a nivel comunitario para evitar el riesgo de contagio.
En el país esa legislatura se recordará también por el giro radical a la política energética tras la catástrofe de Fukushima, en 2011, cuando Merkel impulsó el apagón nuclear en Alemania para 2022.
El plan en realidad ya había sido aprobado por su antecesor, Gerhard Schröder, pero ella lo había revocado con los liberales como socios.
En las siguientes elecciones, en 2013, los liberales quedaron fuera del parlamento, dejando patente de nuevo la capacidad de Merkel de fagotizar a sus aliados en el gobierno, y la canciller, a solo cinco escaños de la mayoría absoluta, volvió a hacer gala de su pragmatismo para formar una nueva gran coalición con el SPD y garantizar la estabilidad de la legislatura.
El rescate griego bajo estrictas exigencias de reformas y ajustes se convirtió en su caballo de batalla en el exterior, mientras que en el interior Merkel arrastraba hacia el centro a su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU). Los alemanes han visto aprobarse en dos años las principales propuestas electorales del SPD, como el salario mínimo interprofesional o la rebaja de la edad de jubilación a determinados colectivos, y la han escuchado defender esas iniciativas con la misma convicción con las que las rebatió en campaña.