Mi padre, Campo del Cielo y los rafaelinos
Mi padre, Campo del Cielo y los rafaelinos

Dúo Galé, Eduardo Pryzbyl, Alexis Frund, Lorenzo Inardi y Marcos Severín, frente al Observatorio Astronómico levantado por ellos.
Del observatorio construido en la terraza de la casa familiar hasta la expedición, junto a otros rafaelinos, hacia Chaco en busca de las huellas de una lluvia de meteoritos ocurrida 4000 años atrás, la autora se interna en la historia y la pasión de su padre por el cielo y las estrellas. En pleno monte chaqueño, un Centro de Interpretación lo homenajea a él y a otros pioneros de la astronomía.
TEXTO. PATRICIA SEVERÍN (*). FOTOS. GENTILEZA FERNANDO ALGABA Y MARIO VESCONI.
Mi madre no se acuerda con exactitud cómo fue que en él comenzó esa pasión. Papá amaba las estrellas e intentaba descifrar todo lo que venía del cielo. Subía por una escalera empinada hacia la terraza de la casa de mi abuela, en Rafaela, para mirar el firmamento desde su observatorio. Lo había construido con la ayuda de Dúo Galé y el apoyo de Lorenzo Inardi, Marcial Briggiler y Juan Báscolo. Los que a su vez formaron la agrupación “Amigos de Urania” junto a Alexis Frund, Delia Volta y Eduardo Prybzbyl. Recuerda Prybzbyl que “el ingeniero Báscolo era el divulgador de la agrupación, gran orador y pedagogo, llevaba adelante las charlas, mientras que Marcos Severín era el investigador que trabajaba con los datos técnicos, construía los telescopios y fotografiaba los astros”.
Algunas noches despejadas, papá abría la cúpula del observatorio y me permitía mirar las estrellas. Trepada a un banquito colocaba ante mí el ojo pequeño del telescopio, y de pronto se agrandaba la luna con sus huecos negros, o titilaba distante una estrella que él, decía, había desaparecido hacía mucho tiempo. ¿Pero cómo podía pasar eso si yo la estaba viendo?
Además del observatorio, en la terraza se levantaba una habitación en donde se encerraba a escribir sus anotaciones sobre el cielo; consultaba libros y revistas especializadas en astronomía, se carteaba con astrónomos de lugares remotos, y calculaba datos incomprensibles que anotaba en sus libretas de tapa dura.
No dejaba que nadie tocase su telescopio “Kosmos” ni sus máquinas especiales, que fotografiaban los puntos brillantes del firmamento. Él mismo construía esos aparatos, con paciencia y precisión.
EN BUSCA DEL MESÓN DE FIERRO
Mi madre recuerda que en el año 59 o quizá fuese el 60, se reunieron Blanca Stoffel, Juan Báscolo y papá, entusiasmados con la idea de indagar sobre la lluvia de meteoritos que cayera hace unos 4000 años sobre parte de Chaco y Santiago del Estero. Esta lluvia dejó el territorio sembrado de cráteres, y una gran cantidad de fragmentos metálicos de todos los tamaños, diseminados en un radio de 200 km. Hacia allá fueron los rafaelinos. La abuela se quejó de que papá desatendía el trabajo por esta cuestión tan poco rentable y extravagante. Pero él hizo oídos sordos y se fue igual hacia el Chaco con Juan Báscolo. Blanca Stoffel tomó el tren desde Santa Fe y llegó hasta Gancedo. Baqueanos de la zona los acompañaron relatando sus historias sobre la lluvia de fuego. Los pueblos originarios conocían de su existencia, y los españoles organizaron varias expediciones. Pero los rafaelinos fueron los primeros en encarar una investigación. Habían conseguido fotos aéreas para observar la zona, y en sus libretas papá señaló cráteres, grados, distancias. Se guiaba por las anotaciones de Rubín de Celis que en 1783 avistó el Mesón de Fierro, increíblemente, sobre la superficie, y que luego nunca más apareció.
Le entraron al monte en picadas y levantaron el campamento. Las arañas eran tan grandes que las palanganas caminaban solas cuando alguna de ellas quedaba atrapada por debajo. Tenían que cuidarse de las víboras, las tormentas y de la insolación.
En el año 61, cuenta Pryzbyl, llegó del país del norte William Cassidy, buscó a la geóloga Villar, en Buenos Aires, y localizó a los rafaelinos. La ilusión era encontrar el Mesón de Fierro. Alguna de las versiones dicen que Rubín de Celis dinamitó la base del mesón para buscar otros meteoritos por debajo, y este cayó y se ocultó para siempre a los ojos de los hombres.
Pero descubrieron El Chaco de casi 40 toneladas (el segundo más grande del mundo), que se muestra con orgullo en el Parque Científico y Educativo de Campo del Cielo.
UN CAMINO ABIERTO
Esto que relato pasó hace más o menos 55 años. El pasado 6 de diciembre, el astrónomo chaqueño Mario Vesconi y sus colaboradores, junto a autoridades de la provincia, inauguraron el Centro de Interpretación, en pleno monte chaqueño, para la conservación y difusión del patrimonio histórico, en un circuito educativo y turístico de primerísimo nivel, como quizá nunca soñaron papá y los rafaelinos. Se reconoció a los pioneros con senderos hacia los cráteres, pues fueron ellos los que abrieron el camino para lo que sucedió después.
Al borde de uno de los cráteres mostré a Mario Vesconi las anotaciones de una de aquellas libretas de mi padre. Él las descifró: estábamos justamente al pie del cráter Rubín de Celis que papá señalaba en una línea recta, con números y nombres, distancias y grados, con su letra pequeña y pareja.
William Cassidy volvió en el 2004 a Campo del Cielo para ayudar a que el lugar fuese preservado de los ladrones que contrabandean meteroritos; y ahora retornó a la inauguración del Centro de Interpretación donde la sala principal lleva su nombre.
Papá murió en el invierno de 1973 a los 47 años.
(*) Fuentes: Revista El Satélite, N62- Rafaela. Folleto explicativo Plan Chaco Explora.

El Arquitecto Severín y su telescopio.

De izq. a derecha. El Ing. Báscolo, Luisa Villa y Marcos Severín en Campo del Cielo. Foto Stoffel.

Carlos Picech, Fernando Algaba, Patricia Severín y Mario Vesconi, en el borde del cráter Rubin de Célis, leyendo las anotaciones del Arq. Severín.

Parte de equipo responsable de la concreción del extraordinario proyecto del centro de Interpretación en Campo del Cielo.

Patricia Severín frente al cartel con el nombre de su padre.
Como un “Big Bang” de aficionados a la astronomía
POR FERNANDO ALGABA.
La historia de por qué un grupo de rafaelinos formó parte de las primeras expediciones científicas a Campo del Cielo, comandadas por el norteamericano William Cassidy en la década de los años 60, tiene su origen en la institución “Amigos de Urania” fundada el 10 de setiembre de 1956. Fue como un “Big Bang” de aficionados a la astronomía que se dedicaron desde entonces a interesarse por los misterios del universo, llevando a cabo múltiples actividades, intercambios con centros de astronomía y observatorios de todo el mundo, brindando charlas, promoviendo y divulgando estas ciencias del universo y los fenómenos celestes. Su primer presidente fue el Ing. Báscolo y el Arq. Marcos Severín como vicepresidente; ambos ocuparon ese cargo hasta 1973. Fueron el dúo dinámico de la astronomía en la ciudad de Rafaela.
Pero fue durante el Año Geofísico Internacional, entre 1957 y 1958, cuando los planetas se alinearon y la leyenda del “mesón de fierro” atrapó a este grupo de rafaelinos, formado principalmente por Juan Báscolo, Marcos Severín y Blanca Stoffel. A partir del interés de un equipo norteamericano, liderado por William Cassidy llegarán a la ciudad de Rafaela y tomarán contacto con quienes ya habían estado realizando algunas incursiones de carácter científico y con instrumental de precisión en la región de Campo del Cielo, observando cráteres y meteoritos.
A mediados de 1962, luego de un encuentro fructífero entre científicos norteamericanos e interlocutores argentinos se sumarán este trío de rafaelinos para participar de las expediciones y campañas en la “jungla” chaqueña hasta finales de dicha década, cuyo resultado fue el descubrimiento de grandes piezas meteóricas como “El Chaco” e importantes cráteres, que permitieron determinar a la lluvia meteórica como única en su tipo.
A pesar que el “mesón de fierro” no ha sido encontrado aún, el conocimiento forjado por estos pioneros ha sido incalculable y permite hoy conocer qué sucedió allí, donde todavía queda mucho por descubrir.
POR LA REAPERTURA
El Observatorio Astronómico del Arquitecto Severín, fue donado por su familia, junto a todo su material bibliográfico y fotográfico, a la ex escuela Nacional de Comercio de Rafaela. El telescopio lo consiguió en Alemania el padre Antonio Braun. Eduardo Pryzbyl lo abrió cada noche, durante 30 años, hasta que se jubiló. Desde ese momento -cinco años atrás- permanece cerrado. Hasta ahora han sido vanos los esfuerzos de la familia Severín para que se nombre otro personal y se reabra.
