Mañana, en ATE Casa España

La esencia del trovador

Ismael Serrano vendrá sólo con su guitarra, en un regreso a sus orígenes de cantautor, pero con sus temas más recientes. En exclusiva, una charla sobre música, poesía y política.

La esencia del trovador

“Estar solo con la guitarra es como regresar a la raíz para revisitar las canciones tal y como fueron creadas originariamente”, afirma el cantautor

Foto: Gentileza Goio Villanueva

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Mañana desde las 21.30, en ATE Casa España (Rivadavia 2871) vuelve Ismael Serrano para seguir presentando las canciones de su disco “La llamada”, pero esta vez en versión íntima, “Guitarra y voz”. Las entradas entradas tienen un valor que va de los 770 a los 340 pesos, y se pueden adquirir en la boletería de la sala.

Antes de su llegada a la ciudad, dialogó con El Litoral sobre el volver a la simpleza, su búsqueda musical, su experiencia literaria y el compromiso político y social.

Por los caminos

—¿Este formato íntimo de “Guitarra y voz” es una forma de reconstruir la cercanía con el público?

—Sí, ésa es la idea. Venimos de realizar una gira muy potente con toda la banda, con una puesta en escena muy ambiciosa y demás, y me apetecía retomar un poco ese diálogo íntimo con el público con este tipo de formato. Hacía mucho tiempo que no dábamos conciertos de estas características, y para mí también es una buena forma de hacer balance, de medirme, de hacer repaso de lo aprendido. Estar solo con la guitarra es como regresar a la raíz para revisitar las canciones tal y como fueron creadas originariamente.

Pero sobre todo me permite establecer otro tipo de diálogo, más íntimo con el público, y permite también llegar a lugares a los que no podría llegar con toda la banda.

—Por un lado es volver a cuando andabas por Vallecas con la guitarra y nada más, y por otro esta cuestión de estructura de costos que impide que uno pueda recorrer todos los caminos.

—Claro, nos permite recorrer el interior como estamos haciendo. Y es también la esencia del oficio: la guitarra al hombro, recorrer el camino, la carretera, con la misma esencia. La esencia del trovador.

Ritmo del sur

—“La llamada” venía siendo el más latinoamericano de tus discos, y se continúa en la experiencia de “La respuesta”. ¿Cómo llegás a esta síntesis musical, incorporando el candombe, la cumbia, los ritmos del sur?

—Bueno, quería componer desde otro lugar, que el proceso compositivo fuese distinto en este disco. Siempre parto de la armonía y la melodía, y en esta ocasión quería partir del ritmo; quería darle una contundencia diferente, probar de otra manera para llegar a otro lugar, y así ha ocurrido. Empecé a componer desde el ritmo, incluso en algunos casos sobre loops: en el caso de “La llamada”, el single, fue sobre un loop de reggaetón.

En el ánimo del disco estaba el darle un cierto carácter de celebración, aunque retrate una realidad difícil. A veces nos instalamos en el lamento, en la pena, y se trataba de huir de la resignación, de apelar un poco a la responsabilidad de cada uno a la hora de cambiar las cosas. Y por eso he acudido a los ritmos tradicionales latinoamericanos: gran parte de mis referencias están en la música latinoamericana, y el crisol que sale de ritmos más complejos, más plurales.

—¿Cómo fueron salieron las colaboraciones con cada uno de los participantes de lo que ahora es “La respuesta” (donde reversionan canciones de “La llamada”)?

—Me apetecía darle otra mirada a las canciones, invitar a artistas que fusionaran la electrónica con el folclore tradicional a hacer su mirada: me parecía divertido. Fundamentalmente fue eso, un divertimento para llevar mis canciones a otro territorio, otros paisajes. Era un lugar tan lejano a mi estilo que quería probarlo.

Balance literario

—El año pasado publicaste el libro de poemas “Ahora que la vida”. ¿Era una deuda esta faceta, que te une a tu padre y tu hermano?

—Quería reunir todos los poemas que estaban dispersos en las redes sociales, en viejos cuadernos, en la computadora, y editarlos. También deben ser los 40 años (risas), que te invitan a hacer balances de tu vida. Era una idea que siempre había tenido en la cabeza, y se dieron las circunstancias: me animó mi padre, me animaron mis amigos y la editorial (Frida Ediciones), que es nueva y está abriendo espacio sobre todo para músicos que deciden publicar sus poemas.

Era una parte creativa que entrunca perfectamente con los discos, con las canciones, porque muchas surgen de esos poemas, era una forma de complementar la propuesta musical que uno hace.

—¿Esos textos nacieron como poemas o son canciones que se quedaron sin música?

—Nacieron como poemas. Tengo el hábito de escribir poesías: es más verso libre, y no está sujeto al rigor de la rima, de las estructuras de la canción.

—Hablaste de los 40 años. La pregunta entonces es: ¿“Ahora que la vida” qué?

—Hay un verso de Jaime Gil de Biedma, un poeta de la generación de los 50 en España, que hacía referencia a ahora “que la vida iba en serio” (“No volveré a ser joven”): cómo se descubre que la vida va en serio. Tiene que ver con el balance del que hablaba, darme cuenta de lo que es serio y lo que no es tan serio. Creo que también el nacimiento de mi hija me hizo reevaluar eso, lo que es importante y lo que no. Te desprendes de parte de tu ego, reordenas tus prioridades. Para eso se escriben versos: para responder esas preguntas.

Ventanas a la esperanza

—Filmaste el videoclip de “La llamada” en una fábrica recuperada, tocaste para Michelle Bachelet. Tenés un compromiso social que es más concreto que predicado. ¿Cómo ves este mundo en el que vivimos? Hablás de la esperanza, de algo que no sea la resignación. ¿De dónde se saca esa esperanza?

—Siempre ha habido un imperio por abrir ventanas a la esperanza en mis canciones. Creo que es como una convicción, es inherente a la naturaleza del ser humano; yo tengo fe en el ser humano, a pesar de que hay elementos que a veces te invitan al desaliento, uno lee los periódicos por la mañana.

Uno también encuentra cosas que lo reconcilian con el mundo. Creo que está en la naturaleza del ser humano la ambición de mejorar las cosas; a pesar de vivir en una sociedad atomizada, que impone el individualismo, somos animales sociales y solidarios, con todo lo que a veces pueda parecer.

Y el compromiso se desprende de manera natural; bueno, supongo también por el entorno en el que he crecido, por mis convicciones, uno trata de aportar en la medida en que puede: hombre, mi vida también está llena de contradicciones, y probablemente no sea un santo. Pero sí trato de que haya una coherencia entre lo que digo y lo que hago. Y cuando la ocasión lo merece, entiendo que hay que hacer cosas.

Además, entiendo que no tienes por qué gustarle a todo el mundo, no todo el mundo coincide conmigo ideológicamente. Confío en que la gente se libere de esos sectarismos que les impide respetar la discrepancia, y tratar de buscar puntos de encuentro.

Nuevo relato

—Escribiste “Papá cuéntame otra vez” mucho antes de lo que fue la Plaza del Sol, de La Noche de Pie ahora, de las plazas de Tahrir y Taksim, de los gobiernos populares en Latinoamérica. ¿Creés que vivimos una nueva épica rebelde que se creía perdida 15 ó 20 años atrás?

—España es un ejemplo claro. En España, se está viviendo un entusiasmo inusitado, sobre todo por la gente más joven, que hasta ahora le ha dado la espalda al debate político y de repente se siente interpelada por él. Gente que no participaba. También un poco movida por la urgencia de una situación que es dramática, la crisis que ha golpeado la vida de todos, con lo cual no puedes mirar a otro lado: porque mires donde mires ves los efectos devastadores, no ya de la crisis, sino de las políticas que se han llevado a cabo con la excusa de la crisis.

Creo que asistimos a la construcción de un nuevo relato. En “Papá cuéntame otra vez” reprocho de alguna manera el relato que escriben nuestros padres, que es un tanto edulcorado, en el caso de España, y un tanto complaciente y resignado. Creo que se está adquiriendo un relato propio. No ya mi generación, que no sé si fuimos capaces de hacerlo, sino de las generaciones más jóvenes. Una amiga me decía que la nuestra (tengo 42 años) es la generación más breve en la historia de mi país, de la democracia: hemos padecido el tapón generacional de nuestros padres (que al día de hoy continúa) y el empuje de una generación emergente que está escribiendo su propio relato, como bien dices, con una cierta épica y con un discurso propio: con sus aciertos y sus errores, con las cosas propias de un cierto “adanismo”, que creen que se lo inventan todo; pero es algo inherente a la arrogancia propia de la juventud, está muy bien. Se está emprendiendo una búsqueda.