DIGO YO

Como si fuera fácil

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Natalia Pandolfo

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Ilustración: Lucas Cejas

“Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde”. (Marguerite Duras, “El amante”).

Traerse al hoy, hacer foco, recapitular, ubicarse en el espacio, definir el día, la hora, despegarse de la sábana, sostener el cuerpo erguido, arrastrar los pies heridos, recostarse en una ducha que despierte los sentidos, salir al mundo, buscar la prenda, el zapato, manotear un accesorio, maquillar las ojeras, salir ahora sí al mundo.

Respirar el aire profundo de las mañanas, chequear la hora, apurar el paso, quedarse en la misma esquina de siempre esperando el mismo coche de siempre con las caras de siempre, el hombre gordo, la mujer con el nenito caprichoso, la chica, farfullar un hola, descontar crédito de la tarjeta, desplomarse en un asiento individual, esconder la cabeza entre los auriculares como si fueran la mismísima tierra, volver a soñar un poco más.

Mirar las calles, las veredas rotas, el párvulo que va y viene y vuelve a ir todos los días por el mismo camino, el mismo portafolio colgando del mismo traje, el polvo en el aire, los albañiles levantando un edificio y al lado otro y al lado otro, las calles de siempre con los pozos de siempre, alimentados por las puteadas de los miles que caen en ellos una y otra vez como en una gran sátira existencial.

Emprender la guerra diaria contra la mesura, contra la mediocridad, contra las horas muertas antes de nacer. Buscar algo: una idea, una palabra, un gesto, un abrazo, un rayo que parta en dos la esfera prefabricada de lo dado.

Encontrarle la melodía a un texto, armarse de algún espacio decente en el que poder habitar, sobreponerse al hastío, al segundero fatal, sacudirse el polvo de los mandatos sobre los hombros. Encomendarse a las almas queridas. Cumplir las rutinas obedientemente, prolijamente, y sin embargo soñar con algún futuro en el que no.

Alimentarse con un buen libro, refugiarse en él como quien se abstrae de todo por un rato, desaparecer en él para luego volver a surgir, diferente.

Escapar del miedo, del asco, decirse que es posible, convencerse, creer que vale la pena. Inventarse sueños por un rato, para huir del espacio y el tiempo asignados por la fatalidad o por la historia. Poner un pie en piso firme y tantear con el otro el abismo.

Recorrer el rostro con la mirada, tan igual un día y el otro, investigar nuevos pliegues, matices diferentes, reconocer el contenido pero no las formas, rebelarse, suspirar.

Buscar cobijo en una película, en una serie, en unas cuantas páginas nobles, en un par de acordes. Deslizarse por esos terrenos con liviandad. Despojarse de los trapos y las ataduras, barrer la habitación de rencores, acallar las voces que gritan en silencio, bajar los párpados, percibir el cosquilleo del aire en la nariz, rodar en el espacio, tratar de identificar un ruido extraño, despegarse del día y de la hora, dar reposo a los pies, abandonarse otra vez.