Una pionera de las letras

Una pionera de las letras
Christin de Pisan es considerada la primera escritora que logró ganarse la vida con sus libros. Dueña de una mente abierta y una férrea voluntad, fue elegida por el destino para abrir caminos que, de a poco, otras muchas seguirían.
Textos. Ana María Zancada.
Es bien conocida la lucha de las mujeres por ocupar un lugar digno dentro de la sociedad, lucha que se llevó a cabo desde los orígenes de la historia de la humanidad. Postergada en sus derechos, fue despreciada desde los más remotos tiempos. Y si nos detenemos en el plano creativo intelectual, no son muchas las que a fuerza de voluntad, ingenio y vocación, hicieron conocer su obra, aun a costa de su honra y su libertad.
Los grandes pensadores, fundadores de nuestra cultura occidental, fueron inequívocamente discriminatorios con respecto al sexo femenino. Veamos algunos ejemplos: “Una mujer es siempre mujer es decir loca, por muchos esfuerzos que realice para ocultarlo”, según Erasmo de Rotterdam. O Tomás de Aquino: “Como dicen las escrituras fue necesario crear a la hembra como compañera del hombre, pero compañera en la única tarea de la procreación, ya que para el resto, el hombre encontrará ayudantes mas válidos en otros hombres y a ella sólo la necesita para ayudarlo en la procreación”. Trescientos años más tarde, Lutero sería aun más brutal: “Aunque se agoten y se mueran de tanto parir, no importa, que se mueran, para eso existen”.
Podríamos hacer libros enteros con estas deliciosas declaraciones, pero simplemente sirvan estos decires para dar una idea de lo difícil que fue el hecho de que una pobre mujer tuviese que buscar un lugar digno, sin depender del hombre macho, teniendo la osadía de mantener sola su familia con el fruto de su trabajo intelectual. No fueron muchas pero las hubo y muy buenas, sobre todo heroicas, fuertes y por supuesto, solitarias.
ESCRITORA PROFESIONAL
De acuerdo a los pocos documentos que han quedado, se considera a Christin de Pisan como la primera escritora que logró ganarse la vida con sus libros. Tal vez el hecho de que su padre fuese un destacado médico y astrólogo, propició su formación intelectual, hecho para nada frecuente en las jovencitas de la época. Junto a él tuvo libre acceso a la Biblioteca Nacional de París. Cosa rara en una niña, ella disfrutaba de estas visitas y así fue como se familiarizó con ese mundo maravilloso que de manera contundente marcó el camino a seguir.
Christin ya no sería sólo un “vientre para procrear”, cosa que le costó no pocos sinsabores dentro del acotado modo de vivir por los años en que desarrolló su actividad. Pero el contacto con la lectura le permitió darse cuenta de las enormes posibilidades del saber y las ventajas de una buena formación. A la vez fue consciente de la lucha que tenía por delante. Dueña no sólo de una mente abierta, sino también de una férrea voluntad, arremetió contra una sociedad que no dejó de sentirla como un extraño engendro contra natura. Fue gracias a su “excentricidad” que el destino quiso elegirla para abrir caminos que de a poco, otras muchas seguirían.
Eran tiempos muy duros. Casada muy joven, a los quince años, quedó viuda a raíz de la peste, con tres hijos que mantener. Pero de a poco comenzó a recibir encargos, de integrantes de la corte, para redactar correspondencia, que por supuesto cobraba y así pudo salir adelante y lograr una cierta tranquilidad económica. Sin proponérselo se había convertido en la primera escritora profesional de la historia.
Corría el año 1399 y Christin se decidió a reunir en un volumen sus “Cien baladas”, versos de tema amoroso. ¿Sabría ella que seguía la línea de pensamiento iniciada muchos años atrás por Safo o por Corinna, Praxila, Erinna, en la antigua Grecia?. Todas mujeres que soñaban en solitario con alguien que pudiese comprender el aluvión de sentimientos que originan los suspiros cargados de soledad.
Insólitamente la obra de Pisan, tuvo éxito no sólo en París, sino también en la brumosa Londres. Su trabajo fue evolucionando para pasar al plano histórico y casi sin intención, pero con amplio conocimiento del tema, fue dando forma a lo que llamaría “La querella de las Damas”, abordando el espinoso tema de las cualidades intelectuales y morales del mundo femenino.
Lógicamente, al trascender su obra y su nombre, comenzó lo que ella no esperaba... ¿O sí?: Los debates sobre el protagonismo de las mujeres, sus afectos, el amor, la libertad de los sexos. Sobre todo, las críticas por despóticas provenían del clero, que no concebía que una mujer tratase temas “prohibidos”.
Cansada y fastidiada de tanta cháchara violenta contra sus trabajos, Christin comenzó a responder, con textos no exentos de ironía.
Su voz corporizó el sufrimiento de un sexo relegado e ignorado destacando que “una pequeña pluma de un cortaplumas o de un cuchillo puede agujerear un gran saco lleno e hinchado de cosas pesadas”.
De a poco fue logrando que algunos personajes de la corte la apoyasen. Así fue como su fama de escritora y polemista fue creciendo. En 1404, el Duque de Borgoña le hizo un encargo por demás importante, tanto por el tema como por el hecho de ser el propio duque que acudía a ella. Se trataba de una relación (historias) del reinado de Carlos V el Prudente. Lo excepcional consistía en que hasta ese momento, eran los monjes los encargados de estas crónicas. Lo que da la pauta de hasta qué punto había crecido la fama de esta brava mujer. Así ve la luz “El libro de los hechos y las buenas costumbres de Carlos V”.
El tiempo siguió su devenir con muchas complicaciones políticas y en 1405, nuestra heroína escribió su obra más famosa: “El libro de la Ciudad de las Damas”, donde reivindica el protagonismo de las mujeres y una contundente afirmación: “La excelencia o la inferioridad de los seres no residen en sus cuerpos según el sexo, sino en la perfección de sus conductas o virtudes”.
Pero Christin se sentía anciana y sobre todo cansada de tanto bregar. Se refugió en un convento donde prosiguió con su pasión de escribir: “Las horas de contemplación de la Pasión de Nuestro Señor”, contenía reflexiones sobre la piedad y la fe. Su última obra se refirió a la figura de Juana de Arco, de la que tuvo noticias a pesar de su retiro. Le dedicó un largo poema donde exalta su valor y heroísmo.
No hay fecha exacta sobre la muerte de nuestra escritora. Se cree que fue hacia 1430, ya pisando los 70 años. Sus escritos fueron olvidados durante varios siglos, hasta que finalmente volvieron a la luz en el S. XX, ubicándola en el lugar que con justicia le pertenece.
(*) Obra consultada: “Las olvidadas”, de Angeles Caso (Editorial Planeta)