De Domingo a Domingo

Macri baja línea y estira el horizonte hacia fin de año

La partida de la Fragata Libertad y su “vuelta al mundo” envuelta en la niebla del Río de la Plata, no deja de ser una alegoría del momento que vive la Argentina en materia de expectativas económicas, después de haber dejado atrás el default. La eufórica promoción que hizo Alfonso Prat-Gay sobre la “nueva etapa” que ha comenzado no deja de tener idéntico sentido: “Ahora mismo estamos zarpando y con todos arriba”, quiso decir, ya que el beneficio inmediato se traducirá en el acceso al crédito internacional no sólo para la Nación, sino para las provincias y para las empresas. No deja de ser motivante lo que busca el ministro para renovar la mística con un nuevo arranque, pero todo depende de qué cosa se quiera hacer con ese retorno a los cánones de la normalidad y esto mismo representa hacia el futuro un gran desafío para los actuales gobernantes: o se sale al mundo a buscar fondos de largo aliento para que se reproduzcan en inversiones, puestos de trabajo y desarrollo que, a su vez, le traiga bienestar y progreso a la población, o una vez más se cae en la recurrente historia argentina de enterrar toda la nueva deuda dentro del pozo de los déficits.

De esto mismo se discute por estos días frente a la mesa de arena del presidente Mauricio Macri y se trata de un tema que, expresado en la jerga que alienta el gobierno, es algo así como “hay que cambiar y salir de las adicciones del facilismo que tantas veces llevaron al país a la ruina”. Suena todo muy agradable por ahora, pero ya se verá si a la hora de cocinar el estofado, gana la convicción o las próximas elecciones. Efectivamente, resultan algo muy natural todas estas expresiones de deseos en un año que no tiene urgencias electorales; pero si el proceso de arranque se demora, si no se comienza a achicar efectivamente el déficit fiscal, si no se logra bajar la inflación al menos a lo que dejó de lastre el kirchnerismo, si no bajan las tasas y si no se sale del proceso de estancamiento-recesión que hace peligrar los empleos cada vez más antes de fin de este año, habrá que ver cómo reacciona el gobierno con la aplicación de los fondos del nuevo endeudamiento cuando tenga las legislativas de 2017 a la vista.

En el delicado tablero de equilibrios que tiene por delante el presidente está el manejo de la política y de la economía, pero también sus respectivos condicionantes, como son la perentoria necesidad surgida de las urnas de conseguir permanente consenso de otras fuerzas para avanzar en casi todos los temas y también la de seducir a los empresarios sin entregar el timón, y, en materia social, la de tomar en cuenta de modo esencial el oscuro panorama que le vino de arrastre en materia de pobreza y desempleo, situaciones que se han complicado aún más por la sustitución del modelo.

Ofensiva opositora

Justamente, en materia política y durante la última semana, Macri tuvo que soportar la ofensiva casi unánime de toda la oposición quien, en Diputados y en el Senado, lo amenazaron con el avance de proyectos para declarar la Emergencia Laboral y suspender los despidos, al menos por 180 días. Aunque sus argumentos son sólidos en cuanto a que leyes de este tipo terminan impidiendo la toma de nuevos trabajadores, el avance opositor -con muchas contradicciones en relación a posiciones pasadas cuando algunos eran oficialismo- llevó al gobierno a deslizar, por primera vez, la palabra “veto”, algo lógico dentro del juego de presiones, pero bastante alejado de las convergencias que se había empeñado en lograr, al estilo de lo que ocurrió con el pago a los acreedores que le salió tan bien.

Es sabido que en el análisis estratégico del gobierno también se toma muy en cuenta la imagen, hoy en caída, algo que Macri y sus asesores siguen al detalle casi tanto como hacían sus antecesores kirchneristas. Y en este aspecto, hoy se observan varias vertientes que están horadando la figura presidencial, ya sea porque son movidas concientes y propias para cambiar el paradigma, algo efectivamente no indoloro, pero además por la sucesión de errores no forzados y por el férreo castigo opositor: a) se llame como se lo llame, lo primero que le resta adhesiones al presidente es el ajuste que ha caído sobre los bolsillos de la gente como un vendaval, sin que aún las paritarias hayan comenzado a equilibrar las cargas, mientras que el torniquete sobre las tarifas impactó también en los costos empresarios y ha motorizado una nueva alza de los precios; b) una innumerable cantidad de traspiés que se dan sobre todo en aspectos comunicacionales, como por ejemplo, los poco y nada convincentes anuncios de la semana pasada en materia social, una aspirina en el mar que hizo recordar mucho a los actos K de cáscara vacía, y c) los varios bombardeos que ha recibido el gobierno que le cuesta o elude explicar, sobre todo cuando es el kirchnerismo duro quien los agita, como las vinculaciones con los Panama Papers, los compradores oficialistas de dólares-futuro, el incomparable golazo periodístico de la revista “Time”, que puso al alborozado financista Paul Singer a opinar sobre el presidente Macri, y ahora, las eventuales responsabilidades del gobierno porteño y las del área de Seguridad del gobierno nacional, en el caso de las muertes de Costa Salguero.

La salida del default ha obrado como un bálsamo transitorio a todo este lastre que, a cuatro meses y medio de asumir, ya transporta en sus bodegas el nuevo gobierno. Al presidente le viene muy bien este hito más que relevante de la salida del default para equilibrar las cargas y para remontar en algo la imagen, aunque ha trascendido que está dispuesto a sacrificar hasta 15 puntos de la misma para avanzar este año a toda vela, sobre todo en el primer ítem, aunque deberá verificar cuánto se le está deslizando también por las otras dos cuestiones. Lo que resulta notorio es que Macri ya no tiene el monopolio del discurso y que ha comenzado a circular una letanía que debería preocuparle no sólo al gobierno nacional, sino al de la provincia de Buenos Aires: los opositores más duros han comenzado a instalar que no sólo hay mala gestión, sino inacción. Como señal de que el concepto se extiende, así ya lo manifiestan a viva voz los taxistas de la Caba, quienes parece que no mezclan sus comentarios con el mimo que Macri les hizo, frente a lo que ellos consideran la invasión de Uber.

Desfile en Tribunales

Es verdad que, para el kirchnerismo más cerril, toda esta tarea de horadar a los demás se hace en defensa propia y que al gobierno le encanta tener del otro lado nada menos a Cristina Fernández y a sus ex colaboradores, ya que en la semana fueron innumerables los tropiezos judiciales que han padecido. Así, se ha visto un desfile incesante de ex funcionarios por los Tribunales, que llegaron con el plus de declaraciones de arrepentidos que vienen sumando más y más acusaciones sobre los obscenos manejos de dinero en efectivo provenientes del erario público (fondos que los ciudadanos pagaron en impuestos) que llevaron a cabo allegados comerciales y políticos de los dos últimos ex presidentes y su familia, como Lázaro Báez y Milagro Sala.

Sin abandonar el cliché que fue basamento central del relato de los últimos 12 años, a todas estas denuncias el kirchnerismo las llama “operaciones mediáticas”, y es verdad que ahora deberán ser probadas por los mismos jueces que se la pasaron haciendo la vista gorda durante los años del miedo al poder anterior, un temor que se había disipado porque ahora son otros los timbres que hay que apretar y por la voluntaria salida de escena de Cristina, que había dejado más que a la intemperie a todos sus seguidores.

Probablemente, su instinto debe haber ayudado a la ex presidente a oler la debilidad del gobierno y a encontrar el “gap” que le facilitara colarse nuevamente en la escena; pero éste último también pudo haber sido un motivo más que valedero para su reaparición política, para mostrarles a los jueces y a sus seguidores que no se había retirado, que seguía conservando resortes a su favor, más allá de su presencia obligada en Comodoro Py la semana anterior, por la que formalmente tuvo que retornar de su retiro patagónico.

En sus encuentros políticos en el Instituto Patria, que en materia de seguridad en la calle controló La Cámpora ante la pasividad del Estado y que impidió el ingreso de casi todo el periodismo a las reuniones, Cristina tuvo diversa suerte con los convocados en los cuatro o cinco encuentros que realizó, ninguno de ellos con los gobernadores peronistas, seguramente para no llevarse un chasco. Por último, aunque fue lo primero y lo más jugoso porque involucró el lunes pasado a Macri y a los dueños de las empresas, reunidos todos en Olivos, estuvo la bajada de línea presidencial para despejar sus dudas: “Salimos del default y la inflación va a bajar drásticamente. Ahora, inviertan, cuiden a los empleados, sean responsables con los precios, siéntense a una misma mesa con líderes sindicales para discutir convenios y productividad”. Un tema que hay que considerar en todo este simulacro de escenarios y de arengas voluntaristas es que existe una lógica en lo que dice el gobierno, pero que no toda la sociedad está en las mismas condiciones para resistir de pie un lógico cursograma casi de acción empresarial. Cuando el ministro Prat-Gay dice “basta de cepos” es notorio que todavía hay mucha gente engrillada a sus marginalidades sociales. Pero, aun reconociendo su modo gradualista de accionar, la pregunta no retórica que deberán hacerse de ahora en más las autoridades para no excluir a nadie es: los pobres ¿podrán esperar?

Hugo E. Grimaldi

DyN

Hoy se observan varias vertientes que están horadando la figura presidencial, ya sea porque son movidas concientes y propias para cambiar el paradigma, algo efectivamente no indoloro, pero además por la sucesión de errores no forzados y por el férreo castigo opositor.

Se ha visto un desfile incesante de ex funcionarios por los Tribunales, que llegaron con el plus de declaraciones de arrepentidos que vienen sumando más y más acusaciones sobre los obscenos manejos de dinero en efectivo provenientes del erario público.