40 AÑOS DEL ESTRENO DE “BARRY LYNDON”
40 AÑOS DEL ESTRENO DE “BARRY LYNDON”
Los juegos del noble
La película se estrenó el 18 de diciembre de 1975 en Inglaterra y en Estados Unidos. El director, Stanley Kubrick, utilizó técnicas innovadoras de iluminación y fotografía. Ryan O’Neal y Marisa Berenson protagonizaron un drama épico que se ubica entre las mejores producciones de la década del ‘70.

La película está centrada en las tribulaciones de un buscavidas irlandés (Ryan O’Neal) que asciende en la sociedad europea del siglo XVII para luego caer estrepitosamente. Es una de las grandes películas de Stanley Kubrick.
Foto: Warner Bros / Archivo El Litoral
Juan Ignacio Novak
Hay momentos del cine que son inolvidables. Las películas de Stanley Kubrick están repletas de esos instantes con vocación de quedar grabados en la memoria del espectador. Y varios forman parte de “Barry Lyndon”, estrenada el 18 de diciembre de 1975, hace 40 años. Dos son particularmente imborrables: Lord Bullingdon (León Vitali) vomitando tras errar su disparo durante un duelo con Redmond Barry (Ryan O’Neal) y el hijo de este último moribundo pidiendo a sus padres que no peleen nunca más, para así reencontrarse en el Cielo. Momentos de un dramatismo exasperante, poco frecuentes en la filmografía de Kubrick, con excepción de la recordada secuencia con la que cierra “La patrulla infernal” (1957).
“Barry Lyndon” es el proyecto que el director neoyorquino inició en uno de los puntos más altos de su carrera, tras haber elevado el listón de la ciencia ficción con “2001, una odisea del espacio” (1968) y mezclado ultraviolencia, conductismo, drogas y Beethoven en “La naranja mecánica” (1971). La elección de la novela de William Thackeray fue, cuentan, una forma de derivar las ambiciones del cineasta de llevar a cabo un proyecto fallido sobre la vida de Napoleón Bonaparte. De modo que pudo plasmar las ideas que tenía previstas para mostrar en la pantalla su visión del siglo XVIII, pero a través de las tribulaciones de un joven aventurero irlandés con escasos escrúpulos y muchas ansias de formar parte de la nobleza.
La existencia errante y llena de vericuetos inesperados de este advenedizo (interpretado por O’Neal luego de que Robert Redford rechazara un papel que debía ir destinado a una estrella de Hollywood para responder a las demandas de los productores) es exhibida a través de un ritmo pausado, que se regodea en los lujosos ambientes en los cuales se desarrolla la acción, como si tratara de tomarle el pulso a la época. A diferencia de la novela, narrada en primera persona, Kubrick escribió el guión incluyendo un narrador omnisciente, que acentúa la ironía que se desprende de las acciones. El empeño del protagonista es alcanzar una elevada posición social y para lograrlo hace lo que es menester, sin miramientos.
Tal es el cinismo de la película que al final, cuando Redmond mutilado, caído en desgracia, repudiado por propios y ajenos, regresa a su humilde situación inicial, el espectador no tiene la seguridad de que todo su periplo le haya servido de enseñanza. El mensaje que pugna es que en una sociedad hipócrita e individualista donde los títulos nobiliarios pesan más que los corazones nobles, una persona que no se atenga a las reglas, por absurdas que parezcan, acabará destruida.
Proeza estética
Pero más allá de lo que cuenta, lo que engrandece a “Barry Lyndon” es la minuciosidad demostrada en la puesta en escena. Cada fotograma está creado con tal puntillosidad que, como señaló con exactitud algún crítico, pone de relieve la inspiración del director en la pintura neoclásica y sus cánones de simetría, orden y belleza. Para la iluminación se determinó que prevalezca la luz natural y el uso de velas en las escenas nocturnas o de interiores, para lo cual Kubrick usó lentes de una cámara Zeiss de la Nasa. Y para el diseño de vestuarios y la elección de decorados, se tuvieron en cuenta muchos detalles propios del siglo XVIII.
El elenco seleccionado para el film incluye a Ryan O’Neal, quien a pesar de sus limitaciones interpretativas evidentes realiza una labor excepcional. Él mismo reconocería después las virtudes de Kubrick para la conducción de actores, al señalar que logró aprovechar su potencial. Y a la otrora modelo Marisa Berenson, quien aporta belleza y elegancia. Berenson había participado en “Muerte en Venecia” de Luchino Visconti y “Cabaret” de Bob Fosse, junto a Liza Minelli. Pero bajo las órdenes de Kubrick le otorgó el tono justo a su interpretación de Lady Lyndon, seducida y desdeñada por Redmond.
En 1975, se forjaron películas tan significativas como disímiles: “Derzu Uzala” de Akira Kurosawa; “Atrapado sin salida” de Milos Forman; “Saló o los 120 días de Sodoma” de Pier Paolo Pasolini; “Tarde de perros” de Sidney Lumet; “Tiburón” de Steven Spielberg; “Tommy” de Ken Russell, y hasta la argentina “Nazareno Cruz y el lobo”, de Leonardo Favio. Pero, pasadas cuatro décadas desde su arribo a los cines, “Barry Lyndon” reclama un lugar privilegiado en esta lista, como el monumental intento de superación de un cineasta caracterizado por su perfeccionismo.
En cifras
8
meses
tardó el rodaje de la película.
11
millones
de dólares fue el costo que tuvo su realización.
183
minutos
es su duración.
4
premios
Oscar: por Banda Sonora, Vestuario, Fotografía y Dirección Artística.
2
premios
Bafta, en las categorías Director y Fotografía.