¡El saquito!

¡El saquito!

Hay prendas que son útiles, otras decorativas y otras, como el saquito y sus anexos, psicológicas. Vos podés leer o no esta nota, podés estar o no de acuerdo, pero, por favor, nena, ¡ponete el saquito!

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]).

DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Ahí tenés una gorra por ejemplo: hoy los pibes la usan como elemento netamente decorativo. No es para atajar el sol, no es por el resplandor: es para facha y admite tanto la fidelidad a una única gorra o pronunciarse por la multigorralidad. ¡Hasta los relojes hoy están para facha, para aparentar, para combinar y se cambian según el resto del atuendo, la ocasión, el lugar...!

En el caso del saquito, no.

El saquito para la mujer es de dotación obligatoria. No hay una sola mujer (aunque lo parezca en este tema soy principiante y no terminante...) que no sucumba tarde o temprano a los devastadores efectos del saquito.

Las mujeres, en algún momento, necesitan ponerse el saquito. Y cuando hablo de saquito, hablo no sólo de una fina prenda de lana, hilo o algodón. Se trata, el saquito, de un genérico (claro, genio: es una cuestión de género, por donde se lo mire) que incluye las siguientes variantes: saco, saquito, chaleco, chal, chalina, trapito, pashmina, torera o torerita, camperita...

Salvo para personas friolentas, el saquito no cumple ninguna función real: casi no abriga.

El saquito es más bien un amuleto, un rasgo atávico que se transmite de generación en generación, como la receta de la tarta de manzanas o el tejido a croché.

Cuando tu vieja te pide casi rogando y de última que te pongas, nena, el saquito; te está diciendo infinitas otras cosas (a vos y sobre todo también a ella misma) que tienen que ver con cuidados, aprensiones, cariño, mimo, preocupación.

De alguna manera extraña (estoy conjeturando, no soy mujer y las madres a nosotros no nos piden que nos pongamos saquito alguno; a lo sumo te zampan un pulover de prepo, hasta que tenés edad para rechazarlo recia y tajantemente y no se vuelve a hablar del tema) el saquito no se postula como una prenda sino como un escudo, una especie de talismán que impedirá que las acechanzas del mundo (incluso, en último grado, el frío) lleguen hasta la criatura.

El saquito es como un lábil y etéreo cordón umbilical que prolonga el lazo madre-hija más allá de la separación témporo espacial. ¡Fuaaaaaaaaa! Así la separación dure dos cuadras y quince minutos, si vas con saquito es como que vas todavía de la mano de tu vieja, ¿no?

Por lo mismo, el saquito impide el embarazo no buscado, el piropo malintencionado, aleja a un mal partido, entre otras funciones.

Yo he observado que chicas y mujeres hechas y derechas (bueno: deshechas y torcidas, también) adoptan finalmente el saquito en cuestión ya sin necesidad del ruego materno.

Algunas se ponen el saquito de modo correctivo: tapa un brazo gordo, oculta una sisa generosa, aplaca una espalda descubierta cuando, al principio de la noche, querían -ustedes- comerse a los chicos crudos y fueron impetuosas a la fiesta. De hecho, el saquito actúa tardíamente como seudo cobertor de superficies de piel.

También he advertido el modo cambiante en que una chalina o saquito se pone y se saca a lo largo de una cena, lo cual confirma el carácter advenedizo, inútil, ocasional de la prenda. Pero funciona como el aerosol para los ladrones o los que te atacan: está ahí y te calma saber que está aunque no lo uses o no sirva técnicamente para un carajo.

Nótese también, finalmente, que el saquito además de correctivo y afectivo es relajante, terapéutico, calmante, un placebo efectivo y necesario en su útil, fútil inutilidad...

Los varones no tenemos una prenda así, fabulosa y llena de propiedades como el saquito y por eso andamos por la vida como lo hacemos: del todo ignorantes. Así que, con sumo respeto, rendido finalmente ante la repetida evidencia, aceptemos la pertinencia de la prenda en cuestión y roguemos, junto con toda madre que, guacha de miércoles, te pongas de una vez el saquito y todos salgamos y todos disfrutemos tranquilos y en paz. ¡Ponete el saquito!