Un santafesino con vuelo internacional

Un santafesino con vuelo internacional

Nació en Santo Tomé, tiene 20 años y es figura del Ballet Nacional Sodre, que dirige Julio Bocca. Instalado en Montevideo, Uruguay, brilla en el escenario interpretando a grandes personajes de la danza clásica mientras sueña con bailar en Santa Fe.

TEXTOS. MARINA ZAVALA ([email protected]). FOTOS. GENTILEZA LUCAS ERNI.

 

Hace diez años Lucas Erni no podía ni siquiera imaginar todo lo que hoy, con tan solo 20 años, acumula como experiencia vivida de la mano de la danza: formar parte de la escuela del Teatro Colón, ganar una beca internacional, formarse en el Ballet de San Francisco, ser dirigido nada menos que por Julio Bocca y protagonizar una de las obras más emblemáticas, “Romeo y Julieta”.

Todo en cinco años, desde que dejó Santó Tomé -donde nació- a los quince años hasta hoy que, instado en Montevideo, es figura del Ballet Nacional Sodre (Uruguay).

EL BALLET, UNA ELECCIÓN

Cuando Lucas comenzó a bailar en una academia cercana a su casa tenía 7 años y la danza clásica aún no estaba en sus planes. En ese momento le gustaba el folklore, aunque también intentaba jugar al fútbol. A los 11 años se decidió: “Empecé y nunca más paré, iba al Centro Cultural de Santo Tomé, la directora de la academia era María Trabalón (mamá del talentoso bailarín santafesino Edgardo Trabalón) y el maestro, Claudio Viamonte, con quien tenía una relación muy estrecha. Hacíamos todo tipo de danza; yo no iba para el lado de la danza clásica, estaba lejos, me inclinaba por el folklore. Pero después de un tiempo y por muchas circunstancias empezamos a meternos mucho más en el clásico”, recuerda.

Cuando tenía 14 años, Lucas terminó por decidirse por la danza clásica y la inquietud de formarse profesionalmente en Buenos Aires se encontró con la fortuna de conocer a Raquel Rossetti, quien es hasta hoy su maestra y su guía. Ella le aconsejó y le ofreció la posibilidad de mudarse a Buenos Aires para ingresar al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. “Raquel me inspiró, me dio confianza. Desde el momento en que me vio, creyó que yo podría llegar, apostó y confió en mi. Sigue siendo mi guía, en cada paso que doy me aconseja y me da su opinión”, reconoce.

EL SUEÑO DEL COLÓN

El encuentro con su “hada madrina” fue el punto de inicio en una vertiginosa carrera que tiene tan solo cinco años pero muchos logros y kilómetros recorridos.

A los 15, Lucas ingresó en la escuela del Colón donde estudió durante dos años y medio, al tiempo que se preparaba de manera personal con Rossetti. “Como le sucede a cualquier adolescente del interior, fui con un sueño enorme, con esperanza, me imaginaba todo lo mejor”, recuerda.

Un teatro increíble, maestros de reconocida trayectoria y sólida experiencia como Igor Gopkalo y el santafesino Edgardo Trabalón, y la posibilidad de trabajar con la compañía del ballet estable conformaron lo que, asegura, fue un “gran comienzo”. Formó parte de varias producciones como Manon y Las Silfides, pero recuerda especialmente El Corsario de la que participó la bailarina argentina y estrella del American Ballet, Paloma Herrera.

Reconoce que la experiencia fue muy positiva pero, lejos de conformarse con ella, significó solo un primer paso para seguir creciendo.

MÁXIMA EXIGENCIA

Lucas quería intentar salir del Colón y buscar otras opciones, tal vez en el exterior. La inquietud lo llevó a prepararse y presentarse en el Grand Prix de Lausanne (Suiza), en 2013, donde llegó a finalista y ganó una beca para estudiar en el Ballet de San Francisco. Por un año y medio vivió en California, Estados Unidos, donde descubrió una ciudad enorme y otro mundo.

Allí vivió días muy intensos: “Fui para aprender y avanzar. Al principio, el idioma fue un problema porque sabía un poco pero la vergüenza me ganaba. Unos meses después de haber llegado ya estaba más confiado y sabía más o menos manejarme, eso fue lo más difícil. En el ballet fue más fácil manejarme porque tiene un idioma universal, que es el francés y lo conocemos todos los bailarines: los pasos se nombran de la misma forma acá que en la China”.

Formar parte de una de las mejores compañías de los Estados Unidos y del mundo fue a la vez un honor y un desafío del que se siente orgulloso. “Todo allá es como majestuoso, grande, a otro nivel. Aprender con un maestro que fue una estrella o al que mirabas por Youtube genera algo diferente en el alumno, es un estímulo inmenso. Además hay que cumplir las reglas porque, detrás de uno, hay mucha gente esperando entrar en tu lugar y, ante cualquier error, ellos no dudan en hacer pasar al próximo. Yo sentía que todos los días eran audiciones, eso te lleva a un punto de exigencia máximo que te hace mejorar. Trabajar con disciplina y respeto hace que se vean resultados en menos tiempo del que tomaría en otros lugares. Recuerdo la experiencia de la mejor forma, sigo en contacto con amigos. No hay cosa más linda que saber que estuviste ahí y tener en mente la posibilidad de volver en algún momento”, reconoce.

DEL OTRO LADO DEL RÍO

Luego de su paso por el Ballet de San Francisco, Lucas Erni se encontró con la posibilidad de ingresar al Ballet Nacional Sodre, en Uruguay, compañía que cuenta con la dirección de Julio Bocca.

Desde entonces se instaló en Montevideo y, ya mucho más cerca de su familia, disfruta de la tranquilidad, de los paseos por la costanera, de la educación de los uruguayos y, por supuesto, de bailar.

“En el Sodre arrancamos a las 9 de la mañana, voy un rato antes para calentar ya que es un poco difícil trabajar con el cuerpo tan temprano. Empezamos con una clase que compartimos todos los bailarines y que dura una hora y media: trabajamos técnica clásica. Luego empezamos con los ensayos de los ballets que se van desarrollando hasta las 13. Después de un descanso de media hora, volvemos a los ensayos hasta las 16.30. El horario es muy relativo, hay días en los que me quedo más tiempo, depende de lo que uno necesita y no tanto de mirar el reloj. Paso casi todo el día ahí es bastante cargado”, confiesa.

El año pasado Lucas tuvo la posibilidad de interpretar el primer rol en una de las obras más importantes que hizo el ballet uruguayo, “Romeo y Julieta”. Asegura que la puesta significaba mucho para Julio ya que él es reconocido especialmente por esa interpretación, y todos los bailarines sabían lo que sentía al verla. “Es una obra muy grande en todos los aspectos: escenografía, vestuario, iluminación, ni hablar de lo escénico. La coreografía es fantástica, la música es increíble. Hicimos la versión de Kenneth MacMillan que es uno de los coreógrafos más grandes. No tiene palabras lo que significó para mi haber podido interpretarla. Poder terminar así el año 2015 fue increíble”.

Feliz en el Sodre, deja para más adelante el sueño de volver y bailar en el Teatro Colón. Además de brindarle la posibilidad de crecer e interpretar roles, la compañía le permitió conocer Tailandia, Israel y México a través de las giras que anualmente realiza, cosas que, asegura, no quiere poner en riesgo. “ He bailado en muchos lugares, en muchos teatros, todavía nunca se me dio la posibilidad de bailar en Santa Fe, estoy esperando la oportunidad. Para mi futuro espero lo mejor. Tengo la ilusión de seguir creciendo y sacar lo mejor de cada experiencia y de cada maestro. Quiero seguir dando todo para el público y continuar hacia adelante, hasta donde pueda llegar. Espero que sea lejos”.

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JULIO BOCCA

“Julio va todos los días a la compañía; a veces hace clases con nosotros a la mañana, tengo la suerte de tenerlo cerca ya que me ubico cerca de él en la barra. Está muy involucrado en nuestros ensayos, participa de ellos tres o cuatro veces a la semana. Recibir sus consejos, compartir un día o los ensayos, es increíble para mi. Él nació para esto, toca el escenario y lo cambia”.

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LA FAMILIA

“Detrás de una persona a la que le va bien, siempre hay muchas más. Estoy consciente de que soy un afortunado porque mi familia siempre me acompañó. Cuando empecé con el clásico les resultó medio extraño, pero me apoyaron. Me siguieron en todas las ideas que yo generaba. Para alguien que no está con su familia o en su ciudad, el soporte de la familia y las amistades es lo más importante. No hay que olvidarse de los afectos porque ellos también sufren al quedarse. En los momentos buenos y, sobre todo, en los malos es cuando uno se da cuenta de lo importante que es la gente alrededor. También tengo que agradecer el apoyo de parte de la Municipalidad de Santo Tomé y de Alejandra Chena, una persona que siempre me ayudó”.