SEÑAL DE AJUSTE
SEÑAL DE AJUSTE
De chiquilín te miraba

Telefe (los domingos a las 14) reabrió el bar imaginario en la esquina del canal, brindando un pretexto a la promoción de figuras y programas de la casa. Foto: Captura de pantalla
Roberto Maurer
Cuando “Polémica en el bar” apareció como un sketch de “Operación Ja Ja”, es posible que ya fuera la evocación de un pedazo del pasado, y el propio tango de apertura lo reafirmaba con su letra, pero se podía sentir que comulgaba con su época. Pertenecía a su tiempo. Ahora, a 53 años de aquel debut lo que se ha resucitado es un objeto de museo y sin la presencia de su creador por razones de fuerza mayor. En aquel entonces, por ejemplo, la cultura machista impregnaba el ambiente y sin objeciones, pero repetir la misoginia en los mismos términos de chicas tontas con poca ropa hoy es, por lo menos, un anacronismo.
Telefe (los domingos a las 14) reabrió el bar imaginario en la esquina del canal, brindando un pretexto a la promoción de figuras y programas de la casa. El dueño, o sea “el Gallego”, es Tristán, con dificultades para relacionarse con la realidad, como la de no reconocer a su propia nieta que —con minifalda— atiende la mesa: es una forma de reírnos de las enfermedades degenerativas que atacan a la senectud.
El personaje de Minguito Tinguitela es recreado con emocionante precisión por Miguel Ángel Rodríguez (fue yerno del propio Juan Carlos Altavista) y en la galería de arquetipos argentinos del programa original era la caricatura de un personaje de barrio popular cuya ignorancia despertaba tanto la risa como la ternura. Aún desde esa tosca visión de paternalismo clasista, la nueva versión de Minguito fue lo más gracioso del envío.
De ayer a hoy
Ya como programa independiente en 1972, la creación de Hugo y Gerardo Sofovich fue y volvió a largo de los años. En 1980, tuvo su versión más lograda, con 60 puntos de rating, y con interrupciones y cambios de elenco, se fueron sucediendo las temporadas. La última fue la del 2010, como parte de “La noche del domingo”. Gerardo Sofovich vivía y luego su muerte se lloró como la desaparición de un genio. Alguien que convirtió en atracción irresistible el simple acto de cortar una manzana, indiscutiblemente lo era, ya que había descifrado uno de los grandes secretos de la televisión: es el arte de evitar cansancio en las neuronas del público.
Tal vez resulte de interés citar a Gerardo Sofovich en una declaración de 1968 para la revista Siete Días explicando su método de trabajo: “Es como en la tradicional commedia dell’arte italiano, hay personajes definidos y una simple guía temática. Después, creamos todos, los actores y yo, hasta obtener en los ensayos una serie de gags, conceptos básicos y frases, que serán el esquema sobre el que se desarrollará la escena definitiva, ya frente a las cámaras. Gestos y palabras surgirán en ese momento, casi espontáneamente y siempre distintos”.
El domingo pasado, luego de asistir a dos horas de morcilleo, podemos recordar al Gran Sofovich como a un profesor del Actor’s Studio.
Señores trolos
Conduce Mariano Iúdica, lo que constituye, naturalmente, una elección equivocada. Con su estilo servil comenzó honrando la memoria del Ruso, que “inventó tantas cosas”. Lógicamente, Fidel Pintos ya no está solo, se colgó el retrato de Sofovich y ya se ha formado una auténtica galería de difuntos.
Entre los tópicos de la mesa, antes, la política ocupaba un buen lugar y solían sentarse parroquianos con autoridad para opinar. Ahora, en tiempos de grietas, la política fue discretamente eludida, salvo un breve pasaje dedicado a la visita de Obama, con menciones a los despidos y el precio de la carne, mientras Mariano Iúdica exudaba oficialismo en su modo siempre acomodaticio celebrando el triunfo de la chica de pelo lacio en provincia: María Eugenia Vidal no necesita amigos así. En tanto, Minguito dice “con Perón no pasaba”, una frase que repetirá durante todo el programa, no como definición política sino en tanto expresión de resistencia a los cambios en las costumbres.
Como siempre, el periodista Horacio Pagani se hace el cascarrabias, con lo que disimula su ignorancia, en tanto la presencia de Rodrigo Lussich subvierte la tradición machista levantando la bandera gay, y Miguel Granados simboliza honestamente la mediocridad de las nuevas generaciones.
Llega Guillermo Coppola, y es recibido como un prócer. En su promoción, Telefe lo caracteriza así: “El típico pícaro argentino, un seductor incansable, que tiene un gran magnetismo personal y una pasión inextinguible por las mujeres”. Ya se ganó una bendición del Papa Bergoglio. Después de Cacho Castaña, le toca a Coppola.
Ya se sabe, Coppola se dedica a contar cuentos de sus tiempos del jet set internacional. Fue escabroso, esta vez. Entró al sauna de un gran hotel de Milán, se topó con David Beckham y llegó a esconderle la toalla para “verlo en toda su dimensión, uno es curioso y lo mirotié”, dice refiriéndose a su interés en la observación directa de los genitales de la estrella del fútbol inglés.
—En mi barrio se la morfaban esos tipos. Chicos con chicos, chicas con chicas. Eso no pasaba con Perón -rezonga Minguito jugando con el escarbadientes.
Pasa de largo el verbo “manotear”, se oye a Pagani mencionar la palabra “trolos”, y Lussich reacciona con orgullo gay, corrigiendo:
—Señores trolos.
¿Para qué estudiar?
Aparece el adolescente que interpreta al hijo de Nancy Dupláa en “La Leona”, y Mariano Iúdica se pregunta cómo se arreglan con la escuela “los niños genios de la televisión”, como los llama. El chico genio contesta: “¿Para qué estudiar?”, y sigue un corto debate que no quedará como un aporte a los problemas de la educación.
Eso sí, resulta instructivo un momento dedicado al glosario del género porno, donde hasta los niños pudieron enterarse que milf significa “madre a la que le daría”, una categoría en la cual inscribieron a Ileana Calabró y Graciela Alfano. Más rigurosos con Nacha, la pusieron en mature, aunque uno fue más allá y sugirieron granny.
Han entrado y salido chicas con poca ropa, y llega Anita Martínez caracterizada de maestra. “Debo ser la única mujer que no entró desvestida a este recinto”, señala. Es una comediante profesional y su sketch representa un alivio en el contexto. Durante el programa, Rodrigo Lussich ha prometido “una bomba”, o sea una primicia, según su jerga en los espacios de chimentos. Luego de jugar con adivinanzas, recién al final revela la existencia de una “tierna amistad” entre Daniel Scioli y Karina Jelinek, como si las tiernas amistades que enlazan a justicialismo y farándula fueran una gran sorpresa.
Solamente faltaba un cierre con sermón. Luego de un cuestionamiento a la juventud por su dependencia de la tecnología, Minguito habló a la cámara. “En todo este tiempo se han perdido valores, como que la gente ya no se mira a los ojos, miran al ‘taléfono’”, dice, y luego evoca a su papá, con lágrimas, yendo de la solemnidad a la sensiblería: “Ahora, la tele nos brinda lecciones sobre valores”.