De domingo a domingo

Péndulo, palanca y resorte: miedos y esperanzas ante un nuevo presidente

Por Hugo E. Grimaldi

DyN

En medio de un muy largo proceso electoral que por suerte llega a su fin con la frutilla del postre de la elección entre Mauricio Macri y Daniel Scioli de un nuevo presidente, es inevitable considerar la angustia que están sintiendo los ciudadanos no sólo a la hora de tomar una decisión responsable y esperanzadora en la soledad del cuarto oscuro, sino cuando cada uno piensa que es parte sustancial a la hora de aceptar o no lo que necesariamente vendrá, en medio de tantos interrogantes como los que hoy dominan a los argentinos.

Para ensayar algunas respuestas bien podrían hacerse algunas referencias a la física más elemental, tanto si se intenta describir el fondo de lo que se está votando en el balotaje presidencial o visualizar las señales de un futuro que aparece complicado o quizás a la hora de explicar el oscuro descenso que viene padeciendo el kirchnerismo hacia los infiernos que supo construir.

Como símiles de estas situaciones bien podrían refrescarse algunos conceptos sencillos sobre oscilaciones, vectores y velocidad, sobre acción y reacción o sobre fuerzas y puntos de apoyo, para darle así marco a algunas situaciones de la política de estos días, referidas estrictamente al cuerpo social aunque no a los candidatos, ya que, se sabe, los políticos dirigen poco y suelen hacer seguidismo de los deseos de la gente.

Esta es sin dudas una elección crucial, ya que involucra no sólo un cambio de figuras, sino también de muchas políticas de fondo que seguramente volverán a arrumbarse en lugares desde dónde nunca debieron salir.

El vivir con lo nuestro, el desprecio por el sector privado o la cultura del desencuentro son atajos ya descartados por el mundo racional desde hace décadas que sólo han vuelto a resurgir en la Argentina por el gran temor que tuvo la ciudadanía a comienzos de siglo.

Ni Macri ni Scioli son revolucionarios ni van a cambiar todo aquello que hace a las muchas conquistas de estos años que propenden a la inclusión social o como las llama el kirchnerismo a la “ampliación de derechos”, ni tampoco lo serán a la hora de tirar por la borda algunos lastres ideológicos de la época que se cierra. A lo sumo, los irán reemplazando por otros que, cuando se demuestre que son mejores, irán calando en la gente. Pero, lo cierto es que no podrán hacer avanzar al país si el que sea el más votado, con el apoyo del perdedor, no va dejando de lado gran parte de los conceptos dañinos que el actual gobierno defiende con uñas y dientes que, si se los asocia con la invasión del Estado en provecho de la militancia, la cooptación de los medios de comunicación o el intento de domesticación de la Justicia, todos ladrillos de una paciente construcción de hegemonía, bien pudieron terminar en estos años con la República.

Vaivenes

Primer interrogante: ¿será posible que la gente acepte que, después de haber transitado en los ‘90 por la adoración al mercado y de haber pasado luego a venerar al Estado, el péndulo de la política comience a oscilar más racionalmente de aquí en más con un poco de cada cosa, especialmente si es lo mejor de cada período? Carlos Menem y el matrimonio Kirchner, pero sobre todo Cristina Fernández, han tenido muchas cosas en común y no sólo por provenir de feudos provinciales ultraconservadores que los convirtieron en patrones de estancia, esquema que buscaron trasladar al país. Esa pasión obsesiva por el poder los convirtió a todos ellos en arduos buscadores de prolongar sus mandatos a como diera lugar.

Más abierto el riojano en materia de darle juego a sus colaboradores y más férreos los Kirchner en centralizar las decisiones, ambos tuvieron que cargar con denuncias de corrupción en varias áreas del Estado y, en muchos casos, con lazos directos hacia sus propios familiares, aún los más cercanos.

Aunque nunca lo verbalizó, tal como hizo Néstor Kirchner, Menem también siempre creyó que el dinero aseguraba continuidad en la política. Menem y los Kirchner también compartieron en sus gestiones un elemento crucial que fue lo que los más puristas del peronismo siempre identificaron como “infiltración” de ideas por derecha y por izquierda que poco tenían que ver con la doctrina de Perón, algo que los más pragmáticos siempre negaron diciendo que “todos somos peronistas” y que por eso el movimiento se iba mimetizando de acuerdo con la ola de cada tiempo.

Otros temas bien similares fueron el amor de los presidentes Menem y Fernández por el atraso cambiario y por el exceso de gasto, cristalizado por la convertibilidad y la seudo tablita cambiaria de Axel Kicillof que, en el primer caso, se tradujo en un híper endeudamiento y en el contexto actual, en emisión monetaria casi sin límites.

También la década del ‘90 y los años que pasaron desde 2003 hasta acá compartieron la violenta oscilación del péndulo que pasó del todo-mercado al todo-Estado, con una particularidad muy especial: en ambos casos, el rol del Estado se perjudicó en demasía, en el primero por el abandono de su capacidad de control y en estos últimos años por una más que deficiente gestión sólo sustentada en las trabas. Así, ambas administraciones contribuyeron más a devaluar en el ánimo popular las ideas que intentaban imponer que a favorecer un camino.

En el caso de Menem seguro y aún hay que ver qué pasará con el kirchnerismo, pero tal como le pasó al riojano a la luz del refrán “quien siembra vientos cosecha tempestades”, al ostracismo de su imagen y al desvanecimiento de sus ideas, nadie está seguro de que no ocurra lo mismo con el período que le tocó administrar a los Kirchner y aún con el buen recuerdo.

Punto de apoyo

Una segunda pregunta a contestar a partir del correlato con la física es saber si desde ahora habrá chances de borrar prejuicios y de hacer palanca entre todos para eyectar definitivamente las piedras que entorpecen el desarrollo, tal como la catapulta las arrojaba por encima de las murallas.

En este punto, hay que sumar muchas cuestiones de la muy pesada herencia que van a recibir Macri o Scioli, ya sea en cuestiones económicas, sociales o institucionales todas entrelazadas y no de fácil ni rápida resolución. Un repaso a mano alzada indica que habría que poner sobre la cuchara de la máquina medieval, sacándoselos de encima lo antes que se pueda, los voraces efectos que puedan seguir generando los desequilibrios que surgen de los diferentes cepos y de las intervenciones a los mercados.

Además, debería desterrarse la idea de que el consumo puede reemplazar en soledad a la inversión privada, tal el paradigma de los últimos años para justificar la inversión pública en infraestructura con partidas surgidas de la impresionante presión tributaria que hoy existe y que finalmente terminaron en parálisis de muchas obras, con esos mismos fondos consumidos por la coyuntura y por el gasto corriente, bien engordado éste por miles y miles de nombramientos en las oficinas públicas de todos los niveles.

En materia económica, habría que sacarse de encima también los prejuicios que han existido hasta ahora para arreglar de modo conveniente con los holdouts, ya que ésa será la llave para conseguir que vuelvan muchos fondos de argentinos, inversión extranjera directa y para reabrir mercados y conseguir desde una Cancillería activa una inserción menos ideológica y más inteligente en el mundo.

Otras cosas que deberían salir eyectadas por nuevos enfoques, para asegurar así un ambiente de tranquilidad y de búsqueda interesada de la movilidad social, son los números poco claros que hoy existen focalizados en la desocupación, la informalidad laboral, el trabajo en negro y la pobreza.

Nada se podrá arreglar de modo coherente sin tener en claro estas estadísticas que fueron tergiversadas durante años, cuyos valores reales han sido el caldo de cultivo de la inseguridad y de la aparición fulgurante del narcotráfico y de sus ejércitos de terror.

Bajo presión

Y queda un último interrogante también del mundo de la física, pero éste vinculado al costado económico, a las expectativas y a lo que está por suceder este verano cuando el nuevo presidente se haga cargo. La pregunta es: cuando se libera un resorte, ¿la culpa de sus efectos es de quién le quita el pie de encima o de quién lo apretó?

La pregunta es pertinente, ya que han comenzado a escucharse crujidos económicos bastante preocupantes desde el lado de los precios, por directa gravitación del atraso cambiario.

Durante los últimos días, los analistas económicos primero, los empresarios y comerciantes después y luego la gente del común comenzaron a preguntarse cuánto de una probable devaluación controlada del peso se iba a trasladar a precios, tema que puso sobre la mesa Cambiemos y que el Frente para la Victoria aprovechó dentro de la llamada “campaña del miedo”.

Y ante un deslizamiento de los valores que se empezó a notar, entonces salió a la luz la figura del resorte y la comparación científica de la fuerza y la aceleración, casi un símil de las elucubraciones lógicas sobre causas y consecuencias.

Esto mismo vale para el cepo cambiario, que impide pagar importaciones o girar utilidades retenidas y también para los subsidios, otro resorte que deberá soltar sí o sí el próximo gobierno. Sin embargo, en medio de la hemorragia de dólares que no cesa y que obliga al Banco Central a medidas de emergencia que dan la sensación de game over un día antes de la elección, la presidente por Twitter y el titular del Banco Central, Alejandro Vanoli se siguen aferrando al relato y hasta han aprovechado el inoportuno allanamiento al BCRA que hizo el juez Claudio Bonadio para hablar de “corrida judicial”, porque ese día la entidad tuvo que vender 100 millones de dólares, mientras ha perdido unos 8 mil millones desde agosto a la fecha.

Hacerle pasar un papelón así a la presidente de la Nación y no dar un paso al costado resulta inentendible. Si la culpa es del cepo que dejó atrasar el tipo de cambio y responsable a su vez de la acelerada pérdida de reservas, sólo dependerá del grado de presión que se haya ejercido, que ha sido mucho y desprolijo, pero si el desmadre se produce por el modo en que se retire el pie, la situación será otra en materia de precios y otro tanto podría decirse de las tarifas.

Hoy, las remarcaciones preventivas parecen atender más a las causas. De allí, que la respuesta al temor social de que llegue un verano complicado y que haya un golpe al bolsillo en plenas fiestas, quizás pueda ser mitigado por un aumento extraordinario de salarios hasta que recomience un teórico círculo virtuoso que planche el tipo de cambio y refrene la inflación, cuestión que sólo se resolverá con un plan integral y creíble. El próximo presidente tiene la palabra.