editorial

  • Todas las previsiones indican que la situación de alerta se mantendrá hasta el otoño.

Lo del río es sólo una tregua

El Paraná está dando un respiro. Luego del vertiginoso ritmo de crecida que se produjo hasta hace apenas una semana y que llevó la altura del río a 6,60 metros en el puerto de Santa Fe, la situación parece haberse estabilizado. Sin embargo, no es el momento de bajar la guardia.

Las autoridades municipales y provinciales lo saben. Por ese motivo, se mantienen todos los dispositivos de alerta dispuestos para lo que, según indican todas las previsiones, serán un verano y un otoño realmente difíciles para toda esta región del país.

Los científicos advirtieron desde mediados del año pasado que estos serían meses complicados para gran parte de la Argentina, debido a las consecuencias de un fenómeno de El Niño fuerte. La zona afectada abarca el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires, centro-norte de La Pampa y la totalidad de Córdoba, Santa Fe, Chaco, Formosa, Entre Ríos, Corrientes y Misiones, y en menor medida, el noroeste argentino (NOA) y Mendoza.

Hasta este momento, las mayores precipitaciones se produjeron en el sur de Brasil, este de Paraguay y noroeste argentino. Por ese motivo, el impacto de las inundaciones se viene dando tanto en la cuenca del Paraná, como en la del río Uruguay. Lo sucedido en la golpeada ciudad de Concordia es el ejemplo más claro de la situación.

Sin embargo -y afortunadamente para Santa Fe y la región-, hasta el momento no se produjeron precipitaciones extraordinarias en la ciudad capital y en otras localidades que se encuentran protegidas por terraplenes de defensa.

Un reciente informe publicado por El Litoral describe en detalle la situación. La construcción de kilómetros de defensas para proteger a Santa Fe del avance de los ríos Paraná y Salado, terminó amurallando la ciudad, lo que dificulta en extremo el escurrimiento del agua y el bombeo de los excedentes pluviales.

Por eso todo es más complicado. En estos momentos, más de 150 bombas -entre fijas y móviles-, distribuidas en más de 50 puntos de bombeo, se utilizan para expulsar el agua acumulada hacia los ríos circundantes, lo que significa un complejo trabajo de ingeniería y representa enormes costos de mantenimiento.

Aun así, este sistema resulta insuficiente ante la posibilidad de lluvias importantes. Lo ocurrido hace apenas una semana, cuando en el centro-norte de la ciudad capital cayeron casi 80 milímetros, fue un claro ejemplo. Zonas que por lo general están a salvo de las inundaciones -Siete Jefes, Candioti y Guadalupe Norte-, se vieron anegadas durante varias horas pese a que las bombas hacían su trabajo. Con ríos por encima de los 6 metros, las compuertas del sistema de defensa deben permanecer cerradas y no existe otra alternativa más que tener paciencia.

Para hacer frente a este tipo de situaciones, la Municipalidad tiene pensado adquirir en poco tiempo nuevos equipos que permitan incrementar la capacidad de bombeo en el cordón este. La idea es que estén en funcionamiento antes de febrero, cuando se inicie la temporada de lluvia.

Un factor clave a estas alturas de las circunstancias es que los habitantes de Santa Fe y la región sean conscientes de la geografía en la que viven. Y así, estar preparados para afrontar los problemas que son connaturales y dispuestos a actuar en consecuencia.

Un factor clave es que los habitantes de Santa Fe y la región sean conscientes del contexto en que les toca vivir.