Mirada desde el sur
Mirada desde el sur
El tiempo radical
Por Raúl Emilio Acosta
Desde su estrepitoso fracaso con Fernando de la Rúa y el “que se vayan todos” nunca han estado, los radicales, tan cerca del poder como en este período que se inicia.
Al igual que el peronismo, el radicalismo admite varias lecturas. Varios discursos. Distintas personalidades.
El eje es éste. Se necesitan conductores que trasciendan los mínimos espacios, lo comarcal. Hay diferencias entre los que quieren el crecimiento partidario. Sin embargo los proyectos están. Planifican el 2017 y, de hecho, el 2019. Gobernación y ampliación del número de intendencias en el territorio es el plan básico.
Los radicales son sobrevivientes. Han conseguido sobrevivir a dos suicidios colectivos. Leopoldo Moreau (hoy devenido servidor K) y Roberto Lavagna fueron candidatos presidenciales, ambos son portadores enfermos de sendos papelones en la historia, en la historia radical.
El modo de la supervivencia se advierte claramente en la provincia de Santa Fe. Mario Barletta, José Corral y Jorge Boasso representan, con sus discursos, posiciones claramente radicales. Es el radicalismo quien co-gobierna en la ciudad de Rosario. La línea Fein/León (presidente del Concejo) refiere a Lifschitz o mejor a Lifschitz/Fascendini. El radicalismo orgánico es la fuerza de la que el gobernador Lifschitz tomó nutrientes para su gabinete. Muchos.
La proyección nacional de Corral, como antes la de Barletta, es un indicador. El radicalismo precisa un discurso que la “línea media” no expresa. Morales, Sanz y Aguad no son otra cosa que peldaños. No parece de ellos el mañana radical.
Desde diciembre de 2015 el radicalismo co-gobierna, territorialmente, con Mauricio Macri. Reprodujeron, en escala nacional, el fenómeno santafesino. Aquí el “Modelo Santa Fe” del socialismo (del FPCyS) no es otra cosa que una planificación del cerebro socialista y una ejecución territorial de radicales, algunos pocos peronistas y restos de partidos y “oenegés” voluntariosas y minoritarias. Sin radicalismo no habría FPCyS extendido en la provincia. Sin radicalismo no habría Cambiemos en el país. Otros cerebros (¿Durán Barba?, ¿Emilio Monzó?) pensando la ejecución, el mismo y veterano militante radical juntando votito tras votito en todo el país.
Cuesta, hoy, encontrar en territorio santafesino un pensamiento peronista independiente y sus legisladores nacionales deben distraerse cuando les preguntan: ¿que hacían ustedes cuando Cristina les ordenaba y ordenaba, traicionando federalismo, raíces, independencia? Reconstituirse en el peronismo es posible. Crece de semillas y prende de gajos. Puede.
Cuesta, hoy, advertir un destino diferente al comarcal para el socialismo. Ya está escrito que es Lifschitz el último refugio. Apedreado por algunos de los suyos hasta hoy, asumió en la Casa Gris. Desde Rosario llegan sonrisas. Mónica Fein, la intendente reelecta, “ahora sí” con línea directa a la gobernación. Se insiste. Lifschitz debe gobernar y recrear el ideario socialista. No hay otra posibilidad. Hoy, diciembre de 2015, no hay otra.
Convertido Hermes Binner en la armadura del Mio Cid y desprovisto de discurso nacional, general y vamos: ideológico, el diputado Bonfatti como el diputado Galassi, las dos espadas que sobrevivieron a sí mismas, cuesta hoy imaginar un destino nacional para una idea internacional. Una reducida representación nacional (legislativa) sobrevive.
Es tan mínimo y cruel el presente socialista que los radicales, los mismos que están oficialmente en Cambiemos, tienen plazas “oficiales” en la Internacional Socialista. Parece risueño. Es triste. Deberían hacer alguna autocrítica. Ambos partidos conservan una chapa “progresista” en el plano internacional. Hoy es cuasi fraude en un caso. Bonsai en el otro.
Con dineros públicos para campañas, cargos, esperanzas, el radicalismo es parte de todos los gobiernos que se forjaron. Ciudades, provincias, el país los tiene incorporados como administradores de la cosa pública. Falta un liderazgo que resuelva ese complejo de fracaso colectivo que arrastran. Así como Mauricio Macri es titular de un gobierno de centro derecha siglo XXI, sin culpas del siglo XX, los radicales, después del diván y si abandonan su genética de la traición y el complot intestino, pueden reclamar un sitio en la historia. Un sitio mejor, menos humillante que el “sicristina” de Moreau y el posible “simauricio” de otros.
Con dineros públicos para campañas, cargos, esperanzas, el radicalismo es parte de todos los gobiernos que se forjaron. Ciudades, provincias, el país los tiene incorporados como administradores de la cosa pública.