SEÑAL DE AJUSTE

Barnizando el sarcófago

Barnizando el sarcófago

La Peluquería de Don Mateo: Jey Mammon, Marley y Florencia Peña. Foto: Gentileza Prensa Telefé

 

Roberto Maurer

La televisión lineal o abierta se va hundiendo, cercada por nuevos soportes y plataformas. Ya se asoma una generación que no la conoce siquiera, y que se sorprende de que existan programas que van un día y a una hora fijos. Con la sensación que pudo haber sufrido el último dinosaurio, busca una mística y la encuentra en un pasado de viejas catedrales de una época de oro. Y revive “La peluquería de Don Mateo”: es como si -conservando las distancias-, del mismo modo que la tele en crisis recurre a Sofovich, un teatro devastado por la falta de creatividad apostara a Shakespeare.

Desde los años ‘60, cuando nació como sketch de “Operación ja ja” con Fidel Pintos como peluquero, hubo incontables versiones, y recordarlas, hoy, sería como caminar por un cementerio: gran parte de sus artífices duermen el sueño del cual no se despierta. Telefé los resucita los viernes a las 21.30, reencarnados en Jey Mammon como Don Mateo, Marley el cliente sentado en el sillón y Florencia Peña en el papel de la manicura Alelí. Es un humor que nunca desaparecerá porque forma parte de la identidad nacional, el de la picaresca revisteril.

LA RENOVACIÓN SEGÚN FLO

A Jey Mammon el papel todavía le queda grande: más que un cómico, parece un villano. Marley, que hace de sí mismo, resulta inesperadamente eficaz como comediante, en tanto que Florencia Peña, cualquiera conoce su limitado stock de recursos entre los cuales el de agitar el culo con el erotismo de una licuadora es uno de los más populares. La Alelí de Carmen Morales era muda y sólo reía con un ji ji. Peña habla todo el tiempo, desborda a sus compañeros y continuamente intercala una risa sin sentido, o más bien un chillido irritante que desgarra el oído interno.

Luego del debut explicó su hiperkinesia como un gesto de renovación estética del viejo sketch. En esas curiosas declaraciones, después del debut, Florencia Peña manifestó su aversión por este tipo de programa: “Yo nunca tuve contacto con los productos de Gerardo, nunca los consumí ni me sentí identificada con ese humor. Me aburre”. En aquel momento de la televisión, “el lugar de la mujer era otro y por eso resultaba necesario aggiornar el formato”, explicó. “Yo creo que en esta versión, la mujer tiene un rol tan importante como el del hombre. Mi personaje no hablaba, por ejemplo. Ahora no sólo habla sino que hace reír, le encuentro una forma, un humor, una voz”. Considerando que este tipo de humor ya se hizo, “fuimos para otro lado y pensamos qué cosa nueva podíamos darle a ‘esto’ para que no sea más de lo mismo”.

En realidad, si afirma que antes “el lugar de la mujer era otro”, ese lugar no parece haber cambiado: son trolas. Florencia Peña se olvida de las conferencias bien pagadas que para el Día de la Mujer ofrecía en las fábricas de aviones reivindicado la igualdad de género.

PERFIL MORAL

Karina Jelinek, Jésica Cirio y Luly Drozdek son las yeguas -es un vocabulario inadecuado pero ése es el concepto histórico del programa- que visitan la peluquería, y su ir y venir se completa con personajes masculinos: Tony, un buscavidas (Alejandro Muller), un supermercadista chino aprovechador (Chan Sung Kim) y el anticuado joven Matías Aletí (Matías Alé, ya restablecido).

Con un libreto ajustado, sin las improvisaciones de antes, se registraron tres alusiones personales que serían impertinentes entre gentes normales.

1. Al personaje de Matías Alé, en cierto momento, lo trataron de chiflado o algo así. Recordemos: se está recuperando de un brote psicótico.

2. Hubo una referencia relacionada con videos dirigida a Florencia Peña. Se permite pensar que se aludía a los videos hot contrabandeados de momentos íntimos de su vida marital.

3. Karina Jelinek es una profesora de filosofía con anteojos y libros. Naturalmente, es una burla más a su bajo cociente intelectual. La despidieron con un “lo dejo a tu criterio”, frase inmortal de Jelinek pronunciada durante una interpelación periodística en los convulsos días de su separación de Leo Fariña.

Resulta llamativo que el peluquero, la manicura y varios de los visitantes se comportan como una banda de estafadores que todo el tiempo están tratando de aprovecharse de su cliente y lo maltratan al punto de darle cachetadas. La vieja y querida peluquería es ahora un antro de fraude y violencia. En tanto caricatura costumbrista, si es un índice que nos permite medir la evolución moral de la sociedad, se debe ser pesimista.