CARTELERA TEATRAL PORTEÑA
Entre el gótico victoriano y el fin del mundo
CARTELERA TEATRAL PORTEÑA
Entre el gótico victoriano y el fin del mundo
La agenda de musicales se mueve entre el regreso de “Drácula” por sus 25 años y la innovadora “Taquicardia”. Claudio Tolcachir revive a Neil Simon con pinceladas de musical en “La chica del adiós”, mientras vuelve a reflexionar sobre la familia en “Tribus”.

Estrellas del musical: Josefina Scaglione renueva y revitaliza a Mina Murray en la versión 2016 de “Drácula”, mientras que Flor Benítez se anima a una gran entrega vocal y física en “Taquicardia”, que la tiene como figura (casi) exclusiva.
Fotos: Gentileza We Prensa & Comunicación/Marcela Russarabian
Ignacio Andrés Amarillo
La temporada teatral de Buenos Aires arrancó en enero con varios regresos y algunas novedades, compensando un poco a la alicaída temporada marplatense (a la que le transfirió algunos espectáculos). Si de regresos se trata, el más destacado (y una de las cabezas de la cartelera) es obviamente “Drácula, el musical” en el Teatro Astral, la obra de Pepe Cibrián y Ángel Mahler que ya tomó como ceremonia el volver cada cinco años (después de la “puesta definitiva” de 2011, que antes tuvo la “puesta renovada” de 2007). Es un reencuentro celebrado por los fans de la madre del musical en la Argentina, lo que recorta las posibilidades de demasiada renovación.
En la ocasión, Cibrián optó por mantener la puesta visual general del 2011 (renovando el espejo), y dejar unos pocos de los agregados de 2011 (la versión larga de “Saber por fin quién soy”, la primera aparición de Van Helsing) pero eliminando las escenas enteras (el manicomio, el jefe de Jonathan), con lo que mantiene un formato clásico.
Uno de los grandes atractivos de cada vuelta de “Drácula” pasa por los elencos. Por supuesto, Juan Rodó sigue siendo el indiscutido conde (que se queje Diego Sanclemente) y vivirá con ello: igual en cada vuelta se lo ve crecer en su interpretación, manejando diferentes registros y consensuando con Mahler las pausas y las notas sostenidas. A quien desde 2007 le pasa lo mismo es a Adriana Rolla: imposible pensar otra Nani y otra “Madre tan sólo una vez”.
Pero el contrapeso está en las chicas. Antes de que los fans puedan desilusionarse de la baja de Flor Benítez del papel de Lucy Westenra, se anunció la vuelta de Luna Pérez Lening, aquella niña prodigio que debutó en el rol a los 16 años y que ahora cinco años después creció en su carnadura, con una visión propia que trascienda la onda “esquizo” de la original Paola Krum y la “sexual” de Benítez. Lunita construye una Lucy personal, para la historia de la obra (con gran intensidad en la “Posesión” y por supuesto en “Tu esclava seré”).
La gran sorpresa es Josefina Scaglione: venida de hacer el rol de María en “West Side Story” en Estados Unidos, también genera una nueva Mina Murray (ni la imponente a lo Cecilia Milone, ni la aniñada a lo Luz Yacianci), con un timbre vocal diferente y novedoso. Al menos en el primer acto: en el segundo explota con la mejor versión de “Tus sueños dónde se han ido” en años, y resignifica todo el tramo final Mina-Drácula. Sin duda, el hallazgo de esta vuelta (y un palo y palo con Luna: un acto para cada una).
Nicolás Martinelli es muy correcto como Jonathan Harker, un personaje que es justo para la corrección, mientras que Gastón Avendaño entrega otro buen secundario como Van Helsing. Las malas lenguas dirán que Eluney Zalazar hace de Ninette como lo hizo antaño Giselle Dufour (su antecesora en el corazón de Rodó), pero luce fresca en el personaje, y después de su protagónico en “Phantom” nadie le puede negar un puesto por derecho propio.
Además del reconocido Damián Iglesias (Posadero), acompañan históricos de la puesta de 1991 como Luis Blanco (Tabernero) y Hernán Kuttel (Obispo).
El día después
Hablábamos de la desavenencia entre Cibrián y Benítez (¿será porque uno apoyó a Mauricio Macri y la otra a Nicolás Del Caño?), y cabe recordar que la última vez que trabajaron juntos fue a las órdenes de Valeria Ambrosio en “Priscilla, la reina del desierto”. Justamente Ambrosio conoció las capacidades artísticas de Flor en esa puesta, y no dudó en convocarla este año para un proyecto inusual. “Si pensás, la cagás”, dice una voz en off, cerrando el concepto: se trata de “Taquicardia, un kbaret post kpitalista”, en trasnoches de la Trastienda Samsung.
Una mujer despierta adentro de un piano destrozado; ha venido el apocalipsis cuando estaba en una fiesta, por eso está vestida así. Ahora debe recordar quién es y qué pasó, pero también adecuarse a su nueva condición de sobreviviente, trabar relación con la compañía de la fauna sobreviviente, y reencontrarse consigo misma, y con su propia voz (literalmente y no tanto). Humor y reflexión combinados, donde la palabra es cantada en inglés, italiano y castellano, con un repertorio ecléctico.
Todo funciona gracias al gran talento de Benítez y su entrega vocal y física: verla cantar un aria barroca mientras saca un zapato de abajo del piano ya es impactante. La directora explota también la belleza de la actriz: Flor es una de esas mujeres que saben que son hermosas, pero no saben hasta qué punto (pero Ambrosio no lo ignora). El solvente Matías Chapiro como músico en vivo, segunda voz y “espíritu” en el devenir del espectáculo es el contrapunto escénico justo.

(Des)encuentros
Patricio Contreras pilotea con sutileza a ese patriarca insufrible, mientras que Miriam Odorico (fetiche del director) despliega matices conocidos como la madre. Pero el gran trabajo está en Gerardo Otero (el coequiper de Julio Chávez en “Red”) y Viki Almeida, obligados a desplegar una gran gama de sentimientos, entre los problemas fonológicos y la lengua de señas (que justamente no son una limitación, pero sí un desafío actoral). Lautaro Delgado y Maruja Bustamante como los hermanos aportan la dosis de humor y patetismo justas, en un contexto de humanidad al límite.
Un clásico
En la vereda de enfrente, a una cuadra, el Metropolitan City mantiene a la puesta más comercial y premiada de Tolcachir: se trata de “La chica del adiós”, una creación del prolífico Neil Simon para el cine, que fuera dirigida por Herbert Ross y estelarizada por Richard Dreyfuss, Marsha Mason y la pequeña Quinn Cummings. Los omnipresentes Fernando Masllorens y Federico González del Pino apostaron por una versión para esos tres personajes y un secundario todoterreno.
Paula es una bailarina veterana con una hija preadolescente, Lucía, y un novio actor al que no le importa mucho la relación. Éste la abandona para irse a filmar una novela a Turquía, no sin antes subalquilar su departamento a Rodolfo, un actor rosarino que llega para “triunfar” con una puesta de “Ricardo III” algo peculiar. La tensión se desarrolla primero como comedia de enredos y luego romántica entre los dos convivientes, en un contexto de fragilidades y corazones cascoteados.
Diego Peretti se luce en un personaje ideal para él: un antihéroe con alta autoestima, de aspecto bonachón (y la escena donde se ve su afectado Ricardo III es tan desopilante como la del original). Lo de Krum es explosivo: es frágil, fuerte, alocada, insoportable, y profundamente adorable. Los secundarios sorprenden: la juvenil Lucía Palacios, que ya tuvo andadura musical en “La novicia rebelde”, es de gran soltura y expresividad en el rol de la niña. Y la gran Gipsy Bonafina demuestra que no se ganó un ACE en vano, al interpretar todos los personajes extra del relato, a la vez que canta y toca el piano: una artista verdaderamente integral y, como se dice, “nunca bien ponderada”.