Bicentenario de la Independencia nacional (1)

Contradicciones en el proceso revolucionario (1810 - 1816)

17-ACTA MANUSCRITO ORIGINAL.jpg

Selección de las Instrucciones dadas por el pueblo oriental a sus diputados ante la Asamblea del año XIII. El original, existente en el Archivo General de la Nación del Uruguay correspondiente al Congreso de los Orientales realizado entre el 5 y el 20 de abril de 1813 en Tres Cruces, es uno de los escasos textos conocidos. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

 

Por Ana María Cecchini de Dallo

Es necesario abrir esta serie repasando los cinco años transcurridos entre el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816, las dos fechas emblemáticas establecidas por la historia oficial argentina para delimitar la coyuntura durante la cual se decidió y asumió la ruptura definitiva con España.

En ambas ocasiones, tuvieron lugar acciones conducidas por hombres o gobiernos de Buenos Aires: “Mayo” sucedió en el marco del Cabildo porteño cuyos vecinos, como habitantes de la hermana mayor -al decir de Juan J. Paso-, fueron los actores de la emancipación, y el Congreso de Tucumán fue hechura del Directorio, autoridad eminentemente porteña, si bien al momento de la convocatoria era ejercido -curiosamente- por el militar arequipeño Ignacio Álvarez Thomas, lo que explica la magnitud regional que alcanzó.

Además, las dos fechas tienen en común una trascendencia simbólica por las decisiones políticas que les dieron significación: emancipación de la autoridad española, en la primera; e independencia de España, en la otra. Ellas las convirtieron en acontecimientos liminares en el proceso histórico argentino.

Sin embargo, también en ambos casos, los planteos que se impusieron no fueron novedosos. Es que ya habían sido formulados e intentados previamente en otros sitios del territorio rioplatense, en circunstancias que la historia oficial opacó por su ajenidad respecto de Buenos Aires.

En el primer caso, en 1809 existieron los levantamientos de Chuquisaca y La Paz contra las autoridades españolas, episodios que fueron reprimidos con gran violencia. En tanto que la declaración del Congreso de Oriente, realizado por los Pueblos Libres en 1815 en territorio entrerriano -en las proximidades del Arroyo de la China-, con representación de las provincias de Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Misiones y la Banda Oriental, ya había manifestado la independencia respecto de España.

Intereses controvertidos

El convulsionado desorden por el que transitó el Río de la Plata en los cinco años mencionados al comienzo, se caracterizó por los variados y diferentes intereses políticos que afloraron, tales como aspiraciones de liberación en sectores explotados -aborígenes en las minas-, regiones postergadas, grupos e individuos con afán de poder, que se pusieron en evidencia en cada uno de los estallidos, reclamos, destituciones o guerras. Así, fueron quedando a la vista las contradicciones que contenía el movimiento “revolucionario”, y que en su evolución generaron desacuerdos al interior de las sociedades y los partidos.

De este modo, se explica la multiplicidad de proyectos realizados con vistas a la organización del autogobierno; entre ellos, los que alumbraron sectores ilustrados, generados al calor de los cambios en Europa que promovieron las misiones diplomáticas. E, incluso, el de aquel grupo de oficiales españoles que desembarcó en Buenos Aires con información británica, y que reunido en la Logia Lautaro se dispuso a contribuir a la independencia americana.

No puede ignorarse, como otro ingrediente de aquella conflictividad, el evidente interés inglés por ganar espacios comerciales y políticos en la región, objetivo en el cual contaba con su tradicional aliado -Portugal-, en su expresión americana: el Imperio de Brasil.

Contradicciones regionales institucionales

Las hoy llamadas “expectativas”, que surgieron en cada pueblo ante la oportunidad que implicaba la emancipación, adquirieron perfiles diferentes según las necesidades de cada región. En ello, se marcó una de las mayores disidencias.

En los territorios altoperuanos, los aborígenes deseaban romper el sometimiento que representaba el trabajo en las minas. Las elites dirigentes eran aliadas de las autoridades españolas y ambos grupos se enfrentaron por la causa emancipadora.

El Litoral y la Banda Oriental querían ser autónomos, recuperar la modalidad que había caracterizado a los Cabildos hasta la centralización operada por los Borbones, ejercer la libertad propia de las áreas de frontera y aprovechar mejor sus ríos para crecer comercialmente; contaban con sociedades sin marcadas diferencias económicas, casi equilibradas, veían como necesarias la independencia, la organización mediante gobiernos electos por el pueblo, bajo un régimen republicano, constitucional y confederal.

Así lo definió el pueblo oriental y lo plasmó José Artigas en las instrucciones presentadas a la Asamblea del año XIII. De ellas, la 1ª pedía la declaración absoluta de la Independencia de la corona española; la 2ª no admitía otro sistema que la confederación para el pacto recíproco con las provincias que firmen nuestro Acuerdo; la 16ª establecía que ninguna tasa o derecho se imponga sobre artículos importados de una provincia a otra; ni que ninguna preferencia se dé por cualquiera regulación del comercio, “puezta [sic] a los puertos de una provincia sobre la otra serán obligados a levar anclas o pagar derechos en otra”.

Santa Fe sostuvo estos principios en la convocatoria del 26 de abril de 1815, para elegir a su primer gobernador -Francisco Antonio Candioti-, posibilitando la votación de todo el pueblo.

Buenos Aires, en cambio, había adoptado, sin atisbo de duda, la definición de ser depositaria del poder central del territorio, con el cual dio impulso al “unitarismo”, aunque no fue tan determinante en el modo de cómo ejercerlo. Probó varias formas de conducción desde el Ejecutivo multipersonal, como fue la Junta Provisional Gubernativa, luego ampliada a la Junta Grande, la que -fracasado su destino legislativo- se convirtió en Ejecutivo fugaz. Luego, los sucesivos triunviratos y, por fin, el Directorio, variante unipersonal del Poder Ejecutivo, que rigió a partir de 1815. En todos los casos, fueron de relativa convalidación popular, ya que generalmente su origen se dio en procesos ocurridos en Buenos Aires o en reuniones con representación restringida.

Los vaivenes ideológicos

La mirada puesta en Europa, natural desde la lógica de que allí estaban tanto el “enemigo” como el “amigo” de la emancipación, llevó a la elite porteña a un zigzagueo de proyectos institucionales.

La inicial fuerza revolucionaria del Plan de Operaciones de Moreno y las primeras medidas militares de recuperación de territorios en el Alto Perú, inspiradas en las ideas promovidas por la Revolución Francesa, se transformó en la indecisión posterior.

Los porteños se involucraron en variadas misiones diplomáticas en busca de un monarca para el Río de la Plata, pensando en convertirlo en una Nación aceptable para Europa.

También la continuidad de la guerra de independencia fue objeto de dudas.

Al impulso inicial de Castelli hacia el noroeste; y el sitio de Montevideo, que fue sostenido por Artigas con apoyos intermitentes de las tropas “rioplatenses”, deben agregarse la pérdida del Paraguay; y la guerra contra los realistas en el norte, sostenida por Martín Güemes y sus gauchos, quienes contaron con fuerzas enviadas por Buenos Aires.

Ahora bien, las tropas de esos ejércitos y los buques armados con ese fin, fueron utilizados en repetidas oportunidades para aplacar los deseos de autonomía de los pueblos interiores, como ocurrió con Santa Fe; o para impulsar proyectos individuales, como se dio en Fontezuelas.

Así, la guerra de independencia adquirirá el rumbo constante y liberador imprescindible con el plan de San Martín para asegurar la independencia de América.

Los conflictos y controversias aquí revisados volverán a manifestarse en el Congreso de Tucumán; aparecerán en sus debates y resoluciones, así como en los “frutos” que de él resultaron.

Serie coordinada por la Junta Provincial de Estudios Históricos.