“XY autobiografía en dos cuerpos”

Intenso recorrido por la conciencia

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Santiaga y Salomé López producen un impacto de admirable entrega actoral. Toda la ternura, la bronca, la seguridad, el equilibrio y el estallido en las miradas son el soporte necesario para la propuesta. Foto: archivo el litoral

 

Roberto Schneider

Cuando X o Y dicen sus palabras dejan atrás un sinuoso camino de búsquedas personales, de preguntas sin respuestas, de falsas esperanzas y de secretas derrotas. Una es otra y la otra es una. La otredad queda clarísima en “XY autobiografía en dos cuerpos”, de Mariano Dufour, presentada en el Foro Cultural de la UNL. El texto, preciso, creativo e inteligente, es una versión libre de “La más fuerte”, de August Strindberg, en traducción de Alejandro Casona. Esos dos personajes femeninos corroboran que el ser humano es, por sobre todo, una criatura frágil y confundida en un universo que no siempre hace placentero el tránsito que va de la cuna a la tumba.

Ambas son valientes y temerosas, tímidas y osadas, crueles y verdaderas. Son capaces, también, de amar con ternura como de abandonar a un náufrago en la laguna. Porque, finalmente, no saben o no pueden encontrarse a sí mismas en la alegría de los otros. Estos personajes dudan al creer que se puede ser feliz sin una cuota de responsabilidad y no advierten que el recorrido más rico e intenso es el que se emprende sobre la propia conciencia. Sin embargo, sus vidas no son diferentes de la de cualquier mortal. Esencialmente X e Y siguen pareciéndose a todos los seres humanos que corren tras una quimera que suele escaparse de las manos.

El texto dufourniano rompe con múltiples convenciones dramáticas y sorprende con el doble juego de ambigüedades que envuelve un hondo dilema ontológico: nada menos que la búsqueda de la propia identidad del “yo”, piedra basal de la formidable investigación freudiana. Estas mujeres no hacen otra cosa que buscarse a sí mismas y es probable que sobre el final comprendan que los demás existen y “son” uno mismo, forman parte del yo, lo completan en una corriente transferencial indispensable. Ahí está el conflicto, un ajedrez apasionante que el espectador también deberá jugar. Con entrega y con inteligencia.

En su trayectoria, Dufour ha inscripto su nombre en la escena santafesina a través de obras de indudable jerarquía, en las que se destacó por su marcado tono poético. Bastaría con ver la escena en la que la carpa instalada en la pradera verde -una enorme alfombra de plástico que instala el artificio teatral- se transforma en una suerte de enorme ave que todo lo devora para apreciar lo que el teatro puede ofrecer cuando se encara con indisimulable entrega. Salomé López y Santiaga López producen un impacto de admirable entrega actoral. Toda la ternura, la bronca, la seguridad, el equilibrio y el estallido en las miradas son el soporte necesario para la propuesta.

El vestuario es certero en su formulación estética y teatral. Es una pena que no se consigne la autoría en el programa de mano. El diseño de luces de Mario Pascullo tiene altas dosis poéticas, como en la escena del final por citar sólo un ejemplo, y se aprecia el trabajo de asistencia de Flavia del Rosso y Sebastián Zunino. Finalmente, y como siempre, el tiempo pasa y X e Y continuarán buscándose para encontrar el amor y evitar el desamparo.