Semblanza

El padre Arturo Paoli

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Arturo Paoli vivió sus últimos años muy cerca de San Gennaro, en San Martino in Vignale. A su casa acudían muchas personas a escuchar su voz; intelectuales, artistas, religiosos, trabajadores y empresarios, sin distinción de credos ni ideologías. Foto: Archivo

 

“¿Has conocido al padre Arturo Paoli? Él ha cambiado mi vida”. A poco realizar esta pregunta, y tan enfática confesión, no pude más que escuchar lo que para ella era la razón de un cambio en su forma de vivir y pensar. Fue así como en una sobremesa en San Gennaro, un pequeño pueblo sobre una colina de la Toscana en la provincia de Lucca, Italia, Isa comenzó a relatar cómo admiraba a aquel cura centenario a quien visitaba semanalmente y le preparaba su almuerzo, que el anciano reconocía como la mejor comida de la semana.

Con ese brillo en los ojos que delata a quien cuenta algo con pasión, me relató los últimos años del cura, quien había estado en Argentina en tiempos difíciles. No bien transcurrían sus palabras, iba componiendo la descripción tomando trozos de la historia para unirlos y adherirlos a la narración. Claro está que la distancia generacional nos llevaba a la discusión sobre el contexto y la circunstancia en que se desarrollaban los hechos. Empezaron a emerger esas relaciones, de la mano de la historia cercana de nuestra región y de la experiencia de vida de Isa, ofreciendo su asistencia al anciano cura.

En su juventud, Arturo Paoli había sido ateo y marxista, pero algo lo convirtió e ingresó al seminario en 1937 y se ordenó sacerdote en 1940. Desde ese momento decidió dedicar su vida a la evangelización. Participó como asesor de la Juventud Católica en Italia. Su rebeldía no era bien vista por la curia, por lo que lo enviaron a acompañar a aquellos que emigraban hacia la Argentina. A su regreso, es cautivado por el pensamiento de Charles de Foucault. A partir de allí, inició su recorrido por varios países, desde Argelia, Argentina, Chile, Venezuela y Brasil pregonando el Evangelio junto a la vida de los pobres.

En nuestro país, donde vivió entre 1960 y 1974, es recordado especialmente en Fortín Olmos, donde desarrolló no sólo una tarea pastoral, sino también social. El cierre de La Forestal lo encontró al frente de los obreros, a quienes organizó en una cooperativa tratando de mantener su fuente laboral. Luchó para que los pequeños agricultores reciban la titularidad de las tierras que cultivaban.

Este paso de Paoli por el norte de Santa Fe se plasmó en un film santafesino: “Regreso a Fortín Olmos” que fuera seleccionado dentro de las diez películas que participaron del Festival de Cine de Mar del Plata en el año 2008. Las páginas de este diario lo reflejaron el 14 de noviembre en la crónica del periodista Roberto Maurer que decía: “El proyecto comunitario se había iniciado en 1960 y hacia 1975 era insostenible en un contexto demasiado peligroso para el grupo de idealistas prácticos que aspiraban a materializar reformas pacíficamente. Su inspirador fue Arturo Paoli, un teólogo italiano desplazado del Vaticano por su pensamiento avanzado, que había ingresado a una fraternidad de curas obreros. A su llamado desde Fortín Olmos acudieron jóvenes cristianos con vocación por el trabajo social, integrado por médicos, educadores y agrónomos. La creación de una cooperativa de hacheros y las tierras obtenidas para su explotación fueron el centro de un esfuerzo que, inevitablemente, sólo podía avanzar si era acompañado por transformaciones culturales”. “Cuando en el país la militancia eligió la lucha armada y la represión se endureció, ya no hubo espacio para las pequeñas utopías: en la película se va dibujando con rotunda claridad el dilema de la época, que hoy es motivo de debate”.

Paoli fue uno de los curas que participaron de La Teoría de la Liberación, un cura tercermundista. Amigo de Carlos Mujica y del obispo Angelelli, y de otros no tan conocidos, muchos de los cuales corrieron la misma suerte. Debido a su lucha por los pobres era visto por sus enemigos como un marxista a quien había que callar. Fue así como estando su nombre en la lista de perseguidos, su congregación lo llevó a Venezuela y luego a Brasil. A pesar de que Paoli pregonaba la libertad de las personas pero sin violencia, hubo quienes tomaron sus enseñanzas para justificar el uso de las armas.

En vida tuvo muchos reconocimientos, y a casi todos rechazó. El 29 de noviembre de 1999 en Brasilia, el embajador israelí le confirió la mayor distinción dada a un no judío: “Justo entre las Naciones”. En 2006, recibió la Medalla de Oro al Valor Civil, del presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, debido al gran compromiso para salvar la vida de los perseguidos por los nazifascistas, durante la Segunda Guerra Mundial, circunstancia en la cual creó junto con otras personas una red clandestina que salvó a 800 judíos.

En noviembre de 2007, el entonces gobernador de Santa Fe Jorge Obeid, firmó un decreto por el cual se designa con el nombre de Arturo Paoli a la Ruta Provincial Nº 40, en el tramo que une la ciudad de Reconquista con la comuna de Fortín Olmos. En esa oportunidad, el gobernador expresó: “Estoy participando de un acto tremendamente sentido, justo, donde honramos a un hombre en vida. Es bueno que él sepa que en esos momentos hay un grupo de hombres que se suman al homenaje de apoyo a sus ideales y a los temas que nos enseñó. Es una de las personas que más hizo por el norte santafesino y por sus habitantes”.

Paoli escribió numerosos libros, además de innumerables escritos publicados en diarios y periódicos, como así también fue invitado a disertar en seminarios y conferencias sobre temas espirituales y de política, pero con especial énfasis en las enseñanzas del Evangelio en favor de los pobres.

Hombre de oración y meditación, rezaba todo el tiempo que tenía libre. El escritor, teólogo y filósofo brasileño Leonardo Boff revela una conversación que tuvo con él: “Y todos los días, hacia las 10 de la noche, se adentraba en la iglesia oscura. Y allí se quedaba hasta las 11 de la noche. Impasible, con los ojos fijos en el tabernáculo. Un día fui a buscarlo a la iglesia. Le pregunté a boca de jarro: ‘Mi hermano Arturo, ¿es que tú sientes a Dios, cuando después del trabajo te metes a rezar aquí en la iglesia? ¿Te dice alguna cosa?'. Con toda tranquilidad, como quien despierta de un sueño, me respondió: ‘No siento nada. Hace mucho tiempo que no escucho su voz. La sentí un día. Era fascinante. Llenaba mis días de música y de luz. Hoy ya no escucho nada. Sufro con la oscuridad. Tal vez Dios no quiera hablarme nunca más'. ‘Y entonces', repliqué, ‘¿por qué sigues todas las noches aquí, en la oscuridad sagrada de la iglesia? ‘Sigo', respondió, ‘porque quiero estar siempre disponible. Si Él quisiera manifestarse, salir de Su silencio y hablar, aquí estoy yo para escuchar. ¿Y si Él quisiera hablar y yo no estuviera aquí? Pues, cada vez que viene, lo hace solamente una sola vez. Como en otro tiempo' ”.

La tarde del 18 de enero de 2014, el Papa Francisco recibió en la Casa de Santa Marta a Arturo Paoli, con 101 años a cuestas. El Vaticano informó que el encuentro duró 40 minutos y lo calificó como “personal, amplio y tranquilo”. Pero Francisco, a quien conoció como el padre Jorge Bergoglio cuando era Provincial de los Jesuitas, sabiendo de la emoción de Arturo por tal circunstancia, lo invitó a hospedarse ese fin de semana en Santa Marta, donde compartió conversación con varios religiosos de la Santa Sede.

Vivió sus últimos años, desde 2006, muy cerca de San Gennaro, en San Martino in Vignale, en las colinas de Lucca, en una casa dedicada a Charles de Foucauld. A esa casa acudían muchas personas a escuchar su voz; intelectuales, artistas, religiosos, trabajadores y empresarios, sin distinción de credos ni ideologías. Isa cuidó de él los días miércoles de cada semana durante esos años.

Arturo Paoli había nacido en Lucca, el 30 de noviembre de 1912. Murió el 13 de julio de 2015, a los 102 años.

Pérez Esquivel escribió al enterarse de su muerte: “Querido hermano Arturo Paoli. Tuve la gracia de encontrarme contigo dos veces después de mucho tiempo y de compartir con la comunidad que te acompaña en Lucca y te doy las gracias por tu testimonio de vida en el camino del Evangelio que compartes con tu humildad y compromiso en la oración”.

por Carlos Pensiero

En su juventud, Arturo Paoli había sido ateo y marxista, pero algo lo convirtió e ingresó al seminario en 1937 y se ordenó sacerdote en 1940. Desde ese momento decidió dedicar su vida a la evangelización.

En nuestro país, donde vivió entre 1960 y 1974, es recordado especialmente en Fortín Olmos, donde desarrolló no sólo una tarea pastoral, sino también social.