Carven, el ave fénix de la elegancia francesa

Desde marzo se consigue en Argentina Carven Le Parfum, la nueva fragancia de Carven, la maison creada en 1945 por Madame Carmen Tommaso. Descubrí aquí su legado.

TEXTOS. GEORGINA LACUBE.

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Su incursión en el mundo de la moda se mantiene como un excelente ejemplo de emprendimiento: viendo que no conseguía ropa que se adaptara a su metro y medio de estatura, Madame Carven (como le gustaba que la llamen), se dispuso a diseñar atuendos que no estuvieran reservados sólo a las “jirafas del lujo”, término con el cual se refería a las modelos. De esa simple intención surgió la confidencia al hablar en una entrevista de sus inicios en el mundo de la moda: “si hubiera sido alta y hermosa nunca habría creado mi propia firma de costura”.

Carmen de Tommaso nació en Francia en 1909, más específicamente en la ciudad de Châtellerault, una de las más grandes del departamento de Vienne, a 305 km. de París. Como su nombre no le gustaba, esta hija de un editor italiano decidió rebautizarse como Marie-Louise Carven, contracción de su nombre y del apellido de su tía, Josy Boyriven, con quien de niña solía mirar vidrieras en sus paseos por la urbe. Este gesto, de a poco, fue alimentando su pasión por la moda.

Si bien no tuvo una formación específica en costura, supo capitalizar todo lo aprendido en la escuela de Bellas Artes, donde estudió Arquitectura y Diseño de Interiores. Con suma determinación, en 1945 se radicó en París donde fundó su marca homónima y abrió su tienda en los Campos Elíseos. Dicha decisión fue el punto de partida de su ascenso, y desde ahí comenzó a cosechar sus primeros éxitos.

Su estilo, una especie de coqueteo entre la alta costura y un prêt-à-porter sencillo que no dejaba de ser elegante y distinguido, inmediatamente la volvió popular entre las jóvenes de la posguerra. Carven fue la gran creadora de la silueta lady. Acentuó la cintura, realzó el busto y acortó la falda, participando así del emblemático retorno a la femeneidad que imperó tras la Segunda Guerra mundial y que tuvo como máximo exponente a Christian Dior. Pero, a diferencia de éste y de muchos de sus colegas de aquel entonces, ella también privilegió la comodidad y la movilidad de la silueta femenina.

Ese logro fortuito terminó de consagrarla como uno de los nombres más relevantes de la moda francesa de los años ‘50, lo que la haría una de las poquísimas mujeres que lograron rivalizar con Dior, Balmain, Givenchy o Saint Laurent, pese a que habitualmente se la ninguneaba. “Fui una mujer pequeña entre grandes hombres. Si me aceptaron fue sólo porque creé un estilo sencillo. Yo no era una molestia porque diseñaba para las teens de mi época”, contó a Le Monde en 2010.

Con esa visión, desarrolló una estética inconfundible que priorizó los colores vivos. Introdujo tejidos africanos y tahitianos, cuyas colecciones llegó a presentar, antes que nadie, en varios países “exóticos” como Brasil, Singapur, México, Tailandia y Marruecos. Otro hito de su carrera fue la creación del bustier con push-up, que se diseñó originalmente para los corpiños interiores de los vestidos de Alta Costura. Entretanto, así como el rosa fue el color de Elsa Schiaparelli, el negro de Coco Chanel y el azul el de Jeanne Lanvin, el tono predilecto de Marie-Louise fue el verde. Justamente en esa gama confeccionó su legendario vestido blanco con “rayas verde Carven” que luego se trasladó al packaging de sus perfumes.

El estilo Carven fue abrazado enseguida por estrellas de talle small como Édith Piaf, Leslie Caron, Michèle Morgan y hasta diseñó el vestido de boda de Anne-Aymone Giscard d‘Estaing, futura primera dama francesa. Su propia labor acabaría inspirando a la reconocida vestuarista americana Edith Head en sus diseños para las películas de Hitchcock.

Visionaria incluso para hacer negocios, Carven fue de las primeras empresarias en cimentar un emporio que abarcaría desde ropa y moda nupcial hasta accesorios y fragancias. De hecho, fue la primera firma de lujo en lanzar un perfume propio. Ocurrió en 1946 y lo llamó Ma Griffe, el primer eau de toilette creado para las adolescentes. De la familia olfativa chipre-floral, la nariz detrás de esta creación fue el prestigioso perfumista francés Jean Carles. Unos años más tarde nacería Vetiver, una fragancia para hombres de la familia olfativa Amaderada Chipre, creación del maestro perfumista Edouard Hache.

Su expansión fue tal que en 1951 abrió su primera tienda en Nueva York. Sin embargo, en los años ‘60 su prestigio comenzó a evaporarse, viéndose obligada a sostener su compañía cediendo licencias y trabajando para terceros. A tal fin, llegó a diseñar 40 uniformes para compañías aéreas e incluso para las agentes de policía parisinas.

Con mucho esfuerzo pudo salir a flote y, en 1972, abrió tiendas en las ciudades de Hong Kong y en Tokyo. Ese mismo año también se casó con René Grog, un importante empresario suizo.

Intrépida, en 1976 diseñó los uniformes para los atletas franceses con motivo de los Juegos Olímpicos de Montreal. Su fama de modista de tercera quedó revocada a principios de los ‘90, cuando una exposición en el Museo Galliera de París permitió descubrir la modernidad de sus diseños.

A los 84 años, Madame Carven decidió pasar a retiro, dejó de diseñar y se recluyó en el coleccionismo de antigüedades. En junio de 2015, falleció nada menos que a los 105 años.

EL RESCATE DE LA PASIÓN

En 2009, Madame Carven fue nombrada Comandante de la Legión de Honor, la más alta distinción de Francia para un civil, como reconocimiento a su impactante labor tanto en el mundo de la moda como de la cultura francesa. Ese mismo año tomó las riendas del negocio Guillaume Henry (París, 1979), un genio couturier que logró hacer de la etiqueta, una de las marcas francesas de prêt-à-porter más chic y deseadas de París. ¿Cómo lo logró? Gustando a las mujeres tradicionales, despertando curiosidad entre las más modernas y convenciendo a críticos y editores. Una tríada que se tradujo en ventas y prestigio. Eso sí, siempre haciendo ropa para el día a día. “No podemos fingir que seguimos siendo una casa de alta costura. Ni tampoco una firma de lujo, ni de autor. Resultaría irrespetuoso. Ahora en Carven hacemos prêt-à-porter con estilo y a buen precio”, aclaró Henry a El País. Bajo esta filosofía, supo vestir a mujeres como Beyoncé, Rihanna o Isabelle Huppert. En enero del 2015, su nombramiento al frente de Nina Ricci provocó que fuera reemplazado por un dúo de jovencísimos diseñadores, Alexis Martial y Adrien Caillaubaud, ambos de 31 años. El éxito continúa. El influjo de Carven no se apaga.

CARVEN EN ARGENTINA

Por suerte, un poco del estilo Carven ya se consigue en Argentina. Lo hace condensado en Carven Le Parfum, su nueva fragancia siglo XXI. Su creador, el genial Francis Kurkdijan (en 1995, con sólo 26 años creó Le Male de Jean Paul Gaultier), así la define: “Se trata de un eau de parfum fresco, ligero y súper femenino que concebí como un gran ramo de flores recién cortadas del jardín, con temperamento y estela. Las notas casi exclusivamente florales de flor de mandarino, jacinto blanco, guisante de olor, jazmín, ylang, sándalo, osmasthus y pachulí de Indonesia se amalgaman para devenir en un aroma perfecto para una mujer espontánea, fuerte y frágil a la vez”.

Esta joya de la perfumería francesa se concentra en un frasco de cristal esmerilado que recuerda a una vasija antigua. El diseño, minimalista y de líneas puras, le pertenece a Thierry de Baschmakoff, quien le agregó una tapa de alta costura sostenida por un cuello de collares dorados que denotan las influencias exóticas que siempre guiaron los diseños de Carven. Pura exclusividad.

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Su estilo, una especie de coqueteo entre la alta costura y un prêt-à-porter sencillo que no dejaba de ser elegante y distinguido, inmediatamente la volvió popular.

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